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Presidente del patronato de la Fundación Princesa de Girona

Francisco Belil: “La educación es el mayor problema que tiene España”

Francisco Belil, antes de la entrevista.

Francisco Belil, antes de la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

Francisco Belil (Barcelona, 1946) acumula una dilatada experiencia internacional en empresas como Siemens y Bayer. Con ese bagaje, preside el patronato de la Fundación Princesa de Girona desde 2009, un organismo impulsado por empresarios catalanes con el patrocinio del entonces príncipe Felipe y que se centra en buscar referentes para los jóvenes y ayudarles a encauzar su talento. “Ellos son los que van a tirar de la sociedad hacia delante”, defiende desde su optimismo incorruptible.

–Un economista me dijo que para que un país mejore, se pueden bajar los impuestos, tener bajos salarios o reforzar la educación. ¿La opción más complicada es también la mejor?

–A mediados del XIX, Japón era un pueblo muy pobre, unas islas que vivían del pescado que sacaban del océano, algo de la agricultura y poca cosa más. Entonces, el Parlamento japonés concluyó que lo más importante para darle la vuelta al país era apoyarse en el talento de su propia gente. Japón pasó de ser una economía pobre y aislada a ser una potencia mundial. En España lo podríamos hacer, pero los partidos no se ponen de acuerdo. Cada uno saca sus propias leyes y el otro, cuando llega, las cambia.

–Los partidos no siempre atienden a problemas de los más jóvenes porque ahí no tienen nicho electoral.

–Simplemente no se han dado cuenta de la trascendencia de la educación, que lo impregna todo. Nuestra economía es la 15ª más grande del mundo, pero entre las 150 universidades más importantes del mundo no hay ninguna española. Así no se va a ningún sitio.

–¿Ha notado mejoría?

–Soy optimista por naturaleza y creo que le daremos la vuelta. Pero cuesta muchísimo, parece que se arrastran los pies y no debería ser así. En Singapur tampoco le daban importancia a la educación y ahora están arriba del todo en los ránkings. En Finlandia, los primeros de cada clase van a estudiar magisterio y se convierten en profesores. Cuando les preguntas por qué, te dicen que son los que van a modelar toda una nueva generación. Están trabajando por el futuro de Finlandia y eso tiene un enorme valor.

–¿Qué se puede hacer mientras llega eso?

–Uno de los proyectos de la Fundación Princesa de Girona está centrado en el liderazgo, en buscar modelos para que sean ejemplo del resto de chavales. Todos necesitamos modelos con los que medirnos, en los que inspirarnos. Normalmente piensan en deportistas de élite, pero deberían saber que hay muchos chicos que con su misma edad y extracción social han sido capaces, en pocos años, de marcar una enorme diferencia. Son gente normal que hace cosas extraordinarias. Buscamos modelos y les decimos “está bien que mires a Messi, pero mira estos chicos, que son como tú”.

–Esto es especialmente importante para las niñas, que no siempre encuentran representación.

–Pero eso está cambiando. En las facultades de medicina ya hay más mujeres que hombres. Caminamos en la buena dirección. Se estaba desperdiciando el talento de la mitad de la humanidad. Esto era inasumible.

–Uno de los trabajos los han hecho en las 3.000 viviendas, uno de los barrios más pobres de España. ¿También llegan a esos niños?

–El verdadero ascensor social es la educación. El talento está muy bien distribuido, hay talento en las aldeas de las selvas de Chiapas y en la Pampa. Hay chicos que se quedan limitados porque nadie les da oportunidades, pero si se la dieras, podría desarrollar todo su potencial. Para él sería una enorme satisfacción, pero también la sociedad recibiría mucho de esa persona.

–Por eso se apuestan por enseñar programación.

–Es un idioma que vamos a necesitar cada día más. Pero no hay que olvidar los idiomas. Cuando trabajé en Siemens, tenía a mi cargo 15 países del mundo, hacía comparaciones entre ellos y siempre he tenido un problema con España, el país al que quiero, donde trabajo y donde vivo. Teníamos los peores conocimientos de inglés. Hay una frase que los americanos repiten y que a mi me gusta mucho. “There is no free lunch”, es decir no hay comida gratis. Te la tienes que ganar. Hay que enseñar a los chicos que el progreso sostenible no es una cosa puntual; sólo lo conseguiremos con esfuerzo, con trabajo, con perseverancia, siendo íntegros y muy curiosos. Tenemos que innovar. Esto de “que innoven los demás” es una burrada.

–Conoce a fondo la FP dual; ¿es una solución?

–Si miras la pirámide educativa de un país centroeuropeo y la comparas con la española, ves algo muy claro. En la parte alta, tenemos prácticamente más licenciados, mientras que por abajo, con una educación básica, tenemos más gente que en Centroeuropa. La zona intermedia, en la cintura, es lo que tiene que ser fuerte, porque es lo que realmente contribuye a la productividad de las empresas y a la competitividad del país. Ahí tenemos la mitad que la media europea, que está en un 45% o 46%. Nosotros estamos en el 22% o 23% y no puede ser. La mitad de los trabajos que se van a generar hasta 2030 están ahí.

–Pero la FP ha tenido mala prensa en España.

–Pero en la Edad Media, ya teníamos FP Dual. Cuando el maestro herrero cogía a un aprendiz y lo formaba en su taller el tiempo que hiciera falta. Les expedía un certificado, se iban otra población a establecerse como herreros y cogían otros aprendices. Cuando comenzó la industrialización, también se hacía. Mi abuelo tenía una fábrica y tenía aprendices que después se quedaban trabajando allí. Cuando vino la democracia, en España creímos que el único camino para progresar era ir a la universidad. Y empezamos a hacer una universidad en cada pueblo, que no es lo mejor.

–¿Por qué?

–Cuando tienes tantas universidades, no hay profesores suficientemente buenos para todas, por lo que bajas el listón. Y como los chicos tienen la universidad delante de casa, pierden la experiencia vital que tienen en otros países. Aprenden en la universidad, pero su madre les lava la ropa y les prepara la comida. No aprenden a vivir independientemente, con un dinerito que tiene que llegarles a final de mes.

–¿Es compatible imitar a Alemania con nuestra forma de vida mediterránea?

–Hay gente extraordinaria en España y en Alemania. Lo que no podemos es decirles a los niños que van a pasar de curso con suspensos para no frustrarlos. Hay que educar en los valores que son importantes: hay que trabajar y esforzarse.

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