atlético - sevilla · marcaje al hombre

Un limpio puñetazo al miedo escénico

  • Beto demostró en su precipitado debut que tiene oficio, transmitió confianza y no se arredró pese al alto voltaje del envite. Buen juego de pies y determinación en el arreón final atlético.

Si hay una posición en la que un entrenador se puede permitir hacer debutar a un recién llegado, ésa es la portería. Beto se estrenó con el Sevilla en un partido de alto voltaje, sin duda uno de los choques con más electricidad que se pueden vivir actualmente en España con el exorno vibrante de jugarse una final de Copa. Por ello, Unai Emery prefirió al portugués, internacional con su país y con una vasta experiencia incluso en Champions a sus 30 años, que a Julián. Y el meta procedente del Sporting de Braga dejó muestras de que puede competir con Palop, algo que era impensable con el joven canterano, al que aún le queda mucho recorrido a sus 21 años.

Beto, al que algunos califican como el segundo portero de Portugal por detrás de Rui Patricio, no tuvo excesivo trabajo con la especialidad de los porteros, las manos, pero cuando las acometidas atléticas vencieron la dura oposición de la zaga sevillista tuvo la suficiente confianza y determinación. Ocurrió en la primera parte, cuando Koke remató una pase mortal de Adrián y lo despejó por bajo, y al final del encuentro, en el último arreón del Atlético: sacó la volea de Cebolla Rodríguez junto al palo y despejó con un limpio puño que alejó cualquier peligro el posterior córner, ante Diego Costa, al que golpeó involuntariamente con su gesto legal. Es el oficio de la edad, de la madurez de un meta de 30 años.

Ese oficio es el que le permitió asentarse con calma en el encuentro y transmitir confianza a los hombres que tenía por delante y a los que apenas conocía de un día. Tanto fue así que los centrales lo buscaron desde el principio con continuas cesiones atrás, cuando la presión con la que el Atlético maniató al Sevilla durante toda la primera parte impedía sacar el balón con limpieza desde atrás. Y el portugués evidenció que atesora bagaje en el juego de pies para elegir siempre la mejor opción. Si el delantero está demasiado cerca, patadón y tentetieso. Si el margen es un poco mayor, control y despeje orientado. Si nadie lo hostiga, búsqueda del compañero mejor colocado para rasear la pelota e iniciar la salida desde atrás.

Ese abanico de jugadas con el pie dejó Beto durante la primera mitad. En ese periodo de desazón, el meta luso estuvo muy atento a los posibles errores en los despejes o a los balones a la espalda de la zaga. Rápido y tenso, salió más de una vez de su zona sin miedo ni ganas de dejar resquicio alguno a su desnuda espalda. Sólo una vez estuvo vendido de verdad, al filo del descanso, pero Diego Costa cruzó demasiado.

En la segunda mitad lo dejaron vendido dos de sus compañeros de zaga. Primero Spahic, tras la clara falta de Diego Costa previa a sus manos. Y luego Fernando Navarro, con una jugada similar. Diego Costa le lanzó el penalti las dos veces por la misma zona. Adivinó el segundo, pero no llegó. Su fuerte no es la envergadura para llegar a un penalti esquinado, aunque al final sí que demostró arredros. En el arreón del Atlético, sostuvo a su equipo. El Sevilla, ya con 9, regaló faltas y córners, pero Beto emergió y sacudió el miedo, a puñetazo limpio.

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