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Utoya, Columbine o Lieja, el mismo patrón: asesinos psicópatas

El día después de la matanza cometida por Nordine Amrani en Lieja, los expertos analizan qué razones se esconden tras este tipo de acciones: el recuerdo de la masacre cometida por Anders Breivik en Utoya, o la del dúo Harris-Klebold en el instituto estadounidense de Columbine, pone en evidencia que el patrón es el mismo: deseo patológico de venganza contra la sociedad.

Apenas 24 horas después del drama, Bélgica se pregunta cómo ha sido posible: las respuestas quizás no haya que buscarlas sólo en Lieja, sino en el drama de Utoya, cuando en julio pasado Anders Behring Breivik asesinaba a sangre fría a 84 personas en un campamento de verano del partido laborista en la -hasta entonces paradisíaca- isla noruega de Utoya.

"Vendo Kalashnikov por 1.700 euros en buen estado", es el texto de un anuncio por palabras aparecido en la prensa regional belga, en la localidad de Verviers, según contó un oyente del programa matinal de la radiotelevisión pública belga francófona RTBF, escandalizado por la "facilidad" con que supuestamente se pueden comprar armas en el pequeño país del Benelux. La anécdota recuerda que esa es, precisamente, una de las cuestiones centrales tras el drama de Lieja: ¿cómo pudo Amrani, un soldador de 33 años, hacerse con todo un arsenal, compuesto por rifles automáticos, granadas de mano ligeras y un fusil AK47?

De hecho, Amrani fue condenado en 2008 a 58 meses de cárcel por posesión ilegal de armas y por tener plantas de cannabis en su casa. Sin embargo, y aquí se abre la segunda pregunta, ¿cómo obtuvo la libertad condicional (tras cumplir sólo un tercio de la condena) y cómo nadie hizo un seguimiento, con apoyo psicológico, de su caso?

Según datos oficiales, en estos momentos hay en Bélgica cerca de un millón de armas registradas, aunque la policía admite que la cifra de armas no registradas es "muy difícil de calcular". Hasta 2006 era muy sencillo conseguir un arma o explosivos. Por ejemplo, los tiradores deportivos y los cazadores podían simplemente acudir a las tiendas a comprarlas: lo único que tenían que hacer era dejar sus datos por escrito.

En 2006, cuando se supone que el autor de la masacre se hizo con las armas, las autoridades calculaban que había en Bélgica cerca de dos millones de unidades, de las cuales sólo 800.000 estaban registradas. No obstante, la legislación se endureció después de que un joven de 18 años asesinara a una mujer embarazada y a un niño de dos años en plena calle en Amberes a finales de ese año. Desde entonces, es obligatorio registrar todo tipo de armas. Sólo los cazadores reconocidos, e inscritos en un club oficial, así como los tiradores de élite, pueden comprar armas, pero los permisos para llevarlas están limitados a cinco años.

Pero lo inquietante es que ni las propias fuerzas de seguridad belgas son capaces de asegurar que no hay más presuntos perturbados como Amrani en posesión de granadas, fusiles de asalto o rifles de precisión. De hecho, la publicación belga Le Vif titulaba muy expresivamente: "Nordine Amrani, esos asesinos silenciosos que están entre nosotros".

Según Stéphane Bourgoin, experto criminólogo belga en asesinos en serie, en el 95 por ciento de los casos, este tipo de acciones son cometidas por "personas aisladas, que han tenido que soportar algún tipo de humillaciones en su infancia, y que no tienen apenas amigos". Asegura que gente como Breivik o Eric Harris y Dylan Klebold, los dos adolescentes que el 20 de abril de 1999 asesinaron a 15 personas (la gran parte estudiantes) en el instituto estadounidense de secundaria Columbine, siguen el mismo patrón psico-patológico. "Son personas que tiene enormes deseos de venganza respecto a la sociedad. Se sienten oprimidos o no reconocidos", asegura. Nordine Amrani, quien había sido citado por la justicia para el martes mismo tras nuevas denuncias en su contra, pensaba "que el mundo estaba contra él".

Según el experto belga, más de tres cuartas partes de los asesinos en serie tienen el objetivo de suicidarse, tras cometer su acción, "pero su personalidad muy narcicista y su odio a la sociedad les impulsan a cometer sus acciones no en la soledad de su casa sino matando al mayor número de personas, y en público. Tienen que morir matando para pasar a la posteridad". El perfil clásico de los asesinos del tipo Amrani, Breivik o Harris-Klebold corresponde a "psicópatas, sociópatas o psicóticos llenos de resentimiento. Sólo ellos cuentan en el mundo, tienen una tendencia a cosificarlo todo y se sienten fascinados por las armas de fuego", asegura Bourgoin.

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