Sin prejuicios en el viaje de Cádiz a Irún

El ex etarra Iñaki Rekarte cuenta en un libro su renuncia a los principios de la banda tras conocer a su mujer, una gaditana trabajadora social de Puerto I, una de las prisiones donde estuvo interno

Sin prejuicios en el viaje de Cádiz a Irún
Sin prejuicios en el viaje de Cádiz a Irún
Carlos Rocha

22 de junio 2015 - 07:00

En 1998, Mónica García de Paredes estaba estudiando en Sevilla. Esta joven gaditana solía pasar el rato en la Alameda de Hércules, que por aquel entonces no era el espacio rehabilitado y concurrido en que se convirtió sólo diez años después. "Allí iba lo mejorcito de cada casa", recuerda ahora con cierta sorna. También recuerda que un día de aquella primavera se presentó más policía de la normal en aquel céntrico barrio. Los etarras que habían asesinado en enero a Alberto Jiménez Becerril y su esposa, Ascensión García Ortiz, se habían escondido en una casa okupa por la zona y García de Paredes presenció sus detenciones.

"Habían matado a dos personas pero eran unos críos, como era yo, y se habían metido allí para camuflarse". No acabó Pedagogía, pero años después sí consiguió el título de Trabajo Social y entonces fue cuando tuvo su segunda experiencia relacionada con la banda terrorista. Eligió hacer sus prácticas en la cárcel Puerto I, situada en la carretera que une Jerez con Rota y allí conoció a Iñaki Rekarte, que cumplía una condena de 203 años por, entre otros motivos, haber matado a tres personas en nombre de ETA.

Hoy vive con sus dos hijos, de dos y siete años, en Santesteban, un pueblo navarro del valle del Bidasoa, donde su marido regenta el bar Ekaitza, la tormenta en euskera, que tiene una barra de pintxos de 12 metros. "¿Prejuicios? No me dejé llevar por los prejuicios cuando conocí a Iñaki", asegura García de Paredes. Sí hubo alguna reticencia en su familia. "Yo era muy de izquierdas y se pensaban que lo que quería era convencerme para entrar en un comando". Lo que había en las cartas clandestinas que se pasaban antes de que a ella la despidieran por mantener una relación con un preso no eran soflamas a la patria vasca, sino "cartas de amor empalagosas, empalagosas", afirma Rekarte.

Ahora es ex etarra, ha pedido perdón públicamente y ha mantenido contactos con víctimas en los actos que buscan la reconciliación en la sociedad vasca, pero cuando llegó al presidio gaditano Iñaki Rekarte no era precisamente empalagoso.

Asegura que vivió un proceso de radicalización: "Cuando llegas allí estás hundido y sólo los tienes a ellos. Lo que es el odio lo conoces en la cárcel. Es como si te conviertes al islam y te dicen que todos los cristianos son el enemigo. Pregúntale a ése el porqué. El que dirige la guerra sí puede entender el pensamiento, pero el peón lo único que necesita es un poco de gasolina". Un odio azuzado por la disciplina "militar" de la cárcel, pero basado en las proclamas de independencia y la existencia de un pueblo oprimido que ahora rechaza: "Para mí ETA no representa la cultura vasca. Se ha apropiado de la bandera, los símbolos y el idioma, pero son los que más daño le han hecho".

Fue precisamente entre los muros del presidio donde empezó a rechazar el discurso de la banda. Los responsables fueron la soledad -"estuve muchos años solo y me vino muy bien"- y entablar relaciones con personas ajenas al mundo donde vivió hasta los 20 años. "Ahí se desmonta todo". Y allí fue donde decidió que debería contar su versión. "Pensé en contar la verdad, cómo te metes en ETA. No el personaje que crean en el pueblo de cada uno, donde ponen tu foto". El resultado es Lo difícil es perdonarse a uno mismo, el libro donde plasma su viaje interno, pero que también ha servido para dar a conocer los entresijos de la organización terrorista y desmitificarla. "Y faltan cosas. Escribiría otro llamado La miseria humana para explicar en lo que se convierte un grupo de personas dentro de una mierda así".

Rekarte sabía a lo que se enfrentaba cuando decidió divulgar su historia. Era consciente de que sus palabras podrían no ser bien recibidas y que incluso podían repercutir en su vida en libertad. "He vivido toda la vida así y mucho peor. Cada uno tiene su opinión y hay que respetarlo todo", asegura, al tiempo que menciona algún encontronazo "muy directo" con familiares. "Les dije que era mi vida y que soy así. Si les gusta, bien, y si no les gusta, qué le vamos a hacer".

Tampoco se sorprende del mutismo que ha detectado entre el entorno abertzale, a quien le augura una pérdida paulatina de influencia política. "Cada vez se irán quedando con menos apoyos. Viajar crea lazos. ¿Qué pretenden, poner una frontera en Miranda de Ebro? Y cuando quieran ir a visitar a su tía, ¿qué hacen? ¿La saltan?".

El tabernero ha dicho por activa y por pasiva que su intención es contar su verdad, pero tiene una misión con dos destinatarios del libro que por el momento no lo han leído, aunque es posible que no les haga falta: los hijos del matrimonio Rekarte García de Paredes. Son pequeños aún, pero su intención es contarles su historia con pelos y señales tan pronto como se les ocurra preguntar. "Un buen psiquiatra me dijo que lo bueno era contar la verdad cuanto antes. Así no corres el riesgo de que piensen que has sido un héroe, porque cuando eres pequeño crees que todo lo que hace tu padre está bien".

stats