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Economía

Los precios altos en la producción agrícola se pueden prolongar durante dos años

Ignacio Pérez Domínguez, durante la entrevista con este periódico.

Ignacio Pérez Domínguez, durante la entrevista con este periódico. / Juan Carlos Vázquez

Las consecuencias de la invasión de Ucrania por parte de Rusia han tenido un impacto directo en la producción agrícola y ganadera en Andalucía, como en el resto de España y otros países de Europa, traducido en escasez, y consecuente alza de precios, de los principales productos que importamos: grano para alimentación animal y fertilizantes.

Esta preocupante situación se prolongará en el tiempo, según la opinión de Ignacio Pérez Domínguez, economista e investigador de mercado del Centro Común de Investigación (JRC) que la Comisión Europea (CE) tiene en Sevilla y que en las últimas semanas ha estado elaborando un análisis de mercado sobre las consecuencias de la invasión de Ucrania.

Pérez describe la situación que el sector rural vive como una “tormenta perfecta”. “Estábamos en la salida de la pandemia,  que provocó un exceso de demanda, y un contexto inflacionista que no tiene nada que ver con la guerra”, explica el economista, que alerta con ello que los precios de esos productos, así como los costes energéticos –electricidad, gas o gasóleo– de las explotaciones agrarias y ganaderas, ya eran elevados antes de que se produjese la agresión militar de Rusia a Ucrania.

“Es en ese contexto en el que [Vladimir] Putin decide la invasión, y el inicio de una guerra como ésta exacerba la crisis de precios que ya existía”, señala Pérez, que incide en el impacto en la renta de los productores que el coste de los fertilizantes y de  la energía, singularmente el gas natural, estén disparados.

El efecto inmediato es la generación de “pérdidas por mayores costes de los insumos”, enfatiza Pérez. “Con los fertilizantes no hay sólo un problema de altos precios, sino que es que apenas hay producto por efecto directo de la invasión de Ucrania”, afirma, porque afecta a los principales países productores: “Rusia, Bielorrusia están sometidas a duras sanciones económicas, y Kazajastán tiene serias limitaciones al comercio por la situación que la guerra genera en el Mar Negro”.

La carestía de los fertilizantes no es el único problema que acecha al mundo rural como consecuencia de la guerra. También para agricultores y ganaderos se genera un problema porque se corta la producción agrícola de Ucrania.

“La situación creada con Ucrania es un problema muy grave, porque el 30% del aceite de girasol que se consume en la UE”, sostiene Ignacio Pérez, que estima en 10 millones las toneladas de oleaginosas que se importan.

A ello hay que sumar otros cinco millones de importaciones netas de grano.  “Sobre todo maíz y trigo para alimentación animal, al no ser este último grano de máxima calidad”, detalla Pérez, que por ello vaticina que “no va a haber problemas alimentarios para las personas”.

Que falte esa cantidad de producción agrícola se traduce en que hay escasez de pienso y muy caro. Los estudios que maneja Pérez en sus investigaciones de mercado para la CE apuntan a incrementos significativos de precios de los piensos hasta 2023”.

Porque los datos que manejan confirma que este año en Ucrania “la tercera parte de la cosecha se ha perdido”, dice categórico Pérez, que no espera que haya cosecha en Ucrania  hasta la próxima campaña, el año que viene, y sólo en el en el caso de que la guerra haya terminado en pocos meses y sea posible la siembra finales de 2022.

La falta de semillas, precisamente, es otro de los problemas que genera la invasión, porque Ucrania también es un productor importante.

Evolución de los precios Evolución de los precios

Evolución de los precios

“Con toda esa tormenta perfecta, las consecuencias de precios elevados pueden perdurar en el tiempo, y será determinante qué políticas se sigan para atajarlo, teniendo en cuenta que existe una gran conexión de los mercados energéticos con los de la alimentación”, explica Pérez.

“En nuestros análisis de prospectiva medimos corto y medio plazo y, a  medio plazo, todos los números no nos dan grandes cambios globales”, dice el investigador, que añade que si la guerra acaba Ucrania en pocas semanas, “a nivel macroeconómico la UE no se verá especialmente afectada”.

Pero eso no significa que no haya que adoptar soluciones para el corto plazo, porque “el desequilibrio en los mercados agrarios es muy grande”.

Por el lado de la oferta, el economista avisa de que la producción en la UE se verá potencialmente afectada por la falta fertilizantes. “No está clara si habrá merma y cuánta será, en el caso de que haya”, precisa Pérez.

Por el lado de la demanda también hay que hacer frente a varios problemas, y habrá que establecer en que se centra la producción agraria: para alimentación animal, para alimentación humana o para biocarburantes.

“Se podrían aplicar políticas que equilibren, como por ejemplo limitar la producción de biocarburantes a corto plazo para equilibrar los precios de los piensos”, dice Pérez, que insiste en que la alimentación humana no se verá tan afectada.

Una solución alternativa es sustituir la importación que no llega de Ucrania y su área de influencia con importación procedente de otras latitudes, como Argentina y otros países de América. Eso podría obligar a modificar la política de aranceles. Tampoco es probable que se cambiase la regulación de uso de fitosanitarios en los cultivos.

Otra posibilidad, si la importación alternativa no cubre el déficit que generará la falta de producción en Ucrania, podría ser incrementarla en la UE, plantando cereales y oleaginosas en terrenos en barbecho.

 “Es una posibilidad limitada, no está claro que solucione el problema de los insumos”, responde Pérez, que ve en el aumento de las importaciones alternativas a Rusia y Ucrania la salida más factible, aunque en un contexto de precios altos, los países exportadores suelen poner límites a las exportaciones para evitar inflación local y eso también lo condiciona”, concluye.

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