La Feria a vista de dron
La Feria a oscuras es la que ni se mira, ni se ve, pero hace posible la Feria o la busca sin encontrarla
El real en sus hechuras el día que tuvimos fumata blanca
–No me has dado cuenta, bruja feriante, de cómo van las vueltas de tu tren, en la mismísima calle del Infierno, esa atracción, aunque sea una tapadera, que hasta ya resulta tradicional y da a muchos concurrentes, metidos en años, para la añoranza de las infantiles visitas a la Feria, cuando las formas de divertirse eran más naturales, pero también extraordinarias por poco comunes.
–Te has puesto chinchoso con eso de la tapadera, so mamarracho, y poca gracia tienes porque eres “esaborío” hasta para hacerme la pascua. Tengo un encargado muy formal y cumplidor, que más de una vez me ha pedido el traspaso, pero no lo hago porque el Tren de la Bruja, además de llevar mi nombre por antonomasia –la bruja sin más, de sobra conocida–, me da un respiro ante los negros y poco infantiles o festivos asuntos en los que me veo involucrada.
–Pero eso es porque tú lo quieres así, que yo estoy dispuesto a darte mejor vida.
–Que me desternillo, gacetillero arrojado. No me creo que te hayas venido arriba, sino que insistes en fastidiarme sin acertar con las maneras, porque eres un pelmazo ramplón.
–Demonios –ahora está bien dicho–, vaya manera de corresponder mi desprendido ofrecimiento.
–Anda, coge el barco del Ron Legendario desde la Torre del Oro al Puente de las Delicias, para venir a la Feria, y a lo mejor ligas algo. O quédate pendiente, aunque tan zangolotino como eres no te darás cuenta de nada, de la insinuación de los abanicos.
–No tiro la toalla, bruja desalmada. Y me alegra –no te guardo inquina– que quieras mantenerte como regenta del tren. Digo yo que no te habrán saboteado la circulación de las vueltas, pero se me acaba de ocurrir, ¡Satanás tuyo! –¿es lo contrario de ¡Dios mío!?–, si habrás tenido algo que ver también con el parón y los retrasos de los trenes, por lo que primero se dijo sabotaje, después robos de cobre y finalmente no se descarta nada.
–Satanás me tiene dicho que no me meta en política, pero lo hace con la boca chica, pues él sabe bien que precisamente la política está endemoniada y, por eso mismo, no puede ser ajeno a ella, sino valerse del sectarismo y la intransigencia para endiablarla todavía más. Y prebostes hay que se parecen a algún que otro diablo cojuelo con el que Satanás no sabe qué hacer en los escaños del Infierno. De manera que espérate el tiempo que haga falta -¿te suena del apagón?- para tener información al respecto, plumilla de la actualidad.
–Cualquier día te veo camuflada en una rueda de prensa, bruja perturbadora. Sin salirme por la tangente, como haces tú, no quiero que se me olvide proponerte una forma de sacar partido de tus correrías aéreas si incorporas un dron con buenas prestaciones a tu escoba a propulsión. Y yo podría, así, promocionar los vídeos de “La Feria de Sevilla a vista de dron”.
–Vamos, la bruja y el plumilla asociados. Recuerda a Dante, justo por lo escrito en el frontispicio de las puertas del Infierno, y abandona toda esperanza.
–Piénsatelo, bruja díscola, que contemplar la Feria, desde un dron, da juego para discurrir sobre el absoluto universo de la concurrencia, vista desde la altura –sin mala intención, eh, que no hablo de las alturas como morada del Dios de los cielos–, y las relativas particularidades de los llegados al real, acercando el enfoque para concretar las disquisiciones.
Desde cuando se llama disquisición a la curiosidad, gacetillero eufemístico. Todo es más sencillo que esas cavilaciones tuyas tan pretenciosas: cada cual lleva la Feria como puede y la cuenta según la va.
–Amén, dicho queda, bruja por antonomasia.
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