Juan Carlos Arias, detective privado

“Uno de los 'Greco' del Prado pudo ser pintado por un falsificador de Sevilla”

  • Juan Carlos Arias cuenta la historia de la trama que engañó a la esposa de Franco al colocarle un falso bodegón de Velázquez

  • El detective sostiene que hay un cuadro del Prado y otro del Thyssen pudieron ser pintados por Eduardo Olaya, falsificador de Sevilla

  • El caso estuvo a punto de costarle la carrera a su padre, policía que se negó a que el asunto se tapara

Juan Carlos Arias, detective privado.

Juan Carlos Arias, detective privado. / Juan Carlos Muñoz

-¿Qué fue la operación Sevilla?

-La operación Sevilla, que era el título original del libro, es una operación que la Policía de Franco en 1960. Era de carácter ultrasecreto. Se investigaba inicialmente el destino de un falso bodegón de Velázquez vendido en Sevilla, tras una denuncia de una aristócrata. Se acusó al copista de realizar esta acción. El copista era Eduardo Olaya pero realmente el cuadro lo vendió Andrés Moro. Las indagaciones de la Policía no llegaron a nada. Detuvieron a una serie de personas, entre ellas a Olaya y Moro. Finalmente el cuadro apareció en el Palacio del Pardo.

-¿Qué sucedió a continuación?

-Olaya hizo lo que hacían todos los delincuentes, decir que no tenía nada que ver. Moro dio su lista de clientes, entre las que estaba la esposa de Franco, y después arguyó su carácter de confidente policial. Dijo la típica frase española de usted no sabe con quién está hablando, que en la época de Franco sí tenía valor. 

-¿Qué hizo la Policía?

-La Policía lo desechó pero por otro lado empezó a oír testimonios de gente que estaba en el ajo, compradores y vendedores de cuadros. El caso llegó a Madrid. La Policía llamó a uno de los principales compradores del Moro, que se llamaba Astasio Egea y que apareció muerto, envenenado. Todos los protagonistas, Olaya, Moro y Astasio, eran homosexuales, que estaban entonces perseguidos. Este último, Astasio, era el que le proveía cuadros a Stanley Moss.

-¿Quién es este hombre?

-Es el gran capo de la historia. Es el boss, el puto jefe. Es un galerista norteamericano que se establece en España los años cincuenta y sesenta. En esa época el arte y el patrimonio español fueron expoliados sin ningún tipo de escrúpulos, tanto obras originales como copias. A eso la Policía de Franco no le interesó. Lo único que querían era saber quién le había vendido el cuadro falso a Doña Carmen. Cuando se descubre la estafa, todo se tapa. Pero hubo un policía que participó en decir la verdad.

-Que era su padre, ¿no?

-Era mi padre, que en paz descanse. Estuvo a punto de costarle su carrera. Le dijeron 'Arias, ve que el jefe quiere hablar contigo, entrega la placa y la pistola'. Eso es lo peor que pueden decirle a un policía. Mi padre tenía cuatro niños y una hipoteca, y se veía en la calle. 

-Este libro es por tanto un gran homenaje a su padre.

-Quiero reivindicar a los copistas, que han existido y existirán siempre, y a los policías vocacionales, como es el caso de mi padre, que estableció el primer gabinete de lo que hoy se llama Policía Científica. En 1989 se reunieron en Valladolid los miembros de la promoción 39 de la Policía. En esa reunión estuvieron el padre de Antonio Banderas, el padre de Joaquín Sabina y el padre de Esperanza Oña, diputada del Parlamento andaluz y alcaldesa de Fuengirola. 

Juan Carlos Arias, durante la entrevista. Juan Carlos Arias, durante la entrevista.

Juan Carlos Arias, durante la entrevista. / Juan Carlos Muñoz

-Pero la Policía franquista hizo barbaridades.

-Las hizo, claro que sí, pero había policías que no eran fachas represores, como mi padre y estos que estoy nombrando. En el gabinete de identificación había gente que se quemaba las yemas de los dedos para que no le tomaran las huellas. Mi padre se negó a identificar a gente a los que la Social les daba palizas, y les echaba broncas a sus compañeros. Estudió 200 fichas de republicanos, comunistas y masones que no se podían sacar el pasaporte, no podían salir de España. La ley de vagos y maleantes hacía delincuentes a los homosexuales. Si viera usted los informes que he manejado de Olaya... lo más bonito que decían de él era "invertido", "mala fama pública y privada", "peligro para la sociedad". 

-El caso llegó a tener una trascendencia internacional, incluso, ¿no?

-Interpol le pidió explicaciones a la Policía española. Todo esto lo destapó un periodista que se llamaba Julio Camarero. La Policía mandó a la calle a Madrid a agentes de orden público. Para un tema de cuadros falsos, fíjese lo obsesionados que estaban. Pero Arias Navarro engañó a Interpol diciendo que era una trama inexistente y que era sensacionalismo periodístico. 

-¿Ya no investigaron por si había más cuadros falsos?

-Ocurre que Stanley Moss colocó casi 400 cuadros falsos pintados en Sevilla en las principales galerías del mundo. Y aquí creo que le puedo regalar el titular. Tengo localizados un Greco en el Museo del Prado y otro en el Thyssen a los que no se les han hecho las preceptivas pruebas de originalidad, vendidos por Moss.

-¿Pudieron ser pintados por Olaya?

-¿Cómo que pudieron ser? Yo estoy convencido. Le escribí cinco correos al Museo del Prado y no me contestaron. Escribí al Portal de Transparencia y ya por fin lo hicieron. El director admite que le compraron cinco cuadros a Moss, entre ellos un Greco que yo creo que es de Olaya. Se llama La Fábula. Por él pagó el Museo del Prado 562 millones de pesetas, tres millones de euros, en 1993. El otro es una Anunciación que compró el barón Thyssen en 1975.

-¿Por qué se ocultó la historia entonces?

-Se tapó todo por la presencia de Carmen Polo. Era una persona absolutamente chiflada. No sé si ha oído usted la leyenda. Cuando venía a Sevilla los joyeros se reunían para cubrir entre todos las pérdidas que les ocasionaba su visita. Y esto fue una venganza del Moro porque no le pagaba los cuadros que le compraba. Y una venganza de Olaya contra el Moro porque tampoco le pagaba. Es la historia de dos venganzas con todos los ingredientes añadidos de la época.

-Más de sesenta años después, ¿ha tenido usted algún que otro problema a la hora de investigar el caso?

-Todos los del mundo. En la Policía se me negó durante años el acceso al expediente de mi padre. Tuve que llevarles hasta una foto de su tumba. Me decían que tenían que pasar 50 años desde la última anotación policial de Olaya, que era de 1972. Me negaron toda colaboración documental. Tuve que poner un contencioso alegando ser hijo y heredero de mi padre. Lo que me negaron en Sevilla me lo dieron en Madrid. Me llevaron a un despacho con cámaras. Un policía me preguntó por qué me interesaban las cosas de 'esta maricona', en referencia a Olaya. Me pareció humillante. Me interesa la parte estética de Olaya, lo que hiciera en su vida privada me da igual. Él homenajeaba a los grandes artistas, desde la gratitud. Tenía tanto respeto por ellos que no firmaba sus obras.

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