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Primera Fila

El teatro, un valor en crisis para tiempos de crisis

Pedro Álvarez Ossorio

Director de La Fundición

Crisis y teatro, dos conceptos casi intercambiables o al menos tan íntimamente unidos que si indagamos en google, colocándolos juntos, hallaremos varias decenas de millones de búsquedas.

Para Heiner Müller, uno de los mayores creadores en Artes Escénicas del siglo XX,  al insistente griterío sobre "la crisis del teatro", machaconamente repetido en debates, congresos y artículos, habría que responder: "el teatro es crisis" o al menos debería serlo. "Esa es en realidad la definición del teatro. Sólo puede funcionar como crisis y en crisis; de lo contrario, no tiene ninguna relación con la sociedad fuera del teatro".

Por eso escribir un artículo sobre la situación del teatro en un año de crisis podría parecer una redundancia. Crisis y teatro son dos maneras equivalentes de acercar realidades, con lo que la cercanía y proximidad del espectáculo en vivo en tiempos de crisis agudizan la creatividad y nos ayuda a mantenernos vivos, a sentirnos más humanos.

En una sociedad cada vez más deshumanizada sólo el teatro reivindica al ser humano como algo inintercambiable. Nadie es intercambiable del todo en el teatro; tampoco el actor. Cuando se hace alguna modificación en el reparto, es necesario pensar quién será el actor adecuado o la actriz adecuada. Y, a pesar de ello, la función cambia. No se puede reemplazar a un actor por otro ni a un espectador por otro sin provocar cambios. Y, todo ello, en vivo y en directo, porque "el teatro es el único lugar donde todavía ocurren cosas en vivo. El espectador está físicamente presente, el actor está presente físicamente, no es una conserva y cada función es diferente, aunque se trate de la misma obra, la misma puesta en escena, los mismos actores, incluso si el público fuera el mismo: cada función es distinta". Y esto lo convierte en el medio de comunicación más humanista. ¿Será por eso por lo que en tiempos de crisis el teatro mejora de calidad y se hace más atractivo para los espectadores? Porque no cabe duda de que siguiendo las pautas de nuestras dos grandes crisis la del 29 y la actual los espectáculos han mejorado su calidad y hay un creciente aumento de espectadores y, sin embargo, este éxito podría suponer su desaparición o al menos la desaparición del teatro al que podríamos calificar de cultura, sin menosprecio al teatro de evasión porque todo teatro tiene un doble juego de evasión y mirada en el espejo, que nos ayuda a pensar y consecuentemente hacernos mejores ciudadanos.

Según los datos analizados (ver tabla) habría que tratarlos siguiendo dos pautas: por una parte los globales dados por Anuario SGAE y los particulares de la Asociación Escenarios de Sevilla. Los primeros muestran que la tendencia positiva de los últimos años se invierte en 2008, finalizando 2010 con un descenso del 4,4% en el número de funciones teatrales y del 7,5% en el número de espectadores con respecto a 2009. Si hasta 2008 se percibía que la afluencia de público aumentaba ligeramente año tras año, en 2009 los indicadores comenzaron a descender (-6,2%), agravándose este descenso en 2010, con una caída del número de espectadores que acuden a ver obras de teatro y otras expresiones teatrales del 7,5% (1.175.701 espectadores menos). Lo que podría deberse a dos razones: por una parte el recorte de los presupuesto de los Ayuntamientos y la consiguiente crisis de las giras hace descender sus programaciones, con gran perjuicio para las compañías de pequeño y medio formato, y, por otra, el desgaste de la SGAE ante la opinión pública ha aumentado el número de autores no asociados, y por lo tanto no contabilizados por ellos, especialmente aquellos que trabajan directamente vinculados con las compañías.

Frente a ello los datos de Escenarios, que coinciden con los años de estabilización de líneas de ayudas institucionales, especialmente Junta y  Ayuntamiento, hablan de un crecimiento constante sobre todo en público y recaudación hasta acercar mucho los precios medios de entrada a los generales de España. Parto del ejemplo sevillano al ser el caso del que más información dispongo pero se trata, casi con toda probabilidad, de un modelo extrapolable al resto de provincias andaluzas.

Podemos, pues, concluir que al espacio teatral cuando se hacen razonablemente bien las cosas no le sienta mal la crisis y que los espectadores responden. Porque esta actividad no podría realizarse sin las ayudas institucionales en una proporción no inferior al 60%.

Las recaudaciones de taquilla y otros rendimientos de uso han conseguido alcanzar un máximo y que las empresas hayan llegado a cubrir hasta el 40% de su presupuesto y ello gracias a una buena gestión y la consiguiente respuesta del público. El 60% restante es el mínimo que deberían aportar las Administraciones Públicas. Y esto es fácil de entender si cruzamos los datos anteriores. El ingreso medio/función por taquilla en una sala de pequeño formato como las nuestras es de unos 600 euros y el coste medio/función es de unos 2.200 euros (aquí están incluidos todos los gastos tanto los propios del teatro como los de la compañía visitante) con lo que la aportación media/función de las administraciones tendría que ser de unos 1.320 euros; lo que dejaría aún por cubrir 280euros/función por otros rendimientos de uso.

El año 2011 ya ha pasado esperemos que los próximos den clarividencia a nuestros políticos y no tiren por tierra lo hecho hasta ahora. Que cuando hagan las cuentas y hablen del teatro recuerden las palabras de Heiner Müller poco antes de morir:

"El teatro no es rentable. Cuando se lo obliga a ser rentable, debe bajar su nivel y debe orientarse hacia un nivel bajo, hacia el peor standard de público".

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