Luis Enrique Flores

El sufridor de los Plenos

  • Luis Enrique Flores, pileño de nacimiento, es el secretario general del Ayuntamiento que tiene que soportar plenos municipales de hasta ocho y nueve horas de duración. Dicen que es un fedatario municipal más influyente de la cuenta. Suele ser fijo en los saraos oficiales de la ciudad

Luis Enrique Flores

Luis Enrique Flores / Rosell (Sevilla)

LA tortura se puede sufrir de muchas formas en una ciudad como Sevilla: la cola del párking del Corte Inglés una tarde de Navidad, cuando hay que usar una y otra vez el freno de mano en la rampa; soportar un cumpleaños infantil en un parque de bolas con una Mahou en un vaso de plástico; aguantar el pestazo de la axila de un compañero de viaje en un Tussam de julio, la bulla de las urgencias del Macarena, o los innumerables peticionarios de firmas para ayudar a las organizaciones gubernamentales que te persiguen desde la Plaza Nueva hasta la Campana al grito de “¡Caballero!”.

Pero uno de los peores potros de tortura de la ciudad, donde usted puede perder la paciencia, quedar sumido en el sopor, mostrarse agresivo por unos momentos y nervioso en otros es en los Plenos municipales, las sesiones donde se reúnen los 31 concejales de la ciudad en el Salón Colón. La asistencia a un Pleno completo es un verdadero suplicio para el que muy pocas personas están preparadas. Ni siquiera los señores capitulares que se permiten el lujo de faltar, ausentarse a ratos y volver o no en función de las votaciones. Pero el secretario general, ay, tiene que tragarse todas las sesiones.

El pileño Luis Enrique Flores, de 58 años, es el fedatario del Ayuntamiento de Sevilla, el hombre que soporta todos los plenos, que tiene registrada la duración de las sesiones y que de vez en cuando manda un mensaje a sus amistades con el récord de duración: “Hoy, ocho horas y diez minutos”. Aseguran que al secretario le crece la barba en los plenos. El interventor José Miguel Braojos, su alter ego en la estructura municipal, su pareja de baile en la danza del Nodo, se va siempre de los Plenos tras los puntos de Administración General con la excusa de que ya no es necesaria su presencia. “Ya estoy yo en Cádiz”, se le oye decir, mientras a Luis Enrique se le pone la cara de una mala tarde de toros.

Flores es un sevillista apasionado. Muy apasionado. Dicen que explica su sevillismo inquebrantable con una frase muy reiterada: “El Sevilla nunca me abandona”. Cuentan que como el club nervionense sea atacado en su presencia, es capaz de exhibir su vena pileña. El hombre cordial, afable y calmado es capaz de volverse un torbellino.

Como fedatario suele buscar la solución a los problemas que le plantean políticos, directores generales y otros cargos municipales que siempre tienen prisas y ocurrencias. No suele acceder fácilmente a soluciones jurídicas que le vengan impuestas. Las recibe con recelo. En Derecho Administrativo está dispuesto a recibir pocas lecciones en el Ayuntamiento. Mucha gente quiere quedar bien con él, pero suele regatear determinados agasajos cuando no le gustan o se siente incómodo, a pesar de que Flores tiene plaza fija en los saraos oficiales de la ciudad.

Al fedatario municipal le verán poco al volante. Es de los que va a todos los sitios a pie. Siempre tiene tiempo para una cerveza y una conversación. Conoce a media Sevilla y la otra media lo conoce a él. Hay quien lo tiene por un verdadero relaciones públicas, aficionado al buen comer, sobre todo si es en el Yebra, donde alguna vez ha compartido mesa con Monteseirín.

Hasta sus críticos reconocen su capacidad intelectual, el dominio de una tarea tan árida como el Derecho Administrativo, que cultiva más allá de las horas de trabajo al redactar artículos para revistas especializadas. En el Ayuntamiento no le discute nadie sus planteamientos. Es tan cierto que no se pierde un desayuno profesional como que dedica las tardes a estudiar y prepararse los temas, que dicen que sintetiza con gran alarde didáctico al captar rápido el fondo de los procesos más complejos: una recalificación, un cambio de uso, un convenio urbanístico, una subvención y un largo rosario de asuntos que aburren a las ovejas.

