Antonio Amaya. Futbolista del Real Betis Balompié

"Hay niños gitanos en las Tres Mil que juegan al fútbol que es una locura"

  • Amaya apuesta por la integración de su raza y, junto a su hermano Iván, quiere dedicarse a ello cuando cuelgue las botas "El flamenco es mi otra pasión, pero si canto no para de llover en toda la Semana Santa", bromea

Es el central de moda en el Betis. Ha pasado de no jugar apenas a ser titular indiscutible en un equipo que respira una vez que le han levantado la sanción más injusta. Pero Antonio Amaya Carazo (Madrid, 31 de mayo de 1983) es más que un futbolista. Es una persona comprometida, un hombre orgulloso de ser gitano y decidido a luchar, cuando le llegue la hora, por la plena integración de los suyos.

-¿Qué lección ha aprendido tras su cambio de rol esta temporada?

-La pretemporada fue un poco amarga para mí porque no se contaba mucho conmigo, pero nunca bajé los brazos y seguí trabajando a la espera de mi oportunidad. Cuando surgió, la aproveché y el míster ha sido justo conmigo y me ha dado continuidad en el equipo.

-Antes de eso jugó con cuentagotas, y ante Rayo, Málaga y Sevilla. ¡Vaya partiditos!

-Me tocó bailar con la más fea, es cierto. Pero después de esos partidos perdidos en situaciones muy complicadas llegó el del Madrid y el equipo lo sacó adelante. Fue ahí cuando gané confianza y el míster me la refrendó.

-Un partido clave. Y con Dorado como pareja. ¿Se entendían tan bien quizá por ser complementarios?

-No sé si fue casualidad o no, porque creo que mi estilo no varía nada sea quien sea mi compañero. Pero es verdad, la temporada pasada incluso salió una estadística que reflejaba los buenos resultados que se daban cuando jugábamos Chechu y yo, ya que la mayoría de partidos acababan con victoria. Pese a todo, creo que me complemento bien con Mario, con Paulao y con Perquis, ya que todos son grandes defensas.

-Lleva razón. Dígame qué es lo que más le gusta de cada uno.

-Chechu es uno de los centrales que mejor saca el balón jugado, Mario es el central más agresivo y contundente que he tenido como pareja, Paulao es la serenidad, un central que te da seguridad, y a Perquis me cuesta más definirlo porque lo veo muy parecido a mí, es un gran central. La verdad, aunque está feo que lo diga yo, es una plantilla confeccionada con muy buenos centrales, muy competitivos.

-Pero en Anoeta no estuvieron bien. ¿Tanto cuesta cerrar un partido para que no se vuelva loco?

-Es cierto. Ese día no estuvimos bien. Y nos faltó lo que dice, cerrar el partido con el 0-2. Pero la Real es un equipazo y aprieta muchísimo, ¡eh!

-¿Puede el Betis pelear con ese equipo y con el Valencia por cuarta plaza o con entrar en Europa ya es suficiente?

-Es muy difícil jugar la Champions y no por pelear contra la Real Sociedad o porque el Valencia sea mejor que nosotros. El Betis va a luchar siempre por lo mismo, por ir partido a partido y sumar el máximo posible, ésa es nuestra ilusión y no sabemos adónde nos llevará.

-¿Por qué no triunfó en su etapa en el Wigan?

-Llegué por Roberto Martínez, que llevaba años detrás de mí, y lo hice cuando el equipo estaba ya en pretemporada y con falta de ritmo. El míster no me dio oportunidades desde el principio y allí, lejos de casa y de la familia, en un país con una cultura tan diferente, el idioma... Se juntaron una serie de cosas que me hizo no estar a gusto. Todo lo contrario que en Sevilla, donde estoy como en mi casa, en una ciudad alegre que va con mi forma de vivir.

-Y eso que usted es un central muy inglés...

-La verdad es que sí, pero no contaron al principio conmigo y fui decayendo, me vine abajo. Y cuando un futbolista no está bien psicológicamente no puede aportar nada en un campo de fútbol. Me quedé un poco con la espinita clavada de no haber al menos jugado una serie de partidos, porque es una liga muy bonita, pero a la vez muy diferente a ésta, muy física. Ni mejor ni más profesional, distinta.

-Cambiemos de tercio: ¿Qué fue el Club Deportivo Los Chunguitos?

-¡Uf! Se me pone la piel de gallina sólo con recordarlo. Fue un equipo que fundó mi padre cuando éramos muy chiquititos y lo pasamos muy bien. La mayoría éramos de etnia gitana y disfrutamos mucho cuando niños.

-Raúl, entonces en los escalafones inferiores del Atlético, vivía también en San Cristóbal de los Ángeles y era amigo de su hermano Iván...

-... Y jugó con nosotros. Él siempre quería el diez y el brazalete. Se crió con nosotros en el barrio y la verdad es que me siento orgulloso de él porque ha sido uno de los más grandes del fútbol español.

-¿Fue su hermano Iván el espejo en el que siempre se miró?

-Sí. Gracias a él y a sus consejos, y a mi padre, soy futbolista. Me saca seis años, él llegó al mundo profesional muy joven y siempre me miré en él para tener el camino más fácil.

