ORQUESTA BÉTICA DE CÁMARA | CRÍTICA

El 'Retablo' cumple cien años

Los solistas del 'Retablo' junto a Michael Thomas.

Los solistas del 'Retablo' junto a Michael Thomas. / Lolo Vasco/Femás

Hace exactamente cien años, en el desaparecido Teatro San Fernando, tenía lugar la segunda interpretación de El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla en primicia mundial en versión de concierto. En aquellas dos sesiones estuvo sobre el escenario una orquesta que un año después pasaría a llamarse Orquesta Bética de Cámara. Y, para cerrar el círculo de paralelismos entre la primera y la última interpretación de esta obra seminal, se reprodujo la disposición de los instrumentos que diseñó Falla y hasta se contó con un clave Pleyel idéntico al que Wanda Landowska usó en el estreno escénico el 25 de junio de 1923 en la residencia de la princesa de Polignac en París.

Mucho mimo y cuidado se ha puesto, pues, para que este centenario brillase con luz propia en el Femás. El trabajo de Thomas ha sido minucioso, analítico y brillante, llevando siempre un tempo vivo, atento a los juegos de timbres, especialmente a esas sonoridades de aire antiguo que Falla dispone en maderas y cuerdas. Su control de las dionámicas fue completo, con sentido teatral. Guillermo Páez, de esa espléndida cantera que es la Escolanía de los Palacios, cantó a la perfección su difícil partitura, con voz de bello timbre, afinación impecable (lo que no es nada fácil habida cuenta de las armonías que Falla escribe en el acompañamiento orquestal), fraseo muy cuidado y magnífica resolución de las células ornamentales. Igualmente estuvieron Ramos y Merino, dos sólidas y bellas voces de amplia proyección.

Todo empezó con el Preludio a la siesta de un fauno en el arreglo que Falla realizó para la Bética. Faltó sensualidad en las primeras frases de la flauta, esa sensualidad que Thomas derramó con su fraseo gracias a una orquesta de empaste muy sólido, con unas cuerdas de bella tersura.

La obra encargo de Alberto Carretero El retablo de las maravillas es como un molde en negativo de la de Falla. Con un brillante y sugerente lenguaje actual, dispone oleadas de timbres que evocan las sonoridades fallescas a la vez que cita El sarao de la Chacona de Juan Arañés. Realiza toda una indagación sobre las posibilidades expresivas de los instrumentos, con pasajes col legno en las cuerdas, frulatos en las flautas, glissandi y otros efectos tímbricos de gran resultado sonoro. Sin necesidad de palabras, el discurso musical va siguiendo con fidelidad el texto del entremés cervantino de una forma sutil y que pide una escucha atenta e inteligente.

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