Athletic - Sevilla · la crónica

No se puede ser líder con tan poco (1-0)

  • El Sevilla pierde la oportunidad de encabezar la tabla por la sencilla razón de que se vio superado por San Mamés. El Athletic tuvo bastante con el temprano gol de Aduriz ante un rival que jamás se sintió cómodo.

Decepción grande para el Sevilla en San Mamés. La oportunidad de ser líder de la Primera División con diez jornadas disputadas ilusionaba al sevillismo, pero éste no se vio correspondido con lo expuesto sobre el césped por sus futbolistas. No se puede alcanzar la cima del fútbol español con tan poquito juego. Porque el equipo de Emery, al contrario que en otras ocasiones, se desmoronó en el primer golpe que recibió en su visita al coliseo bilbaíno y no fue capaz de reaccionar para darle la vuelta a la situación. Fueron, pues, 80 minutos de frustración después de que Aduriz empalmara el gol que le dio un justo triunfo a un Athletic que sólo se parece al del pasado curso en su equipación. 

Oportunidad perdida, por tanto, para el Sevilla para seguir creciendo como equipo, para dar ese pequeño salto hacia la zona más noble del fútbol español. Y la pregunta surge con rapidez, sobre todo después de haber oído las advertencias del propio Emery a lo largo de la semana. ¿Tiene nivel este Sevilla para convertirse en una alternativa seria? La respuesta es un no rotundo, el listón de esta plantilla se sitúa en torno al quinto o sexto puesto del ranking del balompié español, todo lo que sea más que eso será un éxito y lo que esté por debajo, pues se podrá considerar que no cumplió con las expectativas para las que fue confeccionada. 

Ésa es la auténtica realidad y así quedó reflejada sobre la hierba del magnífico recinto que han construido en Bilbao para practicar el fútbol. El Sevilla salió bien dispuesto, con un equipo en el que retornaba Vitolo para confeccionar el que ha sido el once más titular para Emery en estas diez primeras jornadas del curso. El técnico vasco aparcaba su apuesta valiente por los dos delanteros y optaba por un mayor equilibrio en la línea que se situaba detrás de Bacca. A priori, lo normal, aunque reste por ver el resultado de la pareja Iago Aspas-Bacca, sobre todo teniendo en cuenta que el gallego había acumulado méritos para ello en el compromiso copero. 

Y lo cierto es que el Sevilla iba a arrancar de una manera prometedora pese a que el Athletic desenterraba el hacha de guerra no más comenzar. Ni siquiera un minuto y tarjeta amarilla a Aduriz por plantarle su rodilla en la espina dorsal a Krychowiak con la clarísima intención de marcar el territorio y de hacerle pupita al polaco. Pero Emery había planteado un partido valiente, con una presión muy arriba y con el deseo de aprovechar los nervios que está sufriendo el cuadro de Valverde en este inesperado arranque del curso. Incluso, la primera ocasión clara de gol llegaría a los ocho minutos, pero Aleix Vidal, con una situación más que favorable, careció del toque que demostró el malaguista Amrabat la noche anterior en Anoeta. Su golpeo fue demasiado fuerte y Bacca no pudo llegar a rematar cuando lo más fácil hubiera sido que el Sevilla se pusiera por delante en ese momento. 

No lo hizo y no tardó mucho en ser castigado por ello. Un balón colgado, repelido hacia el costado, donde Susaeta se hallaba demasiado solo y su centro es empalmado por Aduriz con un excelente golpeo. Uno a cero para los locales y la película cambia de manera abrupta a partir de ese instante. Cuando un equipo arranca los partidos por los nervios que incrusta en el cuerpo de los futbolistas la mala racha, lo mejor que le puede pasar es marcar un gol pronto y justo eso es lo que había permitido el Sevilla que hiciera el Athletic, sobre todo porque debió ser al revés. 

Es cierto que aún resta una eternidad por delante, que hay tiempo más que de sobras para recomponerse y para seguir igual que en el arranque, pero no, aquello había sido el punto de inflexión para que todo variara. El gol dejó muy tocado a un Sevilla que ya no sabía si debía optar por apretar arriba o por buscar un fútbol directo ante la presión que ahora sufría por parte de los puntas del Athletic. No hizo ni una cosa ni la otra y cada vez se mostró más como un equipo sobrepasado por la situación, por haber encajado un golpe inesperado. Ya no dominaba el juego, sino todo lo contrario. 

Pero cabía esperar muchísimo más de un Sevilla que tenía el liderato a tiro, por supuesto que sí y aún había mucho partido por delante. Sin embargo, cuando Denis Suárez, absolutamente solo en el punto de penalti, remata de cabeza con una inocencia supina para que el balón llegue a las manos de Iraizoz ya se podía barruntar que aquello no pintaba bien. También en los múltiples centros del gallego tanto en faltas como en córners que no hacían ni el más mínimo daño al rival. Esa fase, además, coincide con el momento en el que Estrada Fernández se inhibe y diferencia muy bien de la primera y de la segunda tarjeta amarilla. Tal vez Aduriz, Mbia e Iturraspe debieron irse a la ducha expulsados antes del descanso. 

En ese periodo de reflexión, Emery opta por Banega y por Gameiro en busca de darle un vuelco a la situación. El Sevilla quiere, es cierto, tiene actitud y no se resigna a marcharse derrotado, pero la realidad es cruda con él y el equipo se verá sobrepasado por San Mamés durante todo el segundo periodo. Jamás el dominio territorial se iba a convertir en un arma verdadera para amedrentar a un Athletic que cada vez se sentía más cómodo con el marcador y con la situación. El Sevilla era un tratado de impotencia y no había más que ver los gestos tanto de Emery como de los futbolistas que estaban sobre el césped. Aunque Banega sí había mejorado la circulación del balón, la repercusión en la zona de gol es cero y las únicas opciones de gol, mínimas, llegaron a través de rebotes. Está claro, no se puede ser líder con tan poquito fútbol.

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