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De repente, una oportunidad

  • El Sevilla acaricia hacer de nuevo historia y sueña con meterse en una final con que salvar el ejercicio. Palop no llega a tiempo y Beto debutará sólo un día después de su desembarco.

Hace un mes, o menos incluso, a cualquiera de los sevillistas que este mediodía esté paseando con su bufanda o su camiseta por la Plaza Mayor de Madrid, no se le hubiera ocurrido pensar que iba a volver a tener el gusanillo en el estómago. Pero en sólo dos semanas Unai Emery ha dado la vuelta como a un calcetín no sólo al equipo, sino al comportamiento de la afición y eso es mérito suyo. Porque la verdad es que no hay que hacer grandes cosas para ganarse el aliento de una hinchada tan fiel. Emery no tenía que cambiar el decorado en demasía, sólo algún toquecito en los cuadros que estaban torcidos. Ahora la alegría es otra, el ambiente festivo vuelve a ser el acompañante de un partido de fútbol en lugar del pesimismo y eso es algo que también lo palpan los futbolistas que hoy se juegan el honor de estar en una final de la Copa de SM el Rey.

Y ésa es una oportunidad que, tal y como se le puso al Sevilla la temporada, no pueden dejar escapar los profesionales con nómina en el club nervionense. Meter la cabeza en ese partido significaría muchas cosas, todas menos sacar otra vez el pecho y los dientes ante los que exigen que se reconozcan los errores de una planificación con actuaciones a salto de mata. Significaría que los ojos de los viejos aficionados que dijeron aquello de que ya habían visto lo que tenían que ver cuando el Sevilla enlazó seis títulos vuelvan a ponerse brillantes ante la posibilidad de vivir otra final; significaría que la maquinaria de los sueños se empezaría a poner en marcha; otra vez los nervios por organizar una final, la fiebre por las entradas; significaría sellar la presencia en la próxima edición de una competición europea...

Pero para todo eso hay que pasar la eliminatoria, pues no caben cuentas de la lechera sin primero pasar el examen y eliminar al Atlético de Madrid después de los 180 minutos de juego que empiezan su cuenta atrás esta noche en el Vicente Calderón, un estadio inexpugnable donde reside un equipo rocoso que además cuenta con una figura mundial como Radamel Falcao. Es la gran incógnita del partidazo de esta noche, su presencia. El colombiano se lesionó hace dos semanas en las que ha vivido entre almohadones para liderar el ataque del equipo de Simeone, aunque el Sevilla tampoco es que deba obsesionarse con eso. Uno de los secretos del cambio experimentado con Emery ha sido ajustar tanto el sistema defensivo hasta el punto de haber recibido un solo gol en cuatro partidos. Volver con la puerta a cero ya sería un triunfo ante un equipo que, con Falcao o sin Falcao, seguro que va a tener ocasiones claras para marcar. E igual de mala uva tiene Diego Costa que el Tigre cuando ve presa en el interior del área. Serán, por tanto, estos metros de terreno un campo de minas por el que deberán moverse con mil ojos y sumo cuidado Fazio y Spahic. El argentino, además, en el que puede ser su último partido como sevillista tras siete años en los que se ha hecho futbolista de verdad.

No obstante, la muralla que de verdad debe apuntalar Emery para que no la derribe el Atlético es la del centro del campo y ahí el hacer de Kondogbia, Medel y Maduro cuando haga falta está mucho mejor coordinado que en la etapa de Míchel. Digamos que en el Sevilla, con un Reyes pareciéndose más al que la afición quería, lo único por cuestionar es si Beto, que tal como llegó a Sevilla se embarcó a Madrid con el equipo, encajará en el grupo de forma súbita y no acusará la enorme presión del Calderón. Palop soñaba con despedirse del club que le dio toda la gloria con otra cita para la historia, pero no pudo recuperarse plenamente de su contractura. ¿Será en la final?

Será vital para el Sevilla que Beto responda. Y los puntales, también. Negredo tiene las pilas puestas, Jesús Navas hasta se acerca al gol, a Rakitic le falta poco para echar raíces, Fernando Navarro ha comprobado que no tiene por qué pasar nada si atraviesa la línea del centro del campo... La prueba de que todo el mundo se enchufa cuando hay aire fresco y se le ve la punta al trabajo es el estado de ánimo del equipo. La afición, además, ha dejado el pañuelo en casa y, con crisis y todo, ya se plantea otras vez viajar con su equipo...

Es un partidazo, una fiesta en mitad de lo que parecía un entierro. Y es que la temporada y el proyecto se iban a pique y, de repente, aparece una oportunidad. ¡Y vaya oportunidad!

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