Ahed's Knee | Festival de cine de Sevilla

Una poética de la rabia

Avshalom Pollack, en una imagen de 'Ahed's knee', del israelí Nadav Lapid.

Avshalom Pollack, en una imagen de 'Ahed's knee', del israelí Nadav Lapid.

Pocos cineastas filman hoy con la rabia que lo hace Lapid, una rabia que canaliza y vuelca en el estilo toda esa furia de quien, desde su primer largo (Policía en Israel) hasta este último, Premio del Jurado en Cannes, siente la identidad israelí como un muro contra el que se topa una y otra vez al tiempo en que no puede desligarse de sus afectos y raíces.

Tras el exilio francés de Sinónimos, Ahed’s knee regresa también a esa casa incómoda a través del trasunto personal en el paisaje desértico de Arava, a donde un cineasta acude a presentar su película en una biblioteca pública mientras prepara otra sobre la joven activista palestina Ahed Tamiri que se hizo viralmente famosa por golpear a un soldado israelí siendo muy niña.

Ese desierto y el encuentro con la joven funcionaria de la biblioteca articulan el viaje por una superficie que nunca es filmada como registro, sino tomada como saco o sparring contra el que golpear con la cámara. Porque esa rabia de Lapid se traduce siempre, y aquí con más fuerza y virulencia si cabe, en una puesta en escena física que sacude lo real para zarandearlo y ponerlo patas arriba, una puesta en escena electrificada que materializa ese impulso (auto)destructivo, rebelde y contestatario de quien se sabe en la cuerda floja de lo que la censura puede permitirle seguir contando.

Ahed’s knee narra así el itinerario de un cineasta-ciudadano cabreado y furioso con su país que no duda en exponerse, gritarlo y reflejarse en todas sus contradicciones en el espejo de un personaje antipático y provocador que busca pelear y abrazar donde otros se rendirían al silencio, la huida o la claudicación.

Entre tanto, su capacidad para abrir y bifurcar el relato, seguir hurgando en las heridas del trauma militar, desenmascarar el juego de la seducción, el homenaje póstumo a la madre, la otra patria perdida, o esos apartes e interludios musicales hacen de esta película un auténtico y libre tour de force cinematográfico que pone lo personal y lo político en su epicentro al tiempo en que hace política personal desde sus propias y contundentes formas.