Sueños esféricos
  • Hay que explotar la torrencial ola de la opinión pública para abatir tanto machismo

La proyección del beso de Luis Rubiales

El célebre beso de Brezhnev y Honecker. El célebre beso de Brezhnev y Honecker.

El célebre beso de Brezhnev y Honecker. / Kay Nietfeld (Efe)

HASTA la actriz Natalie Portman o la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, mostraron este domingo su repulsa y condena al beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso. El rosario de personalidades con más o menos influencia en la opinión pública es un torrente con un caudal que ya quisieran nuestros secos pantanos.

El beso inmoral, que pareció robado de otro siglo, adelantó por la derecha en popularidad, que no en empatía, al que le dio Iker Casillas a Sara Carbonero cuando toda España, o casi, era un puro abrazo de júbilo. Tal es la dimensión del indignante abuso de poder, que el beso va camino de ser tan inmortal como aquel de dos tiernos jóvenes parisinos que captó el fotógrafo Robert Doisneau. O el que pintó Gustav Klimt. O el que se dieron John Wayne y Maureen O’Hara bajo la lluvia irlandesa en El hombre tranquilo. Incluso el beso, éste menos glamuroso, que se dieron el dirigente soviético Leonidas Brezhnev y su colega alemán Erich Honecker.

A diferencia de todos los referidos y comparados, el beso de Rubiales no contó con el consentimiento de la pareja. Bueno, mejor dejar al margen el de los dos conocidos comunistas, que la política hace extraños compañeros de cama (otra perla de Churchill)... Pero ese papel tan doloroso que a Jenni Hermoso le tocó protagonizar debe ir mucho más allá del juicio paralelo en las redes. Hay que agitar y agitar para que las ondas del tsunami no se aplaquen mientras el machismo y la discriminación de género siga latiendo como late.

De momento, Rubiales no dimitió para que, al ser invitado a irse por la FIFA, sea un delfín de su cuerda, Pedro Rocha, quien tome las riendas y convoque hoy a los suyos, a esa red de clientelismo. Hay que ir a por esa mala raíz y arrancarla. Por mucho que entre ellos mismos se estén dando besos... de Judas.

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