Cajasol 66-77 dkv joventut · la crónica

¡Qué vida más triste!

  • El Caja se hunde sin remisión sin ofrecer nada positivo · La grada pidió dimisiones por doquier

Pitos, pañuelos y desazón. Esto no es un equipo, sino un dolor. No es una exageración. Duele ya ver a esta plantilla que se desmorona siempre. La directiva pagó el enfado de la parroquia y los jugadores y entrenadores no se sabe bien dónde purgarán sus penas como el negocio se vaya al traste. Undécima derrota cajista y la permanencia cada día más utópica.

Querer y no poder. Así se resume una primera parte sin acierto, errática en el perímetro, oscura en la anotación, aquella virtud que se le presuponía a este grupo. Con 23 puntos se marchó el Cajasol al vestuario en el descanso. A casi punto por minuto. Atacar es un túnel negro, en el que hay balones que se salen de dentro, pérdidas infantiles y demasiado bote sin provecho. La defensa, pues la Penya encestó 35 puntos, permitió que la distancia no fuera abismal. Sólo 12. ¿Sólo?

La angustia de este Cajasol no desaparece. Empezó con tanta garra defendiendo que se ganó el respeto del Joventut en un inicio corto de puntos. Rivero robó y asistió; Ricky Rubio, mal, tiró para el banco, pero Hernández-Sonseca y un par de triples elevaron la moral verdinegra. Caner-Medley, pundonoroso, tiraba del carro y, mira por dónde, un puntito separaba a ambos al toque de bocina del final del primer cuarto: 11-12.

Pasó lo de siempre y en cinco minutos el DKV Joventut tiró millas. Tan simple como sacar petróleo del embotamiento local en ataque. Savanovic devolvió una canasta inicial de Ribas y todo se nubló. La Penya se marcó un parcial de 0-12 con un Collins empanado, con Ribas haciendo pupa y Laviña impartiendo clases de baile de salón a Ignerski, concretamente la lección de movimientos laterales.

Cuando debió despertar el Cajasol, estando 15 abajo en el minuto 20, enjugando cinco puntos y teniendo la posesión, Caner-Medley hizo pasos y luego Wright anotó dos tiros libres. De estar a ocho a 12. ¡Qué vida más triste! Tanto, que un triple de nueve alumbró la estadística local en los dos primeros cuartos: 11%.

El estrés, lejos de ir a menos, creció. El Joventut, y cualquier rival cajista, sabe que si presiona la salida del balón, los sevillanos tiemblan, se quiebran. Fragmentación del equipo, se llama. El enésimo calvario del vía crucis nació en este tercer cuarto y tuvo su culminación en el último. Un triple de Miso, segundo del día, espoleó durante segundos a los locales.

Con un parcial de 0-7, los verdinegros dijeron que el partido era suyo para elevarse por 16 sobre su adversario. Sito Alonso, sin recambio aún de Mensah-Bonsu, sin el lesionado Norel y con el mermado Ricky Rubio, hizo que sus jugadores, cual tiburones, olieran, mascaran la sangre del moribundo Cajasol. Presión a tope, robos continuos y canastas fáciles. Los sevillanos estaban ya fuera de onda, como llevan la campaña de cabo a rabo por el momento. Aún se tiene que tirar de los pelos Joan Plaza por ser el Madrid el único equipo que ha perdido contra el farolillo rojo.

Estaba roto el Caja y el Joventut no paró, martilleando por fuera sin compasión y con un Collins fuera de sitio, peleado consigo mismo y con los árbitros. El base, que dejó buenas sensaciones sin dormir en su estreno contra el Barça, fue ayer un lastre. No corre, se harta de botar, no tira ni estando solo y encima deja que Ribas y Mallet jueguen a su antojo. O se entera de qué va la película o mal va el equipo.

Cerca de 20 abajo afrontó el último cuarto el Cajasol. Jasaitis y Jagla, la doble jota verdinegra, torpedearon el aro local y la hinchada no aguantó más. Estalló. A 25 puntos distanció Ribas a la Penya ante los gritos de la afición pidiendo la dimisión de Oriol Humet, de la directiva al completo, los pañuelos poblaron las gradas y más de uno tendría como destino los ojos porque el equipo da pena, está para llorar, para soltar mil lágrimas de rabia porque el invento, el proyecto, los 20 años, se van al garete.

Llegados a este punto cabe la reflexión de si no será mejor refundar el club, empezar de cero. Cabe también en el triste discurso acordarse de qué responsabilidades tiene Humet y su equipo en todo esto, de por qué el agente Arturo Ortega preñó de jugadores apadrinados por él esta plantilla, de por qué se fue Bennett, de por qué tanto desastre con los bases, de por qué hay jugadores que vienen a Sevilla a trabajar y bajan los brazos... Ya no hay más soluciones de última hora, ni despedidos a quien cargarle el muerto. Los que están en nómina que saquen esto adelante o nos vamos todos al INEM, donde ya hay overbooking para varios años.

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