Andre Jaume | Editor y traductor
"Beberé manzanilla el resto de mi vida"
Juan Tortosa | Periodista y escritor
La carrera profesional de Juan Tortosa (Berja, Almería, 1953) discurre paralela a la del periodismo en España tras la muerte de Franco. Desde sus inicios en el Grupo Zeta (donde fue director sobre el papel de revistas eróticas que le granjearon 140 denuncias por escándalo público) hasta la delegación de CNN+ en Andalucía, Tortosa pasó por Informe Semanal, Quién sabe dónde o La sonrisa del pelícano, formó parte del equipo fundador de Canal Sur TV y dirigió la edición malagueña de Diario16, entre otras aventuras. Acaba de publicar Periodistas, El arte de molestar al poder (Roca Editorial), un volumen que es, a un tiempo, un manual sobre periodismo, unas memorias y un recorrido por 40 años de periodismo en España.
-"No leer ni atender a entrevistas personales vinculadas a la promoción de un libro, un disco, una película o cualquier tipo de espectáculo". Es uno de los consejos que da en su libro. ¿Cómo hacer entonces esta entrevista?
-(Risas) Lo confirmo y lo planteo. Detrás de cualquier relación entre editoriales y medios hay una necesidad de promocionar un producto; la parte positiva es que a veces se puede aprovechar para lanzar mensajes. La verdad es que nunca imaginé que el libro iría a una editorial que me llevaría de promoción. Necesitaba escribirlo como reto para conmigo mismo, era algo que quería dejar por escrito y está escrito con la libertad de quien sabe que, si no lo publica, no pasa nada.
-¿Cómo planteó el libro? ¿Como unas memorias, un ensayo sobre el periodismo...?
-El libro surge a partir de un blog coral, Las carga el diablo, que escribíamos en la delegación de Andalucía de CNN+ y donde plasmábamos esas cosas que en el día a día se van perdiendo. Con el paso de los meses, me fueron dejando solo y terminé teniendo mil artículos, casi 400 sobre periodismo. Al recopilar el material y buscar una línea argumental, vi que tenía que ser yo, pero no sólo mi experiencia, también mi mirada. Hay mucho del blog en el libro, y también he añadido lecturas y notas al pie; al final, como me dicen amigos que se dedican a la enseñanza, es un libro que dentro de diez años puede ser consultado. Yo sólo he pretendido escribir algo que pueda ser útil, sobre todo para quienes quieren ser periodistas, que pueden leerlo para no quejarse de que no estaban avisados.
-¿Qué consejo se puede dar a quien quiere ser periodista, aparte de tratar de disuadirle?
-Si están convencidos, no se les puede disuadir. Lo que sí hay que hacer es no engañar y tratar de desmitificar la profesión. El interesado en el oficio a lo mejor puede encontrar respuesta a algunas dudas en este libro.
-Muchas de las cosas que se cuentan en Periodistas quizás sean desconocidas para los más jóvenes, como la guerra del fútbol.
-En ese caso, como en otros, siempre el denominador común es el mismo: cómo utilizo los medios de comunicación no tanto para ganar dinero como para mantener el poder que tengo. Es la eterna lucha entre periodismo y poder; el poder no está dispuesto a que el periodismo sea libre y el periodismo lucha para conseguir serlo. Ahora vivimos una etapa regular en ese aspecto, pero creo que hay que plantar cara.
-Es difícil si no hay dinero para pagar las facturas.
-Con la irrupción de lo digital y la llegada de la crisis cambió la manera de contar historias. Antes el editor podía permitirse tener a periodistas que no publicasen a diario, que se dedicasen a investigar, pero todo eso cambió con la crisis. Administradores y gerentes tomaron el poder y empezaron a decidir cuestiones de cariz periodístico: lo importante ya no era el criterio del director o el periodista sino cuánto costaba publicar cualquier cosa.
-Los gerentes no salen muy bien parados en su libro.
-Antes quienes firmaban las notas de gasto eran los directores; ahora son los gerentes, y no tiene sentido. Los editores tenían un punto, no romántico, pero sí vocacional, que ya no existe. Desde que murieron Tomás de Salas, Antonio Asensio y Jesús de Polanco, en los consejos de administración se sientan especuladores internacionales, bancos, telefónicas, jeques árabes…
-En el libro también habla de cómo se ve Andalucía desde Madrid.
-Es curioso, sí. Por ejemplo, los madrileños no entienden las distancias, parece que no tienen mapas para ver que entre Sevilla y Almería hay 400 kilómetros y te piden cosas con plazos imposibles. Pero cuando estábamos en CNN+ eso, bien manejado, funcionaba a nuestro favor. Para los madrileños, Melilla estaba al lado de Sevilla, así que te ofrecías a ir y podías cubrir algo que merecía la pena.
