Ángulos de la pintura figurativa

Gloria Martín y Fernando Clemente, representantes de la figuración sevillana del nuevo siglo, exponen sus nuevas obras

'Omega 1', óleo sobre tela de Fernando Clemente.
'Omega 1', óleo sobre tela de Fernando Clemente.
José Yñiguez

02 de mayo 2011 - 05:00

Voz hueca. Gloria Martín. Galería Birimbao (Alcázares, 5), Sevilla. Hasta el 17 de mayo.

Plan de obra. Fernando Clemente. Mecánica Galería (Cabeza del Rey Don Pedro, 15, local B), Sevilla. Hasta el 23 de mayo.

Coinciden en Sevilla las exposiciones individuales de Gloria Martín y Fernando Clemente, dos representantes de la generación figurativa sevillana del nuevo siglo. Una de las características de esta generación es su apuesta por la pintura pero también la diversidad de perspectivas desde la que la afrontan.

Fernando Clemente formó parte desde finales de los 90, con Miki Leal y Juan del Junco, de la Richard Channing Foundation, quizás el elemento inicial y más llamativo, junto a las actividades del espacio de Sala de eStar, de la nueva generación de artistas sevillanos. La mayoría serán pintores y pintores figurativos, pero es ya una pintura contaminada por otros géneros y soportes, que incorpora aspectos de la arquitectura, la escultura, la fotografía, la instalación o de los nuevos medios y las nuevas tecnologías.

Olvidada la naturaleza como maestra a imitar y también superada la concentración de la pintura en la representación esencial de sus propios medios, lo que se debate en esta pintura es la posibilidad de construir una imagen conflictiva que tiene origen en la apropiación de la imaginería popular, urbana o mediática, y la creencia de que es la apropiación por parte de los medios de masas de esas imágenes la que construye la realidad. Así, la pintura se sitúa cerca del pastiche, de la imagen sin sustancia pero, precisamente por venir de donde viene, puede permitir una interpretación más ajustada del mundo real. Lógicamente, hay bastante distanciamiento de la imagen que se utiliza y también la ironía interviene decisivamente.

Bastante de todo esto hay en las obras de Fernando Clemente. Desde sus inicios, siempre estuvo interesado por la simbología urbana y callejera como signos de identidad juvenil inmediata pero igualmente volátiles, casi a modo de procesos de ornamentación urbanos. Ahora, en su primera individual, presenta obras un tanto diferentes donde priman la referencia geométrica y constructivista. Por supuesto carecen del componente utópico del constructivismo tradicional: las estructuras ortogonales aparecen vacías de contenido y hasta de sentido constructivo, parecen abandonadas. El calculado descuido en la ejecución, los formatos levemente irregulares y la suntuosidad de la pintura le añaden, sin embargo, valores emblemáticos y ornamentales a las construcciones. Y todo presidido por una fina ironía que se trasparenta más en obras que recuerdan el esqueleto del templo griego al sol o el baile aéreo de unos ladrillos.

Gloría Martín utiliza otra estrategia para dotar de sentido a su pintura. Esta exposición parte de la visita de la artista a la casa museo de Gustave Moreau en París, ciudad en la que estuvo becada el año pasado por el Colegio de España. En su exposición anterior en Málaga había sido la casa de Colette y alguno de esos cuadros también se exponen ahora. Ya había trabajado sobre el tema del hogar, primero en la serie de casas de muñecas, imagen tanto de la educación femenina como de su propia reclusión, para después interesarse por el ambiente del hogar en pequeñas instalaciones.

Aquí va un poco más lejos. La representación del hogar se trasvasa a la casa museo y, por tanto, a la institución museo, el hogar definitivo de las obras de arte. Sólo que en las representaciones que la artista ofrece las obras han desaparecido, están claramente señalados los sitios que les pudieran corresponder en la ordenación museística pero aparecen vacios. También los contendores de las obras, muebles, vitrinas, repisas e incluso las cajas de embalaje. Sin que sea muy explícito, se presenta la exposición como una suerte de instalación fantasma (la voz hueca del eco en las salas vacías de los museos) que juega con el espacio de la pintura donde se representa el espacio del museo y el espacio real de la sala convertido en soporte. Esta impresión se refuerza, casi como de broma, con los pequeños cuadros que figuran la cámara de vigilancia o las máquinas para medir la humedad.

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