Gran música para recibir a la Navidad
ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA
La ficha
****Programa: Obras de J.S Bach, G. Torelli. G. F. Haendel, G. Ph. Telemann. P. Rabassa y P. A. Locatelli. Soprano: Aurora Peña. Violín y dirección: Martyna Pastuszka. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Viernes, 19 de diciembre. Aforo: Casi lleno.
Con la grata participación del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla como prueba de buen gusto y de sensibilidad hacia la buena música, la Orquesta Barroca de Sevilla felicitó las Navidades a su manera: haciendo música con el máximo nivel de calidad.
Volvía a ponerse al frente del conjunto Martyna Pastuszka, artista en residencia esta temporada que le añade a la OBS su personal toque de originalidad y musicalidad, además de su maestría al violín. La concienzuda originalidad de sus enfoques quedó especialmente de relieve en la suite nº 1 de Bach a la que insufló un fraseo netamente francés desde el principio con notas cortantes y rápidas y una fuga todo energía, brillo y color. Jugó con los cambios de densidad en el Menuett disponiendo primero un instrumento por parte para luego dar paso a toda la orquesta. Orquesta a la que lanzó a toda velocidad en Passepied con una espectacular respuesta de precisión y conjunción en los acentos. El arranque del concerto grosso de Torelli sirvió para que gozáramos de la densidad y la belleza de los sonidos más oscuros de la OBS. Y con un suplemento personal de ornamentación muy atractivo. Con todo, en la obra de Locatelli hubo momentos de desencuentros entre las secciones, con entradas no todo lo ajustadas que debieran y sonidos menos controlados. En la suite de Bach, como en el posterior concierto de Telemann, se contó con la soberbia participación como solistas de Alberto Grazzi (fagot), Jacobo Díaz y Katy Elkin (oboes), con momentos de gran belleza en el que los tres trenzaban sus líneas y combinaban sus colores (fantástica Gavotte) de manera incesante. Y no olvidemos las excelentes intervenciones de Fumiko Morie como segundo violín.
Volvía también Aurora Peña para asumir la Salve Regina y el Gloria de Haendel, además de un aria recién rescatada de Pedro Rabassa (algo incómoda por su tesitura central). Voz con brillo, bien proyectada incluso en los pasajes en pianissimo, con vibrato no siempre controlado, sobresalió en los complejos pasajes virtuosísticos, como el pirotécnico Amen final del Gloria sostenido con amplio fiato y articulación clara.
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