DIONISIO ... LA VID Y MIL NOCHES | CRÍTICA DE TEATRO

Ganas de gustar

Rafael Amargo es el dios Dionisio en su nueva producción

Rafael Amargo es el dios Dionisio en su nueva producción / Javier Albiñana

Siete años hacía que Amargo no montaba un espectáculo de estas dimensiones. En este tiempo ha acrecentado su popularidad y se ha convertido en uno de esos personajes queridos por el público que combinan al famoso con el artista.

Lleva un año de reconocimientos: Medalla de Oro de las Bellas Artes y Medalla de Andalucía. A estas celebraciones ha sumado el estreno de Dionisio… la vid y mil noches, un homenaje a esta deidad griega y en la que une danza clásica, contemporánea y flamenco.

Rafael Amargo se identifica con Dionisio (Baco para los romanos) y lo interpreta siguiendo el propio ejemplo del dios: con exceso, con alegría, con sensualidad. Hijo de Zeus y Semele, es el patrón de la agricultura y del teatro y conocido por su capacidad para liberar el alma humana gracias al éxtasis (provocado por el vino).

Ramón Oller y Amargo son los encargados de la coreografía. Se baila muy bien en esta producción, tanto los solistas como el cuerpo dancístico demuestran un alto nivel en sus evoluciones y provocaron el aplauso de muchos de los asistentes. Estamos ante una producción de más 25 personas en escena, entre bailarines y músicos, un espectáculo que entra por los ojos con coreografías amables que gustan a todos y a todas. Pero en su mismo germen, el exceso, tiene sus mayores problemas. La música de Jesús Durán, que suena potente, recuerda, sin embargo, más a bandas sonoras de película de los años setenta y ochenta que a una composición musical hecha ex profeso para un ballet. El vestuario de Pilar Dalbat (de su colección Sacromonte) no ayuda a la idea de fiesta y orgía que representa el dios. En algunos momentos se echa de menos que los bailarines se deshagan de esos babis que ocultan sus cuerpos.

La propuesta de Amargo es muy amplia, lástima que carece de una dramaturgia que una los distintos tipos de danza consiguiendo un maridaje. Dejando al flamenco separado de la primera parte da la impresión de que estamos ante dos espectáculos diferentes.

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