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Salida de la Hermandad del Rocío de Triana en 2019
Ni un alfiler. Entrar en San Jacinto resulta una hazaña bastante compleja cuando en el reloj acaban de dar las ocho de la mañana. El regreso a la que fuera sede canónica de la Hermandad de Triana hasta 1982 ha superado las expectativas. Están los que acuden todos los años y los que han venido para no perderse una estampa guardada en la memoria o que nunca han conocido.
La apretura en el templo dominico lleva a muchos a adelantar el desayuno en los bares de la zona. La bulla de la iglesia se traslada al amplio atrio que en pocos minutos se queda pequeño. Romeros, sevillanos que van camino del trabajo (otros se escapan por unos minutos), turistas y medios de comunicación. Mucha prensa. Fotógrafos y cámaras de televisión dispuestos a no perderse la que es, sin duda, una de las imágenes de este Rocío.
Entre el gentío, la reportera de una cadena pública se arrima a dos periodistas locales a los que atosiga a base de preguntas sobre la corporación rociera más antigua de la capital. Los somete a un test de conocimiento romero. Fechas, nombres y otras cuestiones de índole histórica que llega a exasperar al bueno de Javier Márquez, que corta por derecho y se marcha con el micrófono a los adentros de San Jacinto. "Me voy a buscar ambiente", son las últimas palabras que intercambia con la periodista televisiva.
La bajada de las temperaturas se acusa a esta hora de la mañana. A la sombra se requiere ropa de abrigo. Un alivio para los peregrinos que exhiben en este porche la amplia gama estética de la que hace gala Triana. Desde los que dejan su vestir en aras de la improvisación a los que lo llevan todo perfectamente estudiado. Sin que les falte un solo detalle. El pañuelo del cuello a juego con la tonalidad cromática de la cubana. Tan elegantes como pretendidamente artificiosos.
La misa acaba y hay que esperar un largo rato a que la parroquia se desaloje. Casi 30 minutos hasta que el simpecado recibe los rayos de sol. Son las 9:23. Fuera un caballo se resbala y queda patas arriba. Cuesta trabajo ponerlo en pie. No es el único. Varios equinos sufren incidentes similares en el pavimento de la calle San Jacinto, donde un marmolillo no retirado a tiempo dificulta el transitar de la comitiva. Algún que otro jinete queda herido.
En el atrio a un vecino le viene a la memoria la fotografía de 1936. La estampa del estreno del simpecado trianero bajo el dintel de San Jacinto. Imagen que se reproduce en ese preciso momento, cuando la obra diseñada por Gómez Millán pasa de mano en mano hasta alcanzar el cancel.
El lento discurrir lo presencia un grupo de mujeres dominicanas (no confundir con dominicas). Una de ellas luce un generoso escote palabra de honor que se convierte en punto de fuga de las miradas aviesas. Lo que ahora ven les recuerda mucho a Sicilia. A la religiosidad popular de la isla italiana.
Tras los vivas de rigor, comienza el discurrir por las entrañas de un barrio que despide a los romeros de cintas verdes en el Cachorro. Atrás queda San Jacinto, que este miércoles ha desempolvado la historia rociera de la vieja cava. La memoria que se salió del azulejo. La que remata un avemaría. "Nació aquí mi romería para gloria de Triana".
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