Dinámicas corpóreas e incorpóreas del deseo

Carla Carmona

25 de abril 2009 - 05:00

Una vez más Inmaculada Jiménez se nos ofrece sin tapujos, con la honestidad que la caracteriza y una puesta en escena sencilla (dos bailarines y dos paneles-pantallas que a veces hacen de cuadros de Mondrian y otras de gran ciudad de calles paralelas que imposiblemente se cruzan). Deseos pone en relación el cuerpo y lo audiovisual, intentando aportar su propio grano de arena al diálogo entre las prácticas coreográficas y las nuevas tecnologías. Ahora bien, excepto en aisladas ocasiones (como cuando el yo audiovisual y el corpóreo aúnan su esfuerzo y sus carreras en vista a encontrar a ese otro deseado y deseante), más que con un diálogo, el espectador se encuentra con un monólogo reafirmante en el que la danza se sirve de las otras formas de expresión, la música y lo audiovisual, para llevar a cabo su propósito. Este uso subordinador, además, peca de explicitud. Música discotequera para las idas y venidas del desamor, el clave para los acercamientos puntuales y el mortecino final (de una teatralidad que no casa con el resto de la pieza) y puños bombeantes en el momento de una toma de posición que no llega a tiempo. Pocos elementos, pero muchas posibilidades, desafortunadamente, mal desarrolladas.

Jiménez, sin embargo, sigue consiguiendo comunicar el origen de todos y cada uno de sus movimientos, sean amorosos o destructores, con el rigor que le es propio, a pesar del improvisado compañero.

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