El pulso con la infantería municipal
La Caja Negra
Todos los alcaldes tienen que sufrir en sus relaciones con los cuerpos de seguridad y los servicios de emergencia, limpieza y transporte
Adiós al último negocio del calzado de la familia Burgos
El turismo de lechuga
Es muy posible que el alcalde Sanz se encuentre estos días en los momentos más delicados del mandato con ocasión del enfrentamiento abierto con los representantes sindicales del cuerpo de la Policía Local. Así lo enseña la historia reciente. Las reivindicaciones nunca cesan, sobre todo cuando antes se ha sentado un precedente al aplicar el criterio de atender las peticiones de las denominadas productividades en una ciudad que lleva años con los actos y convocatorias callejeras disparados. Mala cosa es que un alcalde tenga tensiones en la infantería municipal, sea la Policía, los bomberos, las empresas de limpieza y el transporte (bus y taxi). Son la base de la gestión en la ciudad. Sin estos colectivos, la vida ordinaria puede alcanzar momentos de caos. Sanz tiene el problema con los agentes policiales, como lo tuvo Sánchez Monteseirín desde la cuaresma de 2000, cuando los agentes decidieron protestar pacíficamente con partes del cabello teñido de colores llamativos. Sus doce años al frente del Ayuntamiento se caracterizaron por las manifestaciones de los agentes en la Plaza Nueva con todo tipo de reclamos y parodias, desde el uso de caretas con el rostro del alcalde hasta el empleo de un burro, pasando por la exhibición del todavía recordado langostino hinchable. Las tensiones fueron tan constantes que algunos de los concejales sufrió en su barrio de residencia manifestaciones que aún no se conocían como escraches. El caso es que Monteseirín aguantó y siempre defendió a la Policía, procurando ceñir ciertos actos y protestas a un grupo reducido.
Años antes Rojas-Marcos se enfrentó a una huelga de limpieza en la Feria. El andalucista, que no se amilanaba fácilmente por nadie, afrontó la bronca dando la cara ante quienes dejaban la basura acumulada en la puerta de la caseta del Ayuntamiento. El año siguiente fueron los bomberos los que se rebelaron y le hicieron beber del cáliz amargo.
Zoido afrontó en 2012 la mayor huelga de limpieza que se ha conocido. Tuvo eco en los telediarios nacionales. El gobierno fue hábil al filtrar los sueldos de los trabajadores de Lipasam, sobre todo porque se conoció el plus que pagaba el mero hecho de asistir al trabajo, un abono concebido en su día para luchar contra el absentismo. Para el recuerdo quedan las estampas de una ciudad, tanto en el centro cono en los barrios, tomada por las pilas de residuos.
Juan Espadas cultivó desde el primer día un idilio con el sindicato policial, con el concejal Juan Carlos Cabrera con el pin del sindicato en el pleno de la toma de posesión. Pero tampoco fueron años exentos de reivindicaciones y las correspondientes tensiones. Nada nuevo bajo el sol de la ciudad en estos días que Sanz vive en tensión, pues este fin de semana arranca el encendido navideño y, por lo tanto, se suceden las grandes concentraciones de público en las calles del centro. Tal vez la firmeza en invocar la ley llegue algo tarde. Es seguro que la ciudad no ha adaptado sus estructuras a los nuevos tiempos: turismo masivo y un generalizado entusiasmo a la hora de vivir y celebrar en la calle, fenómenos propios de la pos-pandemia. Sevilla va tarde en esa actualización de la infantería municipal. Y se ha acostumbrado a un pago de productividades que resulta insostenible y, sobre todo, que carece de amparo legal. Pero el caso es que se necesita más que nunca a esos cuerpos y colectivos que son en buena medida los que hacen funcionar una ciudad, máxime en períodos de fiestas, o cuando hay una Magna, una cumbre de la ONU o una final de la Copa del Rey.
También te puede interesar
Lo último
CONTENIDO OFRECIDO POR SÁNCHEZ ROMERO CARVAJAL
CONTENIDO OFRECIDO POR HOTEL ALFONSO XIII
Contenido Patrocinado
CONTENIDO OFRECIDO POR AMAZON