La calle es nuestra
El Fiscal
Las reflexiones de un profundo conocedor de la curia sevillana en plena época de procesiones todavía denominadas extraordinarias
Las cofradías de Sevilla hoy: un baño de realidad
La lección del Vaticano a las cofradías
Baja las escaleras del palacio mientras rumia quejas por no haber usado el ascensor. Siempre se arrepiente. Es una especie de rito particular. En un intento de zanjar la tensión le recordamos que la escalinata bien merece ser usada. "¡Bajar escaleras es muy peligroso! ¡La gente se queja de subirlas, pero bajar siempre es más difícil, como todo en la vida!", exclama con enojo. Está hecho un cascarrabias. Insistimos en agradarle. Le decimos que ha elegido la mejor opción. La escalera es una joya arquitectónica, recordamos. Del mejor siglo XVII sevillano. Pero el efecto es peor: "La tengo muy vista. Y no hagas como los cofrades esos que siempre parecen profesores de Arte, que ese papel no te encaja". Silencio. Vamos al lío. Nos sentamos en un bar, no sin que el encargado haga gestos indisimulados de lamentar que ocupemos un velador para tomar solamente dos cafés. "Vamos a estar 20 minutos", tercia él para acusar recibo de la desaprobación no verbal. La mesa estará libre cuando lleguen los primeros turistas. Adquiere el ademán de quien va a hablar largo rato y con autoridad.
"Mira, hijo, es totalmente irrebatible que hay muchas procesiones, muchísimas. Y de todo tipo. Me reí con eso que escribiste de llegar a casa, poner la televisión y ver en directo el paso de misterio de Cristo de las Aguas en pleno septiembre. Y recuerdo que admitías que ni recordabas que ese paso salía en procesión extraordinaria. Verdaderamente, ya no llevamos la guía al día, esto nos desborda. Pero te invito a que hagas memoria, que ya por tu edad tienes perspectiva más que suficiente. ¿Tú recuerdas los años ochenta? ¿De quiénes era la calle en esa década, por ponerte un ejemplo? Veníamos de la Transición, de aquella Sevilla de alguna manifestación disuelta por los grises en la calle San Fernando, en la que parece que participaron miles de personas. Pues llegaron los ochenta y la calle siguió siendo de los estudiantes, que entonces se manifestaban contra la reforma de los estatutos de la Universidad. Y en Madrid, nunca olvidaré al Cojo Manteca destrozando una cabina a muletazos, una imagen que ahora podemos calificar de icónica. Ahora la calle es nuestra. Sí, nuestra. A costa de excesos, de acuerdo. ¿Acaso no eran excesivas aquellas manifestaciones? Nosotros ocupamos los espacios porque así lo quieren las hermandades, nosotros no fomentamos ni animamos a nada, nos limitamos a estudiar las peticiones y a aprobar las iniciativas que encajan en el derecho al culto público. No destrozamos ninguna calle ni provocamos alborotos, por cierto. La calle más que nunca está tomada por manifestaciones de piedad popular, sobre todo tras la pandemia. Y ya viste que no hay límites. El Cachorro a Roma, la Esperanza de Triana de misión a las Tres Mil Viviendas, la Magna por el Paseo de Colón... No es un hecho aislado, Sevilla no es una excepción. Mira todas las grandes procesiones que hay en otras localidades de Andalucía, sean o no capitales de provincia. Muchas con el apoyo de las retransmisiones de televisión. ¡Eso es importante si lo evalúas con la perspectiva que te pido en este café!".
Está acelerado. Sabe que no nos va a convencer, pero tiene interés en soltarnos su argumentario, que oímos con mucha y especial atención, sobre todo porque el ruido de las maletas con ruedas es muy molesto en ocasiones. "Hay que saber interpretar las cosas con una visión global, con un contexto amplio que tenga en cuenta qué tiempo nos ha tocado vivir. Estamos en una sociedad pos-pandémica, donde la piedad popular es el instrumento más eficaz que tenemos, sobre todo en el Sur, para frenar la secularización. No podemos quedarnos en el coste de los servicios de la Policía Local o en que las procesiones se deben ceñir a la Semana Santa. Hoy tenemos que estar en la calle. Sé que no es tu planteamiento ideal, ni el de muchos sevillanos, pero hemos entrado de lleno en una era de muchas procesiones, como hubo un momento en el que entramos en la del fútbol casi todos los días. No sé cuánto durará esto, pero ahora mismo es muy importante que la calle sea nuestra. Y que los ayuntamientos y la Junta se vuelquen. ¿No hubo muchos años en que los gobiernos socialistas andaluces fueron decisivos para restaurar muchos templos? Pues no veo mal que la Junta haya sido decisiva para llevar pasos a Roma, no seamos tan tiquismiquis. La calle está ahí, es de quienes se decidan a usarla. Son los grandes años de la piedad popular porque así lo han favorecido las circunstancias, el llamamiento del Papa a estar en las periferias, los adelantos que nos permiten trasladar pasos con todas las garantías, antes impensables. Hay que aprovechar y no perder el territorio ganado".
Detiene el monólogo. Un grupo de turistas capta su atención. Fotografían todo, miran el móvil compulsivamente. Nuestro interlocutor se arranca de nuevo tras la pausa, que hemos respetado en escrupuloso silencio: "Fue don Juan José Asenjo el que dijo que Sevilla sin turistas era una ciudad triste, ¿recuerdas? Desde Bueno Monreal los he conocido y tratado a todos. Te aseguro que vamos en la buena dirección. ¿Quién no te dice que una manifestación de piedad popular no sirve para despertar la fe dormida de alguien? En la era de las redes sociales, la Inteligencia Artificial y un mundo cada día más y más globalizado, tenemos que estar en la calle. Y las cofradías son la infantería de la Iglesia de Sevilla, una infantería que se mueve muchas veces en la frontera de la fe, por eso es vital. No caigas en la trampa de quienes pretenden arrinconarnos en siete días al año con la excusa de evitar problemas de tráfico. ¡Hazme caso! El turismo puede ser excesivo, pero si no es por sus ingresos no se restaurarían muchos edificios. Y las procesiones te parecerán también excesivas, pero estamos en la sociedad de 2025 y hacen mucha falta, porque la mayoría de la gente acude a ellas con el corazón abierto. A lo mejor la gente como tú no necesita de esas manifestaciones, pero entiéndelas, comprende cuál es su fin. Don José Ángel tiene toda la razón cuando explica la ola de frío espiritual que hay por otras diócesis de España y de toda Europa. ¿Recuerdas a monseñor Cirarda, el obispo auxiliar de Sevilla que fue pregonero? Un día te dijo a tí que la Iglesia de Sevilla no sabía el tesoro que tenía con las hermandades. Pues ya sabes que no hay tesoro que no se deba sacar y exhibir por una buena causa. Vas a pensar igual que antes de este café, pero estaba obligado a decírtelo y, además, así te veo. ¿Has pagado tú, verdad? Que se me ha pasado el Ángelus otro día más". El encargado del bar respira aliviado. La mesa queda libre. Una pizarra escrita con tiza de colores anuncia que hay sangría y Aperol Spritz. La Giralda se eleva altiva por encima de los siglos y las corrientes.
También te puede interesar
Lo último