Flores es mucho más que un mero secretario, quizás porque ha habido alcaldes que le han dejado meterse hasta en la cocina. Tiene un perfil muy político cuando da el paso y valora los asuntos más allá del mero proceso. Le gusta advertir al político de los riesgos de determinadas operaciones. Después, cuando ocurren los problemas, suele repetir una frase: “Ya te lo dije yo, ya te lo dije yo...”.

Cuando se topa con políticos temerosos se le ha oído aludir en alguna ocasión al que fuera hombre fuerte de Monteseirín en el Ayuntamiento: “Si esto lo coge Manolo Marchena está resuelto en dos minutos, pero, claro, él no valoraba los daños colaterales”.

Le gusta cultivar las relaciones con la clase dirigente. Llegó a Sevilla en 2007 con Monteseirín, que contó con su total colaboración para el polémico proyecto de las setas. Dicen que es la operación en la que el secretario ha sido más arriesgado o más valiente, según se mire, en función de su tradicional línea de actuación. Flores nunca toma una decisión que pueda suponerle un riesgo personal. Al considerar el Metropol Parasol como un sistema general, se pudo emplear en la obra el dinero ingresado por los convenios urbanísticos, lo cual fue muy discutido. Nunca hubo ningún problema legal, pero alguno todavía recuerda una maniobra que fue considerada arriesgada. Por cierto, cuentan que Flores no le tiene mucha estima a la Gerencia de Urbanismo. Siempre exige que los técnicos del organismo autónomo municipal se mojen con sus firmas. Para eso, dicen, hay sueldos altísimos en las caracolas...

Con Zoido se entusiasmó en los primeros minutos. Comieron cordialmente al inicio del mandato en Becerra. Pero la cosa acabó con los años en gaseosa sin gas. Con Espadas se ve en Rota en los veranos de relax, cuando el alcalde gasta bermudas y calzado cómodo hasta cuando acude al supermercado.

La vida es...

La vida son recuerdos del instituto del Seminario de Pilas donde se formó y trató al actual arzobispo castrense, monseñor Juan del Río. De la imprenta familiar, de una casa donde se educó entre libros, en un ambiente de inquietudes intelectuales. De jugar partidos de fútbol con bastante habilidad antes de coger kilos. La vida son evocaciones de las clases de Clavero o de Pérez Moreno. Es una amistad con Santiago Muñoz Machado, el jurista que preside la Real Academia de la Lengua Española. La vida es ser accesible, pararse por la calle más que el C-2 para saludar a todo el mundo. Flores tarda de la Plaza Nueva a la sede del Labradores más que San Bernardo en pasar. La vida es disfrutar de algunos partidos del Sevilla en el palco. Siempre suele estar muy próximo a las autoridades del club. La vida no es limitarse a dar fe, sino atender todas las consultas. Y es ser un entusiasta del pilates.

A este vecino del distrito Macarena le gusta mucho caminar por el río, por donde se encuentra con el ex concejal Gregorio Serrano. Sevilla tiene dos altos funcionarios municipales a los que no les gusta que le digan “altos”. Uno es de ruan, el interventor Braojos, y otro de capa, el secretario Flores, al que le pirra tanto caminar como dormir.

Si le dejan, este Flores influye por pura inercia y fuerza personal en los proyectos de la ciudad más allá del Derecho Administrativo. Genera bonhomía personal, sabe hilar discursos y manejar la ironía. Se le nota el Pilas natal y su experiencia como fedatario en Huévar, Sanlúcar, Bollullos y Coria. En el fondo es como los arzobispos que siempre llevan al cura de pueblo dentro. Si se lo encurtan un viernes de Pleno camino del Salón Colon, acompáñenle en el sentimiento. Va directo al potro de tortura. Y necesita un ad calorem. En serio.

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