MIGUEL BONAL | CRÍTICA

Dos generaciones unidas por la viola da gamba

Miguel Bonal y Ventura Rico en un 'Jardín Antiguo'.

Miguel Bonal y Ventura Rico en un 'Jardín Antiguo'. / Luis Ollero

Dos generaciones diferentes se dieron cita en un feliz encuentro en este concierto en un entorno singular por su belleza, su naturaleza esquiva a la mirada del sevillano y por la espléndida acústica. En uno de los patios del palacio de los Condes de Santa Coloma se dieron la mano la veteranía de Ventura Rico y la lozanía de Miguel Bonal, la nueva estrella de la viola da gamba española, no por joven menos maduro.

Y a las pruebas me remito, porque en la primera parte el joven zaragozano (¡veintitrés años!) se enfrentó en solitario a un repertorio sumamente exigente en lo técnico y, sobre todo, en lo expresivo. Bonal une el dominio exuberante de la técnica con la madurez a la hora de hacer suya la música y de mostrárnosla bajo un prisma  personal. De lo primero, de lo técnico, hay que subrayar la limpieza absoluta de su sonido, sin roces, ataques en falso ni sonidos espurios. La afinación es de una exactitud absoluta y de su instrumento extrae un sonido rico en armónicos, denso y claro en toda la gama, incluído el peligroso registro agudo de la cuerda superior. En las dos piezas de Tobias Hume sacó a relucir toda una paleta de colores mediante la diversidad de ataques, con pizzicato y rebotes de arco de desigual intensidad. Aquí, como en la sonata de Telemann, la articulación está tan cuidada que se pueden distinguir todas y cada una de las notas incluso en los pasajes más densos o rápidos, cuestión ésta que en las piezas de Abel alcanzó cotas de un virtuosismo excepcional.

Y todo al servicio de una interpretación profunda, llena de poesía y de melancolía en el Plainte de Marais, con indagaciones en las capacidades expresivas de los acentos y del fraseo inégal. Para la música de Ortiz y de Marais contó con la maestría de Ventura Rico en el acompañamiento, que en muchos momentos (algunos couplets de las Folías) se convirtió en una segunda voz en plano de igualdad, con graves firmes y de redondeados perfiles y una capacidad de sostener el ritmo y los ostinati propia de un maestro como él.

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