Los acontecimientos sistémicos
Análisis
El 'Brexit', el auge de los populismos, el envejecimiento de la población o la explosión de las clases medias son algunos de los hechos que pueden tener repercusión económica mundial
DISTINGAMOS el riesgo sistémico de otros acontecimientos, no necesariamente catastróficos, que comparten el calificativo. Especialmente arraigado en la economía, el riesgo sistémico hace referencia a la posibilidad de que una perturbación -por ejemplo, en un sector concreto, como el energético- pueda terminar afectando gravemente a otros y, por extensión, a toda una economía, como la española, tradicionalmente dependiente de su importación. Tras la crisis de las subprime en Estados Unidos, los focos se centraron en el sector financiero, donde se mueve mucho más dinero que en el sector real, es decir, el del comercio y la producción, pero sobre todo porque al operar en uno de esos mercados que se denominan eficientes, donde los agentes reaccionan de manera completa e inmediata frente a cualquier acontecimiento o perturbación, se le reconoce una extraordinaria capacidad de contagio.
Precisamente el contagio y, como consecuencia de ello, la posibilidad de repercusión mundial, es la principal característica de los acontecimientos sistémicos, que no necesariamente tienen que ser el preludio de catástrofes universales. Conviene distinguir entre acontecimientos sistémicos de carácter cíclico o temporal y las grandes tendencias, sobre todo porque a veces resultan contradictorias sus consecuencias a corto y largo plazo. Por ejemplo, en el caso de la energía, donde la caída del precio del petróleo puede ser calificada como un acontecimiento de carácter sistémico beneficioso para los países no productores, aunque sus consecuencias a largo plazo sobre el medio ambiente y el efecto invernadero pueden resultar adversas, no sólo porque pueda prolongar el flujo de las emisiones, sino también porque podría desincentivar el esfuerzo inversor e innovador en energías renovables.
Las crisis financieras responden claramente al perfil de sistémicas por su velocidad de contagio, pero es discutible que deban calificarse como macrotendencia. Estados Unidos consiguió en un periodo relativamente corto de tiempo enderezar los cimientos de su economía, tras la caída de algunos de sus gigantes financieros, aunque el contagio provocó su reaparición posterior en Europa, a raíz de la crisis de la deuda soberana, que a punto estuvo de acabar con el Euro, tras hundir la economía griega. Aunque en absoluto pueda afirmarse que las heridas estén cerradas o en proceso de cerrarse, es evidente que estamos hablando de conmociones tremendamente contagiosas y, por tanto, potencialmente desestabilizadoras a escala planetaria, pero no se puede afirmar que estemos ante una de esas trayectorias que irremisiblemente marcarán el futuro de varias generaciones.
La economía es particularmente sensible a los acontecimientos sistémicos, sean de la naturaleza que sean e independientemente de su carácter cíclico o tendencial. Por ejemplo, en las elecciones norteamericanas, un acontecimiento de naturaleza estrictamente política, se enfrentan dos opciones marcadamente contradictorias, con importantes implicaciones sistémicas de carácter económico y notables diferencias entre el corto y el largo plazo. Frente al proteccionismo y la discriminación a favor de las grandes corporaciones de Trump, Clinton apuesta por el gas natural y las energías renovables y por la regulación y vigilancia del sector financiero, con el fin de evitar, precisamente, riesgos de carácter sistémico. Se trata de una opción claramente ventajosa para todos a largo plazo, excepto para las grandes multinacionales del petróleo y corporaciones financieras, que probablemente verían perjudicada su rentabilidad a corto.
El capítulo de acontecimientos sistémicos irreversibles resulta particularmente extenso, gracias a las tendencias que impone la globalización, aunque desde la perspectiva que interesa a la economía habría que destacar cuatro. En primer lugar, el papel de China y de los emergentes en la escena política internacional, a pesar de las dificultades actuales de los últimos, tras el hundimiento de los precios de las materias primas y las restricciones de liquidez internacional posteriores al anuncio del final de los estímulos monetarios en Estados Unidos en 2014. En segundo lugar, la formación de grandes bloques regionales de cooperación, a lo que decididamente contribuyen las iniciativas sobre acuerdos de libre comercio, pero con perfiles potencialmente conflictivos por la influencia de los componentes cultural y religioso. Precisamente la tercera tendencia a destacar es que, si bien en la escala regional la intervención militar se mantiene como recurso contra las amenazas de liderazgo, la resolución de los conflictos entre las grandes potencias se traslada desde el terreno militar al de las sanciones y represalias económicas, lo que podría ampliar significativamente el escenario de inestabilidad internacional. Por último, las implicaciones ambientales derivadas de todo lo anterior, pero especialmente de las dificultades para la cooperación contra el calentamiento global en un contexto de grandes bloques regionales con intereses en conflicto.
El Brexit y el auge de los populismos, el futuro de las ciudades, el envejecimiento de la población y la explosión de las clases medias y otros acontecimientos similares permiten ampliar notablemente la nómina de los acontecimientos sistémicos. Lamentablemente, los perfiles de la lucha contra la pobreza y la desigualdad son todavía demasiado confusos como hacer pronósticos.
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