Crítica zarzuela

Cavalleria segoviana

La del Soto del Parral. Zarzuela de Reveriano Soutullo y Juan Vert. Producción del Teatro de la Zarzuela. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección musical: Martín Baeza-Rubio. Dirección de escena: Amelia Ochandiano. Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda. Vestuario: Pedro Moreno. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo. Reparto: María Rodríguez, Aurora Frías, Marco Moncloa, Alejandro Roy, Adolfo Pastor, Didier Otaola, Luis Álvarez. Fecha: Martes 14 de abril. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Tres cuartos.

Hay zarzuelas que sólo han legado a la memoria algún fragmento más o menos inspirado que reaparece periódicamente en función de que algún cantante famoso lo adopte como propio en sus recitales, como resulta ser el caso de este título del que el oyente aficionado apenas si retendrá en sus recuerdos la romanza Ya mis horas felices, y aún puede que le suene la melodía de del fragmento Fuerza que me vence, aunque no le cuadre la letra, porque esa melodía la volvieron a utilizar los compositores en El último romántico con las palabras Bella enamorada.

Pero en el caso de La del Soto del Parral hay mucha más música de calidad, con momentos dramáticos al estilo verista y con melodías de alta calidad de inspiración. A todo ello supo darle su necesaria encarnadura interpretativa Martín Baeza-Rubio con una dirección muy cuidadosa, realzando los sutiles detalles de la orquestación y evitando el riesgo que suponen los abundantes momentos en que la orquesta dobla a las voces, regulando las dinámicas y arropando así, con mimo, a los cantantes. Salvo algún pequeño desajuste en la primera entrada del coro, atribuible a la lejanía en la que se encontraba respecto al foso, el balance fue perfecto, con una Sinfónica de sonido muy claro.

No ha pasado tanto tiempo desde que escuchamos a Marco Moncloa, pero parecen lustros a la vista de cómo ha envejecido la voz, a no ser que se trate de una afección pasajera. Pero el caso es que suena desimpostada, con saltos abruptos y cambios de color en los pasos de registro, con un agudo estrangulado y sonidos abiertos. En cambio, Alejandro Roy estuvo soberbio en su dramática parte, que le cuadra especialmente a una voz robusta, de estupenda proyeccion, de abundante caudal y de pegada segura en el agudo. Su encarnación de Miguel tuvo muchos quilates de expresividad dramática. María Rodríguez suple con un fraseo muy intencional y teatral una voz ululante, artificialmente oscurecida, muy entubada y de dicción poco cuidada. Estupendo como siempre el imprescindible Luis Álvarez y graciosos Aurora Frías y Didier Otaola. Y de nuevo enhorabuena al coro, especialmente brillante anoche.

La puesta en escena peca de exceso de originalidad, con soluciones extrañas, pero con una buena iluminación y coreografía.

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