Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
En nuestras miserias manda Javier Tebas
Eli Herschel Wallach, fallecido este miércoles, nació en Brooklyn, hijo de unos emigrantes judíos polacos, en 1915. El cine tenía sólo 19 años, ese mismo año Griffith estrenaba El nacimiento de una nación y Hollywood estaba naciendo. La tiendecita de dulces de sus padres dio para pagar su paso por la universidad. Allí se aficionó al teatro y oyó hablar de Stanislavski y su sistema, y del Group Theatre que habían fundado directores teatrales y actores, entre ellos Elia Kazan y Lee Strasberg. La guerra frenó su naciente vocación y tras ella a la vez que se iniciaba en los escenarios se formó en el Actor's Studio, creado en 1947, entre otros, por los directores cinematográficos y teatrales Elia Kazan y Robert Lewis para desarrollar las teorías de Stanislavki -el método- que serían convertidas pocos años más tarde en una férrea dogmática cuando Lee Strasberg y su terrible mujer Paula -sobre la que tan atinadas observaciones venenosas hizo Billy Wilder- asumiera la dirección.
Por talento natural o suerte Eli Wallach no sufrió el destino de tantos buenos actores -James Dean, Marlon Brando, Montgomery Cift- reducidos a caricatos gesticulantes por el método. Como Paul Newman, Ernest Borgnine o Rod Steiger, Wallach logró superar el método, tomando de él lo que le pudo enriquecer como actor pero desechando los excesos interpretativos. Lo que tiene mérito, porque sus primeros trabajos teatrales son todos del entorno Actor's: Mr. Roberts, dirigida por Joshua Logan en 1948; La rosa tatuada, dirigida por Daniel Mann en 1951, que le valió un premio Tony; La casa de té de la luna de agosto, dirigida por Robert Lewis en 1953; Camino Real, dirigida por Elia Kazan en 1953...
Tardó en incorporarse al cine por su amor al teatro, al que nunca abandonó. Algunas de sus interpretaciones más memorables en Broadway, cuando ya era un actor cinematográfico de popularidad internacional, fueron El rinoceronte (Ionesco, dirigido por Joseph Anthony, 1961), La escalera (Charles Dyer, dirigido por Barry Morse, 1968), El vals del toreador (Jean Anouilh, dirigido por Brian Murray, 1973), Sábado, domingo, lunes (Eduardo De Filippo, dirigido por Franco Zeffirelli, 1974) y The Proce (Arthur Miller, dirigida por John Tillinger, 1992).
Su relativamente tardía entrada en el cine también estuvo vinculada al Actor's Studio. Debutó de la mano de Elia Kazan en Baby Doll. Pero inmediatamente -tal vez esta fuera también su salvación del método- se puso en manos de grandes directores libres de tonterías. Trabajó con Don Siegel (The Line-Up, 1958), Henry Hathaway (Seven Thiefs, 1958, y el episodio Los forajidos en La conquista del Oeste, 1962), John Sturges (Los siete magníficos, 1960), John Huston (Vidas rebeldes, 1961, junto a dos víctimas del método: Marilyn Monroe y Montgomery Clift); Carl Foreman (Los vencedores, 1963); Richard Brooks (Lord Jim, 1965); William Wyler (Cómo robar un millón y..., 1966). En 1966 El bueno, el feo y el malo, en la que Sergio Leone explotaba hasta convertir en caricatura las exageraciones del método, le dio su papel más popular -"quiero ser recordado como Tuco", dijo en varias ocasiones- pero también puso fin a la etapa más brillante de su carrera cinematográfica.
Entre 1967 y 1990 interpretó muchas películas sólo memorables, en casi todos los casos, por su presencia. Sus mejores papeles en estos años los interpretó en el teatro y en los muchísimos dramáticos y series televisivas en los que trabajó desde los inicios hasta el final de su larga carrera. Un punto de giro fue su interpretación de Don Altobello en El Padrino III, una pésima película que casi parece una parodia de las dos anteriores, pero que le dio a Eli Wallach la oportunidad de realizar una de sus mejores interpretaciones. Desde entonces hasta casi su fallecimiento -trabajó hasta los 95 años- se convirtió en un actor invitado de lujo en Mystic River de Eastwood, La gran estafa de Lasse Hallström, El escritor de Polanski, Vacaciones de Nancy Meyer o Wall Street 2: El dinero nunca duerme de Oliver Stone. Trabajando siempre ininterrumpidamente para la televisión y ocasionalmente para el teatro.
Fue un grandísimo actor, querido, respetado y recordado por el público. Recibió un Oscar honorifico, un Globo de Oro, un Tony y un Emmy. Para todos será para siempre Tuco, el feo. Para mí, además, será el General de Lord Jim, formando en esta gran película junto a Curd Jurgens, James Mason y Akim Tamiroff uno de los mejores cuartetos de malos de la historia del cine.
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