MANU BRAZO & CUARTETO BRUMA | CRÍTICA

Un saxofón en la Ópera

Manu Brazo y el Cuarteto Bruma en el Alcázar.

Manu Brazo y el Cuarteto Bruma en el Alcázar. / ACTIDEA

El último disco del saxofonista utrerano Manu Brazo, titulado Fantasía, sirvió para conformar el programa de este atractivo concierto, pero sustituyendo el piano de Bryan Evans por el Cuarteto Bruma. Vaya por delante la valoración de este joven cuarteto, formado por algunos ex-integrantes de la OJA y que apunta unas estupendas maneras gracias a su solidez técnica, su sonido depurado y su notable empaste. Características todas que le hicieron tejer un acompañamiento rico, variado de colores y armonías, con precisión y conjunción. Algunos de los arreglos (muy buenos) para cuarteto se deben al buen hacer de Claudia Gallardo. Gracias a todo esto, el aria de Lenski de la ópera Eugene Onegin ofreció un acompañamiento rico en texturas, de una polifonía rica en colores. Como suave y ensoñador fue el sonido del cuarteto en las canciones de Vaughan-Williams y vibrante el de la Chanson bohemiènne de la fantasía sobre Carmen.

Es bien conocida la maestría de Manu Brazo al saxofón, tanto en Gran Bretaña, donde ha residido varios años, como por estas tierras. Con el saxo alto ha alcanzado un altísimo grado de compenetración, dueño de todos los recursos técnicos y guiado por una musicalidad extrema. Hizo cantar al instrumento en el aria de Lenski, con un sonido muy matizado, aterciopelado en el centro, con un elegante legato festoneado de expresivos reguladores. Su faceta más virtuosística salió a relucir con brillantez en las dos fantasías operísticas, la de Lovreglio sobre La Traviata y la de Borne sobre Carmen. La agilidad es espectacular y su dominio de la técnica de la respiración circular le permitió atacar de una sentada largas frases de semicorcheas con el uso de la llave de octava incluído en muchas de ellas. Hay que recordar su capacidad de llevar dos voces a la vez, la de la melodía y la del acompañamiento sin que apenas se notase la cesura en el cambio de registros. De nuevo afloró el lirismo de su línea cantabile en el Aria de Bozza (que toma prestado material melódico de la Pastorale para órgano BWV de Bach) y en las canciones inglesas de Vaughan-Williams, con toda su carga de suave melancolía en la manera de frasear. Como colofón, el swing y la flexibilidad rítmica en la fantasía sobre Gershwin de Ralph Martino.

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