Alejandro Simón Partal: "El verano es el periodo de la transición, la apertura y la iluminación"
Sombra Sosegada
El escritor malagueño, con quien finalizamos esta serie, publicará en los próximos meses una antología de su obra poética
Mantener una conversación con el escritor Alejandro Simón Partal (Estepona, 1983) tiene algo de sentarse frente a la orilla de la playa. Uno recibe esa plenitud –sosiego, hondura, verdad- del mar sin abandonar una imagen de lo indómito, de lo que sacude, del oleaje. Converge aquí lo apolíneo y lo dionisíaco. Las ideas van y vienen, y dejan rastro para, decididas y discretas, marcharse. Simón Partal, este otoño, publicará una antología de su obra poética –Ese de anoche se titula- y hasta el pasado mes de julio estuvo trabajo en el rodaje de una película sobre Los Planetas. El escritor define el verano como “ese tiempo de espera y pausa que nos ayuda a recolocar nuestras intenciones”.
Los veranos de la infancia de Alejandro Simón Partal se “basaron en el aburrimiento” y los de la adolescencia se definieron por ser una época en la que había que volver al pueblo, tras pasar los meses del curso escolar en Sevilla. Al contrario de lo que sucede en otros adolescentes, la dirección era opuesta. “En la adolescencia tuve un auge de carisma y me fui a vivir a Sevilla. Yo jugaba al baloncesto y me fichó el Caja San Fernando. Así, temía la llegada del verano porque eso significaba la interrupción de vivir en una ciudad grande. Una ciudad en la que me sentía alguien distinto al que era en el pueblo, en Estepona. De adulto, sin embargo, vivo el verano como un señor desfasado: voy a la playa, hago nudismo, me gusta ir al chiringuito, la neverita y también es una época donde el corazón sigue abierto a grandes cosas”. “En mí se produce una relación inversa con el verano: de adolescente lo miraba con desdén y ahora como un espacio luminoso, de oportunidad”, afirma el escritor.
Pero esos veranos en los que se invirtieron los esquemas habituales –la ciudad y el curso académico como nuevo lugar y la playa como sinónimo de vida rutinaria- también tuvieron su función de aprendizaje, descubrimiento y emancipación. “Aquella interrupción y la forma radical de parar, de venirme de la ciudad al pueblo, me llevó al aburrimiento, pero el aburrimiento es importante para conocerse a uno mismo, para la exploración del propio cuerpo, para la lectura… El verano en la adolescencia tiene capacidad de formarnos como personas”, asegura Alejandro Simón Partal.
Lo más importante para el escritor, si tuviéramos que detenernos en un aspecto crucial del verano, es su condición de “espera”. “Me parece importante la espera”, subraya Simón Partal. “Es muy conocido el debate entre Martin Heidegger y su hermano Fritz. En este debate, el filósofo alemán contrapuso la espera a la esperanza. Sentenció que la esperanza cuenta con ese algo que puede pasar mientras que la espera cuenta con esa parte de conformidad y de discreción. Pienso que el verano tiene esa parte de conformidad y discreción. Como pienso que el verano ilumina y da sentido. Da sentido al resto del curso”, reflexiona el autor, quien añade, para concluir, que “el verano es la estación de la inseguridad”. “Y también hay que aprender a vivir en la inseguridad. Ahora estamos dando espacio todo el tiempo a la seguridad, que lo entiendo, pero me parece peligrosa. Porque nuestra única forma de vida es la de la inseguridad. Los espacios de seguridad son muy aburridos”.
Esa inseguridad que se deduce del verano es, igualmente, incertidumbre. Una incertidumbre que defiende Alejandro Simón Partal, quien además de poeta, ensayista y novelista, es profesor –doctor en Filología Hispánica-. El autor argumenta “que la incertidumbre es una de las formas que hay que cuidar porque potencia a los alumnos”. El verano posee un carácter de ruptura respecto de pautas, horarios, normas. Es un periodo en el que las vacaciones nos invitan a hacer, es decir, a hacernos, más allá de los límites que la rutina nos impone. De ese no saber qué será, de esa incertidumbre, Simón Partal afirma que “nacen las situaciones más insospechadas”. Una coyuntura que nos enriquece y que resulta provechosa. Tanto para el artista como para el alumno. Para cualquier persona. “Mi vida ha estado marcada por todos esos años en los que he ido saltos, moviéndome de aquí a allá, ya sea por encontrar posibilidades laborales, por estudios. También creo que los nacidos en los ochenta tenemos ese empuje de estar en muchos sitios, de desarrollarnos continuamente… Quizá motivado por aquella época del boom económico. Ahora todo se está equilibrando, por suerte”.
El verano contiene otros significados –además de la pausa, el tiempo de espera o la incertidumbre-. Nos referimos a la felicidad. Lo veraniego se asocia a la diversión, al ocio. Aunque sea esta relación tópica. Y por tanto no del todo exacta. “Mi tío Juan siempre decía que el verano es bonito si tienes dinero y salud. Si no, es un infierno. Con esto digo que tampoco hay que idealizar el verano. Porque claro, alguien que nos lea desde, no sé, Osuna y trabaje de dos a ocho de la tarde dirá que soy un gilipollas por ir alabando de manera tan romántica el verano. Otros me apuntarán que el invierno también es bonito si tienes dinero y salud, pero al invierno se le presumen tinieblas y más sometimiento”, relata el escritor. “El verano es la estación donde se nos impone la felicidad y donde también se puede generar mucha frustración”, apostilla.
No obstante, queda claro que los meses estivales son “el periodo de la transición, la apertura y la iluminación” –aunque sin olvidar sus versiones más agrias-. “La primavera y el verano son estaciones que se presentan contra los males. Por eso se sigue diciendo que el agua del mar te sana, que viajar ensancha la mente, que la mejor fruta se da en verano, que el sol proporciona vitaminas. El verano tiene algo de salvación”, apunta Simón Partal.
El próximo libro del autor malagueño será, como indicábamos al principio de esta conversación, una antología de sus libros de poemas. La publicará la editorial Aguilar en el mes de octubre. “Confieso que me da un poco de vergüenza decir que saco una antología de mi poesía, pero la editorial ha apostado por ello y a mí me hacía ilusión recopilar mis poemas. También incluyo algunos inéditos. Por otra parte, es mi excusa para irme de presentaciones y para ver amigos. Porque la literatura en el fondo es una forma de encuentro con los demás”, sugiere el poeta, quien concluye que la relectura de sus versos le ha ocasionado “más ternura que bochorno”. “En muy pocos oficios se siente total plenitud con lo que se hizo hace veinte años. Si así fuera, me parecería algo de genio… o de estúpido”.
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