-¿Prensa o televisión?
-Los dos trabajos en los que he disfrutado más han sido Informe Semanal y CNN+, curiosamente los dos en televisión, pero he hecho muchas cosas en periódicos que me han gustado. A mí me gusta el reposo que aportan los periódicos impresos. Creo que eso va a sobrevivir, su capacidad de aportar sosiego a aquello que se cuenta y dotarlo de perspectiva. Escribir para televisión está muy bien, pero también te limita.
-En el libro dedica un apartado importante al cambio de modelo en la televisión, cuando se pasó de la producción propia a la externalización con productoras.
-Eso empezó con el nacimiento de las privadas, lo inventó Telecinco con Carlotti. Sabían que no tenían más remedio que tener informativos, aunque no creían en ellos, así que pensaron en cómo hacerlos sin que fuera un lastre. Así llegaron las subcontratas. Crearon primero Atlas, que luego empezó a su vez a subcontratar. Así hemos ido, depauperando los puestos de trabajo. Además, los digitales empiezan a subir cuando el papel empieza a bajar y se impone la moda de "date por contento con que te publique porque no te pienso pagar". Muchísima gente se tuvo que cambiar de oficio cuando llegó la crisis, y no hay manera de dignificar los sueldos.
-¿Queda pese a todo esperanza?
-Creo que estamos haciéndolo no del todo mal, sobre todo la gente joven. Son tantos los periodistas que salen de las facultades cada año que, si alguien persevera, es porque esto le gusta. Cuando yo terminé la carrera había tres facultades, y ahora hay decenas. Las facultades son una fábrica de frustrados y no es buena la proliferación de facultades de Periodismo, en las que muchos profesores no han trabajado nunca en una redacción. Hay privadas por ahí que expiden títulos de Periodismo que son auténticos fraudes.
-Otro de los ejes temáticos de su libro es la diferencia entre trabajar para una empresa privada o hacerlo en una pública.
-En la privada siempre hace frío, siempre rozas la precariedad. En la pública no, y aunque defiendo el derecho a la estabilidad en el empleo y a tener unos ingresos razonables, eso ha derivado en cierta desidia por parte de ciertos profesionales, que trabajan en un organismo de comunicación público pero que, en lugar de hacer periodismo, se dedican a plegarse a los deseos de quien gana las elecciones, que siempre cree que la televisión pública viene en el lote.
-Llama la atención que estos profesionales puedan ser tan serviles, cuando tienen su puesto de trabajo asegurado.
-Nunca es suficiente. No es suficiente con el sueldo que les pagan sólo por ir, que puede ser el doble que en la empresa privada. Están los pluses por los cargos, la vanidad del que no se resigna a ser una pieza más del engranaje: quieres producir programas y codearte con los poderosos. Si eso depende de que seas servil, pues lo eres, y te pones al servicio de los intereses del partido que gobierna.
-Políticos y televisiones, de nuevo.
-Es muy difícil convencer a cualquier político de que no meta las manos en un medio público. Creen que tienen derecho a hacerlo; también los sindicatos, todos los que componen los consejos de administración de los medios públicos. Sabemos lo que pasó con Canal Nou o con Telemadrid y TV3 y ETB están bien hechas, pero son sectarias. En cuanto a Canal Sur, a los ocho meses de nacer todos los que componíamos el equipo directivo fundador nos habíamos ido. Cuando llegó Manuel Melero como director general, que estaba allí para que el PSOE ganase las elecciones. Pero son todos los gobiernos, no sólo el andaluz.
-No hemos avanzado demasiado en estos años.
-Nos hace falta que el periodismo viva un cambio. En la política, con el 15-M y el "no nos representan", han cambiado muchas cosas, pero en el periodismo no. Mueve el cotarro mucha gente que lleva mucho tiempo haciéndolo. El periodismo necesita un 15-M.
-¿Cómo dignificar la profesión?
-Los periodistas no deben descuidar cuál es su sitio. Un periodista que se cree amigo de los poderosos no está haciendo bien su trabajo, porque los poderosos terminarán traicionándole y utilizándole para sus intereses. En la Transición los intereses eran comunes, pero luego se confundieron los papeles. Hoy aún hay periodistas que no se dan cuenta de que ellos no hacen política y pontifican como si lo hicieran y políticos que quieren jugar todos los días a periodistas. Eso te lo vas a encontrar siempre y tenemos que hacernos respetar, porque la dignidad del oficio está en juego. El periodismo decente es posible y me niego a tirar la toalla.
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