-¿Algún otro referente?

-Yo me crié desde niño en la cantera del Rayo y siempre me fijé en un central quizá poco conocido pero que me encantaba, Jean François Hernández. Luego lo firmó el Atlético de Madrid y no triunfó allí, pero era un central espectacular, con unas condiciones tremendas y súper elegante. Jugó con mi hermano y yo siempre quise hacer las cosas de Hernández. Además era una fantástica persona, con mi hermano se portó muy bien.

-Su hermano toca bien el cajón. ¿Usted se defiende con algo o sólo toca las palmas?

- Después del fútbol, el flamenco es lo que más me apasiona. Nada más terminar el entrenamiento, viene el flamenco y que se quite todo lo demás. Mi hermano sí toca la caja y el flamenco lo llevamos en la sangre, aunque mi padre siempre quiso llevarnos por el mundo del deporte. No me ha dado nunca por cantar, me conformo con acompañar un poquito, porque si canto se lleva lloviendo toda la Semana Santa.

-¿Maneja el vestuario en ese aspecto?

-Bueno... La verdad es que éste es el equipo más flamenco de la Primera División, estoy seguro. El míster ya lo tiene claro: antes de los partidos nos deja encender el altavoz y yo me encargo de poner la música y todos a escuchar flamenco.

-Más bien flamenquito, ¿no?

-Flamenquito. Muy puro no porque se me aburren.

-Su padre fue vendedor ambulante. ¿De no ser futbolista hubiese tenido la misma profesión?

-Quizá. Porque lo estudios no es que me fueran bien. Me crié en un barrio muy humilde, con muchos problemas y, seguramente, me hubiera dedicado a la venta ambulante, lo que ha hecho mi padre toda la vida y nosotros de pequeños.

-Pero tampoco es que hayan pasado necesidades, y menos una vez que Iván llegó...

-Necesidades no. Y, además, le digo una cosa, éramos igual de felices o más que ahora, porque mi padre siempre nos llevó por el buen camino. Pero la vida ha cambiado, de salir a vender y pasar frío a vivir de lo que hemos luchado toda la vida por ello.

-Y su padre dejó de vender...

- Desde que mi hermano firmó su primer contrato profesional, mi padre dejó la venta ambulante. Ése siempre fue nuestro sueño, ganar dinero para salir adelante. Y el pionero fue mi hermano. Nosotros vivíamos seis en un piso de 50 metros cuadrados, muy pequeñito, y con el primer contrato mi hermano compró una casa grande y nos sacó adelante a todos.

-¿Han montado algún negocio?

-No. Aunque sabemos que el fútbol se acaba y hay que buscarse un futuro. Pero cuando deje el fútbol o, mejor dicho, cuando el fútbol me deje a mí quiero ser entrenador. El fútbol es mi pasión y me gustaría.

-Noto que los futbolistas de este Betis ven mucho fútbol. No es muy normal eso.

-Lleva razón. En este vestuario gusta mucho el fútbol. Aquí hablamos de la liga inglesa... Éste no es un equipo que se entrena y luego haga otra vida, aquí gusta mucho el fútbol.

-¿Su hijo mayor comparte su afición?

-Cumple 8 años hoy y, de momento, lo he apuntado en el equipo de la Fundación del Betis y está muy ilusionado. Pero no soy de los padres que quieren que su hijo sea futbolista a toda costa. Los tiempos han cambiado y quiero que estudie y disfrute con el fútbol. No le voy a exigir que llegue a Primera División ni nada por el estilo, sólo que se divierta. Tengo tres hijos y sólo quiero que sean deportistas para que se quiten de todo lo malo.

-El gitano lleva la música en la sangre. Pero futbolistas no salen demasiados...

-Hay grandísimos futbolistas, pero no llegan. Yo tengo familia en las Tres Mil Viviendas y, cuando voy, veo a los niños y juegan al fútbol de manera espectacular, una locura. Los cracks salen de los barrios humildes, pero el problema de los gitanos es que cuando tienen 14 o 15 años empiezan a tontear, otros se casan... La verdad es que en eso los gitanos tenemos que modernizarnos mucho, porque estoy seguro de que habrían salido muchísimos futbolistas buenos.

-El fútbol, además, es una magnífica vía de escape.

-Pues sí. Yo tengo la idea el día de mañana, con mi hermano, de dedicarnos a la integración de los niños gitanos, de hecho ya hicimos algún campus. Es muy importante ofrecerles alternativas y educarlos en el deporte para que el día de mañana puedan jugar en un equipo como el Betis.

-Hoy se habla mucho de racismo en el fútbol, ¿lo ha sentido usted?

-No. Soy de padre gitano y madre paya, pero me considero gitano y me siento orgulloso. El otro día hablábamos en el vestuario de todos estos reportajes que se hacen sobre el racismo, la xenofobia... En la televisión siempre sacan lo peor, lo que vende: la chabola, el robo, la droga... Y no todo es así. Podrían hacerse reportajes de gitanos muy diferentes, que ayudarían a la integración, y la gente se llevaría una sorpresa con la gente de nuestra raza, que es diferente, especial, con sus virtudes y sus defectos pero muy bonita y alegre.

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