El asesinato de un taxista de madrugada en el Cortijo del Cuarto

Casos sin resolver en Sevilla

El cortejo fúnebre del taxista se dirige hacia el cementerio de San Fernando
El cortejo fúnebre del taxista se dirige hacia el cementerio de San Fernando / Fototeca Municipal De Sevilla. Fondo Gelán
Amanda Glez. De Aledo

13 de mayo 2019 - 02:00

Un taxista sevillano, José Álvarez Miranda, fue encontrado muerto en el interior de su coche a las 7 de la mañana del 6 de enero de 1959 con un balazo en la cabeza en la desviación de la carretera de Cádiz que lleva hacia el Cortijo del Cuarto.

Pese a que el suceso conmocionó a Sevilla y el entierro fue multitudinario, no hubo detenidos ni nuevas pistas sobre el crimen y el caso se desvaneció a los pocos días en los medios de comunicación.

El fallecido era natural de Sanlúcar de Barrameda y tenía 45 años. Según las informaciones oficiales de la época, no se le conocían vicios ni malas compañías y “llevaba una vida intachable en compañía de unos familiares”, con los que vivía en la calle Luis Montoto.

Las indagaciones policiales determinaron que había sido visto por última vez hacia las 2 de la madrugada en la calle Trajano. Los guardas nocturnos del Cortijo del Cuarto no detectaron nada extraño y el cadáver fue encontrado por el guarda de la granja-escuela a las 7 de la mañana siguiente.

La llave de contacto del coche estaba desconectada pero puesta, la palanca de cambios en punto muerto y las luces de posición estaban encendidas.

En el interior del taxi apareció el casquillo de la bala disparada, de calibre nueve largo. El proyectil penetró por el lado derecho de la nuca, salió por la órbita del ojo derecho y quedó incrustado en el espejo retrovisor. No había sido disparado a quemarropa porque el cabello de la víctima no aparecía quemado.

Debajo del volante había una gran mancha de sangre así como en el lado derecho del asiento.

La autopsia determinó que el estómago estaba vacío y sin presencia de alcohol. En sus bolsillos se encontró el dinero equivalente a la recaudación y unos cigarrillos de marca Bisonte, aunque él acostumbraba a fumar picadura.

José Álvarez llevaba solo un año trabajando como taxista y era conocido como Sanlúcar en el gremio. Antes había sido camionero y había intentado hacerse torero ya que durante muchos años trabajó en una ganadería.

El sepelio tuvo lugar el 7 de enero y fue multitudinario. El féretro fue portado a hombros por compañeros del taxista y muchos otros conductores lo acompañaron en sus vehículos desde el Anatómico Forense hasta el cementerio de San Fernando.

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