Esmeralda Valderrama | Bailarina, coreógrafa y fundadora de Danza Mobile

“El arte es una herramienta de cambio social muy importante”

Esmeralda Valderrama, fundadora de Danza Mobile.

Esmeralda Valderrama, fundadora de Danza Mobile. / Danza Mobile

Hace más de 40 años, Esmeralda Valderrama (Madrid, 1958) era una bailarina que se ponía enferma en las audiciones comprobando que todas tenían que ser de una determinada medida. La danza para ella era algo más que cánones y lo descubrió al conocer a Maite León y su psicoballet y bailar rodeada de personas con discapacidad. Luego se instaló en Sevilla donde, con la ayuda del psicólogo Fernando Coronado, abrió Danza Mobile, que ha convertido en su forma de vida. Y la pequeña escuela ha evolucionado en un gran proyecto de discapacidad, arte, participación e inserción laboral calificado por Forbes como una de las mayores otras fortunas de España.

–Danza Mobile cumple 25 años convertida en un referente internacional. 

–Sí, hubo un tiempo en el que casi éramos más conocidos fuera. Participábamos en festivales de danza inclusiva y éramos referencia en Europa porque casi no había compañías que trabajaran con discapacidad intelectual, como nosotros. Luego, el festival Escena Mobile nos hizo también muy visibles fuera y, poco a poco, hemos entrado también aquí en circuitos normalizados, como el de Palma del Río, y hace ya un tiempo que estamos en la programación del Lope de Vega de Sevilla, gracias a que personas muy determinantes para nosotros como Antonio Álamo quiso contar con el teatro inclusivo. Y nos han dado el Premio Max de carácter social...

–Hacéis mucho bien social, aunque ése no ha sido vuestro fin, ¿no?

–En ningún  momento. Evidentemente, los premios se agradecen mucho, pero mi objetivo es artístico. Lo que ocurre es que el arte es una herramienta de cambio social muy importante. Es un lugar de encuentro. Todos nos encontramos en el arte tengamos diferentes cultura, idiomas... En esto no es que rellenes una ficha y alguien te juzgue y diga si está bien o mal, se trata de potenciar la creatividad y de ir probando tu identidad. 

–Y de celebrar la diversidad. Eso ha costado, ¿no? 

–Sí. Todos somos diferentes. Cuando voy a dar charlas a los colegios los niños entienden rápidamente esa diferencia. Captan pronto que el tonto es el que dice tonterías y que una persona con síndrome de Down puede ser tonto o no, según lo que diga. Como tampoco está malito si es que no está enfermo en ese momento. Los niños no tienen problema, somos nosotros los que les metemos consignas raras.

–¿Las familias ayudan? 

–Los padres son los padres... pero no tiene nada que ver la situación de hoy con lo que pasaba hace 25 años. Por fortuna, manejan otra información. Antes nacía una persona con discapacidad y era una cruz con la que tenían que cargar toda la vida y sobreprotegerla.

–Antes esa circunstancia se ocultaba incluso. 

–Totalmente. Había mucho desconocimiento. Las personas con discapacidad intelectual no tienen facilidad para hablar, oratoria, pero eso no significa que no tengan nada dentro, lo tienen pero no pueden expresarlo con palabras. Y el arte abre esa vía de comunicación.

–El mejor ejemplo es uno de los miembros de la compañía, Helliot Baeza, aclamado como bailarín y que ha roto barreras.

–Que le dieran el premio Escenarios de Sevilla en 2018 como mejor intérprete masculino de danza ha sido un hito. Es un premio que dan los propios profesionales. Es un paso adelante muy importante que ayuda a cambiar la imagen de las personas con discapacidad intelectual. Y cuando se trata de bailarines o actores es complicado. Porque si una persona con diversidad funcional pinta un cuadro, lo que se ve es el cuadro que se exhibe. Si crea música, escuchas la grabación y juzgas. Es distinto cuando se ve quién eres y cómo eres.

"Los niños no tienen problema, captan pronto que el tonto es el que dice tonterías, no el que tiene síndrome de Down”

Esmeralda Valderrama, tras recoger el Premio Max de carácter social. Esmeralda Valderrama, tras recoger el Premio Max de carácter social.

Esmeralda Valderrama, tras recoger el Premio Max de carácter social. / M. G.

–En vuestra trayectoria hay otros hitos también. 

–Cuando comenzamos la escuela de danza era abierta a todo el mundo. Pero empezaron a entrar personas con discapacidad intelectual y ahora por las tardes tenemos ya grupos de hermanos. De eso se trata.

–Y no todos tienen que llegar a ser artistas.

–No, claro, no todos tenemos que valer para lo mismo. Tenemos un centro de creación de artes escénicas y plásticas, en el que hay 28 alumnos ahora que están todo el tiempo formándose con nosotros. Hay talleres de danza contemporánea, teatro, música, narración oral, fotografía, circo y acción coreográfica. Y luego está la compañía, cuyos intérpretes son personas sin y con discapacidad intelectual. Sólo seis alumnos del centro tienen la preparación suficiente para estar en ella. 

–Han crecido como artistas y como personas. A eso también les ayudáis.

–Todo va unido. Nuestro proyecto es básicamente artístico, pero estamos rodeados de gente maravillosa y generosa. Por ejemplo apoyamos un proyecto que partió de algunos padres para montar un piso donde, en grupos de 3 ó 4, los alumnos van conviviendo con un profesor durante una semana y hacen una vida lo más autónoma posible. Y también trabajamos la inserción laboral en la propia compañía y formamos a intérpretes que han estado trabajando en otras o son personas de apoyo en nuestra escuela.

–Al final el éxito es la conjunción de todas esas sensibilidades. 

–Así es. Uno de los puntos más fuertes que tenemos en Danza Mobile es que todos los profesores vienen del mundo del arte, son profesionales, bailarines, coreógrafos, artistas plásticos... Enseñan con pasión y eso enriquece mucho a los artistas y a los espectáculos.

–¿Cuál es el próximo?

–Vamos a estrenar en mayo Castigo de Dios, con la dirección de Gregor Acuña. Y estamos inmersos en el festival Escena Mobile, que lleva 13 ediciones. En 2020 se suspendió por la pandemia y este año lo hemos adaptado potenciando a la compañías andaluzas y acercando a los creadores a la diversidad funcional, pues se les pide una obra en la que participe al menos una persona con discapacidad de este tipo. Y en octubre las compañías con las que ya habíamos cerrado compromisos el año pasado actuarán en Sevilla como invitadas.

–Vemos también proyectos de artes plásticas.

–Estamos potenciando esa parte del centro, coordinada por Nicolas Nishiky. En torno al festival siempre hay exposiciones. Somos una familia muy grande.

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