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Cultura

Andalucía en ARCO, pocas galerías, muchos artistas

  • Un año más la escasa presencia de espacios expositivos andaluces coincide con una amplia representación de creadores de la comunidad, que revelan la buena salud de la escena artística.

La nueva edición de ARCO acoge tan solo tres espacios expositivos de origen andaluz: las galerías Rafael Ortiz y Alarcón Criado, ambas de Sevilla, y el stand de la Diputación de Huelva. Un año más, galerías con una trayectoria y una programación de interés como las malagueñas Javier Marín, Isabel Hurley o Yusto/Giner, referentes expositivos de Andalucía, se quedan a las puertas de la feria y a la espera de poder mostrar el trabajo de sus artistas. Sí existe, sin embargo, una amplia representación de artistas andaluces de distintas generaciones que nos hablan de la buena salud que vive el arte contemporáneo en nuestra comunidad.

La más veterana de todas, Rafael Ortiz, enfrenta el trabajo del Equipo 57 al de la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, un diálogo que a nivel narrativo no acaba de cuajar. Sin embargo, las ocho piezas de mediano formato del equipo cordobés que se sitúan en uno de los laterales exteriores de la galería son una de las mejores muestras de lo que fue el arte concreto en nuestro país. Encontramos también tres esculturas hechas en madera curvada que conectan directamente con el imaginario formal que emplean hoy día arquitectos tan afamados como Frank Gehry. Sorprenden una serie de maquetas de las esculturas del equipo que, sin duda, son el mayor acierto de Rafael Ortiz.

Una línea mucho más contemporánea presentan las galerías Alarcón Criado y Juana de Aizpuru, la cual debemos destacar por la presencia de excelentes artistas andaluces y por su estrecha vinculación con Sevilla. Alarcón Criado es una galería relativamente joven que camina despacio pero firme. Este año vuelve a ARCO con un programa de artistas andaluces de interés. Por un lado tenemos la obra de los gemelos Mp & Mp Rosado (Cádiz, 1971) perteneciente a la serie Modelos y Recipientes (2016) en la que los artistas han seccionado una serie de cántaros de barro para jugar compositivamente con las piezas. El cántaro pierde su función de envase para convertirse en obra de arte sacrificándose, por tanto, todo su valor y significación práctica. Otro autor de esta galería es el fotógrafo José Guerrero (Granada, 1979) que en esta ocasión ha presentado dos piezas en las que reflexiona sobre los niveles de realidad del arte. Mine Wall. HWY 50 (2011), Nevada es una fotografía de una pintura paisajística casi abstracta que aparece apoyada sobre un suelo de ladrillos y piedrecitas. He aquí dos niveles existenciales: la realidad fotografiada y la realidad pintada que luego es fotografiada. Una obra pictórica más narrativa es la de Simón Zabell (Málaga, 1970), Our men in Tahití (2016), que ha sido inspirada por la obra literaria de Robert Louis Stevenson y en la que el pintor nos habla de aquellos ideales románticos de viaje, descubrimiento y colonización. Zabell sigue demostrando un dominio de la textura pictórica como elemento descriptivo. La galería Juana Aizpuru, por su parte, presenta el trabajo de dos artistas andaluces plenamente consolidados. Cristina Lucas (Úbeda, 1973) exhibe una videoinstalación titulada Estalt 5 (2016), compuesta por cinco monitores dispuestos verticalmente en la que aparecen cinco directores de orquesta dirigiendo a un cuerpo femenino de músicos. Suena la Quinta Sinfonía de Beethoven y los directores comienzan a dirigir con una actitud preponderante y viril. Lucas sigue indagando en temas relacionados con modelos de poder masculino, patriarcales. En un ámbito crítico totalmente diferente se sitúa el fotomontaje Liber (2015) de Rogelio López Cuenca (Málaga, 1959), un clásico de esta galería. López Cuenca entiende la cultura como un arma de insurrección, por eso utiliza la estampa de un joven manifestante lanzando a las autoridades un libro.

Javier López y Fer Francés se erige como la galería de los jóvenes artistas andaluces en ARCO. Entre nombres tan importantes como Alex Katz o José María Yturralde, se cuelan Marina Vargas, Manuel León y Pilar Albarracín. El trabajo de Marina Vargas (Granada, 1980), expuesto recientemente en el CAC Málaga, es un juego de fuerzas: la clásica, representada en una venus griega impoluta y la barroca, materializada en una masa rosácea e informe que está fagocitando a la primera. Un pulso de contrarios histórico. Manuel León (Villanueva del Ariscal, 1977), por su parte, presenta una nueva línea temática distinta y renovada. En El Niño de Oro (2016) León retrata al cantaor Niño de Elche, quien se ha mostrado bastante crítico con los centros de control y poder del flamenco, y el libro del Ecocidio, texto que trata el tema de la extinción masiva de las especies. Un nexo tan surrealista como sugerente al que el artista suma un guiño al transgénero o la cultura queer. Por último, cabría destacar la figura de la sevillana Pilar Albarracín (1968), cuyos dibujos a bolígrafo recrean motivos ornamentales propios de los mantones de manila, a los que ella añade algunos elementos incendiarios como granadas de mano o dinamitas. La artista vuelve a arremeter, cargada de ironía, contra esa iconografía kitsch que pretende definir lo español.

Dos últimas recomendaciones: la obra de Carlos Aires (Ronda, 1974) en el espacio ADN y la de Cristóbal Ortega (Alhaurín de la Torre, 1970) en la galería Miguel Marcos. Mientras el primero lanza una crítica mordaz y directa contra la cultura contemporánea y sus imaginarios, el segundo se detiene en la materia pictórica y en su comportamiento sobre y detrás del lienzo.

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