IRENE GONZÁLEZ & OBS | CRÍTICA

La temprana madurez de Irene González

Irene González arropada por la Orquesta Barroca de Sevilla.

Irene González arropada por la Orquesta Barroca de Sevilla. / Federico Mantecón

Lo dijo Ventura Rico en su alocución a mitad de concierto: cuando Irene González nació, la Orquesta Barroca de Sevilla ya llevaba algunos años funcionando. A sus veinticuatro años, la clavecinista muestra una madurez y una serenidad, mezclada con virtuosismo, que difícilmente hubiera sido posible disfrutar en Sevilla hace un cuarto de siglo. Y en buena parte ello es así porque la OBS y la presencia de muchos de sus integrantes en los conservatorios de la ciudad han alentado el talento local y han permitido esa eclosión de intérpretes historicistas de la que hoy disfrutamos. De esta manera, con un concierto como éste se cierra un ciclo y se abre un futuro esperanzador para esta música en Sevilla.

Lo de Irene González es para descubrirse: enfrentarse a tres conciertos máximamente exigentes y, como quien no quiere la cosa, tocar también el continuo en la sinfonía. Fue una pasmosa y maravillosa lección de buen gusto, de conocimiento del estilo, de sus exigencias articulatorias, de sus necesidades en materia de flexibilidad con el tempo y de dosificación de la ornamentación. La agilidad y la precisión de su pulsación, unida a la claridad en la exposición de las voces fue sobresaliente toda la noche, especialmente en las cadencias, brillantes y con un juego muy sutil y seductor con la velocidad y los acentos, siempre remachados con pleno sentido expresivo, sobre todo en el concierto de Emanuel Bach, un prodigio de dramatismo sonoro.

Tal dramatismo se hizo patente gracias a la dirección de Suyeon Kang, atenta a marcar con energía las rápidas figuras rítmicas y las aceleraciones, tanto como los silencios más elocuentes. Claro que tuvo a sus órdenes a una OBS de un empaste y de una riqueza de matices, sobre todos los más densos y oscuros, realmente sobresalientes.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios