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25 años después, Davor Suker

  • El mítico ídolo de los 90 presidirá como máxima autoridad del fútbol croata la cita de Champions. Se cumple un cuarto de siglo de su fichaje desde el Dinamo de Zagreb

El destino les debía algo así, un nuevo cruce de caminos en la cima del gran escaparate futbolístico de Europa. Justo 25 años después de su fichaje procedente del Dinamo de Zagreb, el Sevilla y Davor Suker se reencontrarán en un partido de Champions, con toda la parafernalia del torneo de las estrellas. No será el primer reencuentro del ídolo con el club que lo encumbró en el Viejo Continente. José María del Nido, mano derecha de Luis Cuervas cuando el fallecido ex presidente fichó al sin par croata en octubre de 1991, lo invitó para los fastos del centenario sevillista. Antes ya había hecho alguna visita al Sánchez-Pizjuán, donde volvió a escuchar desde el palco de honor el clásico "¡Davor-Davor, Suker-Suker!" con el que el graderío ensalzaba la figura del ídolo de toda una generación. En aquellos años 90 en los que una clasificación europea era celebrada a lo grande Suker era un dios. Ahora, el divo y el Sevilla se encuentran como viejos camaradas a los que sonrió el éxito.

A sus 48 años, el exquisito zurdo de Osijek preside la Federación de Croacia, y como tal presidirá el palco del estadio Maksimir. No podrá tener mejor anfitrión un Sevilla que aspira a acercar su pase a los octavos de final de la Champions venciendo al Dinamo de Zagreb, el equipo trampolín desde el que llegó Suker a Nervión en 1991 a cambio de un dineral de la época, unos 150 millones de pesetas. En 1996, después de cinco temporadas en las que se ganó el corazón del sevillismo a base de goles de clase, de pisadas, amagos, recortes y vaselinas, se fue al Real Madrid por otro dineral. Más de 600 millones de pesetas y un lote de jugadores (Agostinho, Petkovic, Antonio Gómez) que jamás triunfarían en el Sevilla. Suker sí lo hizo fuera de Nervión, incluso se proclamó campeón de Europa como madridista en 1998. Igual que el Sevilla sobrevivió a aquellos años mediocres para encumbrarse, dos décadas después, como lo que es, un club respetado en toda Europa, el pentacampeón de la UEFA Europa League.

A Suker lo trajeron al Sevilla Rosendo Cabezas y la guerra de los Balcanes. "Imagínese que bombardean la Catedral de Sevilla", dijo en su primera entrevista en España, al tristemente extinto Diario 16. Se estaba refiriendo a los bombardeos serbios sobre la hermosísima Dubrovnik, una tragedia menor comparada con la humana. Llegó de la mano de su amigo Petrovic, un peaje que se vio obligado a pagar el Sevilla para traerse al divino croata. Suker quería sacar de Zagreb al montenegrino. El avispero balcánico en aquel otoño de 1991 era terrorífico. Y esa tendencia hacia lo humano también la dejó en su larga y prolífica estancia en el Ramón Sánchez-Pizjuán.

Habiendo jugado apenas seis partidos europeos con aquel Sevilla que quería y no podía, Suker fue despedido a hombros una cálida tarde de primavera. Se vino en un avión privado desde Croacia, que ya preparaba la Eurocopa de Inglaterra 96, para amarrar la salvación matemática del Sevilla. Se entretuvo en arreglar aquella espinosa cita ante el Salamanca con tres goles como tres soles. Uno de ellos, inolvidable, una vaselina desde los tres cuartos de la cancha que hizo explotar Nervión. Luego llegó el paseo a hombros y la recogida de flores... En plan torero. Porque si Suker caló en Nervión es porque tenía mucho de artista, más incluso que de excelso delantero de clase.

Los tiempos han cambiado mucho desde aquel Sevilla que curó la herida de la marcha por la puerta de atrás de Polster con Zamorano, y la del traspaso del chileno al Madrid con ese lustro mágico de Suker. Al año siguiente de su llegada, coincidió con Maradona. La magia anunciada con aquel amistoso ante el Bayern Múnich, pase de la muerte del Diego y remate a gol de Suker, quedaría en un amago de oropel. Pero sirvió para que el croata se picara en su amor propio y empezase a rendir como un futbolista competitivo y hambriento. Dejó atrás la displicencia bohemia y se puso a marcar goles. En 177 partidos alcanzó los 90 tantos, lo que lo convirtió en el sexto goleador de la historia del club. Por detrás de Campanal, Arza, Araújo, Kanoute y Luis Fabiano... Suker.

Su debut despertó lo que dio en llamarse en la prensa local la sukermanía. Los tres goles con los que se presentó en el Sánchez-Pizjuán un frío miércoles, ida de la Copa del Rey ante el Espanyol, fue un excesiva carta de presentación. El Sevilla de Víctor Espárrago había encontrado la pareja ideal para Zamorano. Pero Suker apenas marcaría seis goles aquella Liga previa al desembarco de Maradona, con el que Cuervas quiso darle fuste de grandeza a su Sevilla como colofón a la Expo 92.

Junto a Maradona marcaría 13 tantos en Liga, más dos de Copa. También fue un espejismo aquella presentación estelar ante el Bayern de Matthaus y Labbadia. En la 93-94, tras el frustrado paso del astro argentino por Nervión, se soltó Suker: 24 goles en Liga y tres en Copa. En la 94-95, alcanzó la veintena (17 en Liga y tres en Copa). Y en la 95-96, la de su adiós, llegó el éxtasis de El Pireo. En la Liga marcó 16 goles, incluyendo aquellos tres salvadores ante el Salamanca. En la UEFA, es memorable su gol de falta en la prórroga al Olympiacos, con el Sevilla eliminado en 1/16 de final. Su zurdazo sólo significó el pase a octavos de la UEFA... pero cómo se celebró. Miles de sevillistas recibieron a Suker de madrugada en el aeropuerto de San Pablo. Luego llegó el Barcelona, al que le marcó otro golazo de falta, y se acabó.

Por entonces, el Sevilla se nutría de ídolos carismáticos como Suker. La plata europea era una quimera de esquizofrénicos. En la última década prodigiosa, el directivo croata ya recibió a su ex equipo en eliminatorias europeas, como la del Rijeka en 2014. Ahora, el reencuentro es a lo grande, en la misma Zagreb de la que huyó en plena guerra para encontrar el calor de Sevilla. En un partido con el rutilante soniquete de la Champions. ¡Pero cómo hemos cambiado!, se dirán Sevilla y Suker, Suker y Sevilla.

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