Hechizo shakespeariano
Siempre habrá quien cuente lo que escuchó, de modo que dime qué vas a hacer en esta Feria
-No te voy a preguntar, bruja feriante, por la combinación energética que permitió anoche el luminoso estreno del Alumbrado, aunque acaso sea algo parecido a decidir los ingredientes de un bebedizo hechicero: filete de serpiente de pantano, ojo de tritón, dedo de rana, aguijón de culebra ciega, ala de lechuza, diente de lobo, raíz de cicuta, nariz de turco, labios de tártaro, sangre de babuino…
-Ya está, déjalo ya, pazguato escribiente, aunque leas a Shakespeare y te empapes con las profecías de mis colegas en la tragedia de Macbeth. Tú quédate con el comodín del “mix energético” y las proporciones de las fuentes de energía, sean renovables o no, a beneficio de la explicación, o de la maquinación, que mejor resulte.
-Prefiero calcular a ojo, bruja esquiva, las proporciones de vino manzanilla, refresco de gaseosa, hierbabuena y hielo para preparar un rebujito. Y así me libro de señalarme entre los fachas de las nucleares y los progres de las renovables, aunque seguro que el rebujito también tiene partidarios y detractores.
-Te estás atontolinando, plumilla, que ni siquiera me has preguntado cuánto he subido la entrada a la atracción de mi Tren, esa que tienes por tapadera de mis más lucrativas, y negras -a ver si no se te escapa el doble sentido-, ocupaciones.
-Pues me faltaría decirte que, tras el conjuro del apagón, fueras prevenida. No vaya a ser que, fantasías aparte, acabes siendo la culpable, como “operadora privada” que, sin necesidad de un ataque cibernético, se valió de un oscuro conjuro -te respondo con el doble sentido, bruja faltona- para que la península ibérica -ay, Saramago- quedara despavorida.
-Antigua es la brujería, juntaletras, y acusadas como cabezas de turco -la nariz es para el hechizo shakespeariano- fueron muchas mujeres que no eran de mi condición. Hasta el papa Francisco -me caía bien, oye, ahora que no se entera Satanás y está procurando influir en el relevo- puso interés en ello cuando en uno de sus últimos viajes, en septiembre del año pasado, a Papúa Nueva Guinea, conoció el refugio que una monja -no me conturban y las respeto- había abierto para acoger a muchas mujeres acusadas de brujería y amenazadas por sus vecinos. Toma nota, plumilla meritorio, porque en ese país oceánico, cuando algo sale o acaba mal, la reacción no es preguntarse qué ha pasado, sino quiénes o qué lo han provocado.
-España es diferente, bruja cosmopolita, y Oceanía queda muy lejos.
-No te ocultaré, pues poco dada soy a tergiversar, que adivinos perversos hay en esos remotos lugares para afirmar que ha sido una bruja, y señalan a las sospechosas hasta que los rumores se acrecientan, la venganza engorda y la ira lleva a agredirlas y asesinarlas.
-Tú sabes bien que yo no te delataré, bruja maestra, ya que estas confidencias nuestras no dan para otra conspiración que la resultante de la inventiva.
-Decía un maestro rabino medieval, plumilla dizque letraherido, que siempre habrá quien cuente lo que escuchó.
-Pues dime qué vas a hacer en esta Feria, maga reconvertida, y yo lo cuento con discreción.
-Que tengan refuerzos bien dispuestos los servicios de guardia de la Compañía Sevillana y aprovisiónate, escribidor timorato, para la Feria a oscuras.
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