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Cultura

ABBA: Un legado que continúa provocando el delirio

  • Estocolmo repasa en un museo la historia del grupo, un espacio con carácter interactivo y abundante material de la mítica banda.

Esa capacidad que tenían los componentes de ABBA para llegar al público con sus melodías pegadizas, su vestuario imposible y su espíritu jubiloso no remitió con el tiempo. La ruptura en 1983 -una separación que nunca se anunció oficialmente- no supuso el último capítulo de esa historia triunfal que había derribado fronteras hasta entonces infranqueables y dinamitado las escasas posibilidades de éxito a las que podía aspirar un grupo sueco en el mundo. El entusiasmo generado por la publicación del recopilatorio ABBA Gold, la recuperación de sus canciones en películas como Las aventuras de Priscilla, reina del desierto y La boda de Muriel, o la excepcional acogida del musical Mamma Mia!, más tarde llevado al cine, demostraron que el mundo quería seguir bailando al ritmo liviano y contagioso del cuarteto. Ahora, los admiradores y nostálgicos tienen en la isla de Djurgården, Estocolmo, un templo en el que rendir culto a sus ídolos: Abba The Museum, un espacio que se ha sumado recientemente a los muchos encantos de la capital sueca -abrió sus puertas el pasado mayo- y que divulga el legado de los intérpretes de Dancing Queen o Waterloo, Anni-Frid Lyngstad, Agnetha Fältskog, Benny Andersson y Björn Ulvaeus, esos músicos que, según se estima desde el museo, lograron vender 378 millones de discos.

El visitante reconocerá pronto los esfuerzos de los promotores del centro por recopilar el material que mejor reconstruyera la memoria de ABBA: la recreación de los escenarios que marcaron la trayectoria del conjunto y la exhibición del vestuario, objetos personales de los músicos, los discos y reconocimientos obtenidos proponen un completo recorrido que incluso podría agotar a quien no sienta pasión por el grupo. "El nuevo museo ofrecerá una imagen completa de la banda, de su música y el increíble éxito que tuvimos en los años 70 y 80, algo que no habíamos podido presentar hasta ahora", comentó Björn Ulvaeus cuando el centro se inauguraba. "Es como un documental sobre música que invita a quien venga tanto al backstage como a subirse al escenario", explicaba.

Lo de subirse al escenario es literal: el museo está planteado con un lúdico carácter interactivo, y el público puede ser el quinto miembro y compartir actuación con los miembros de la banda gracias a una proyección, interpretar los hits en un karaoke que reproduce el estudio de grabación original o montarse en el helicóptero que aparecía en la portada del cuarto álbum de los suecos, Arrival.

Una breve película que recibe a los espectadores ya anticipa la ambición con que ha sido concebido el museo: la pieza está firmada por Jonas Åkerlund, responsable de algunos de los vídeos musicales más celebrados de las últimas décadas que propone aquí su visión de ABBA. La muestra se inicia con la historia de cada uno de los componentes previa al nacimiento de la banda y con una reproducción del Gamleby Folkets Park, donde se produciría el germen de la formación: allí coincidirían en 1966 Benny Anderson, integrante de The Hep Stars, y Björn Ulvaeus, de The Hootemany Singers; tres años más tarde conocerían a Agnetha y Frida.

Los cuatro se comerían el mundo de la mano de Stikkan Anderson, el dueño de la discográfica Polar Music que se convertiría también en su representante. Un teléfono recuerda entre los artículos de la exposición uno de los primeros éxitos del grupo, Ring Ring, pero la atención se la lleva en esa sala uno de los hitos del museo: las imágenes de la victoria en Eurovisión -año 1974, en Brighton- con Waterloo se acompañan del vestuario que los intérpretes llevaron entonces.

La oficina de Polar Music, el estudio donde grababan o el santuario de Viggsö, la isla en la que se retiraban y compusieron algunos de los himnos de su currículum, son parte de la oferta de un itinerario que también recuerda con minuciosidad el estudio donde se confeccionaban los trajes diseñados por Owe Sandstrom y Lars Wigenius o el backstage donde los músicos se preparaban para los conciertos. La opción de confeccionar su propio vestuario mediante un juego es uno de los pasatiempos en los que puede entretenerse el visitante.

El delirio colectivo que suscitó ABBA se aprecia no sólo en las cartas de los fans que expone la colección, también en las películas que se proyectan, en particular ABBA The movie, cinta realizada por Lasse Hallström -el director de Las normas de la casa de la sidra, responsable de muchos de los vídeos del cuarteto, también brinda su testimonio en otra sala- que recogía la gira de la banda por Australia. Así descubre el espectador que la pasión arrebatada de Priscilla y La boda de Muriel por Abbatiene sus motivos: la emisión del programa The Best of ABBA en ese país fue la retransmisión más vista de la televisión australiana, y superó el récord de audiencia que poseía la llegada del hombre a la luna. A la luna no pudieron desembarcar los integrantes de ABBA, pero la abrumadora cifra de portadas de discos en todos los idiomas que se exhiben en el museo confirma la onda expansiva que propagó el grupo por casi todo el planeta. Algunas de las cubiertas seleccionadas están en castellano, un idioma al que los de ABBA se pasaron con Chiquitita. Dicen que el tema es todavía el single más vendido en la historia de Hispanoamérica: otra muestra más de que ABBA, aún, mantiene una sorprendente hegemonía pese a aquella ruptura de la que ahora se cumplen tres décadas.

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