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Gualberto y Pedro María Peña | Crítica

Concierto de cante sin palabras

Gualberto se presentó en Sevilla acompañado de la guitarra de Pedro María Peña.

Gualberto se presentó en Sevilla acompañado de la guitarra de Pedro María Peña. / Juan Carlos Vázquez

Se trata de un concierto de cante con la particularidad de que la voz solista es sustituida por el timbre agudo y tenso del sitar. Gualberto se mete en la piel de los grandes creadores y recreadores de la voz flamenca y hace cantar al sitar. Hasta tal punto es fiel la emulación que podemos reconocer los estilos de melodías patentadas por la Niña de los Peines, la Serneta, Antonio Chacón, Enrique el Mellizo, etc. Tan solo en las subidas de ritmo de algunas piezas, las bulerías en las seguiriyas o la soleá, los tangos en los tientos, se permite el músico trianero presentar alguna variación propia.

Variaciones rápidas, eléctricas, que parecen improvisadas, aunque no tengo la certeza de que sea así. Pero sí es cierto es que en la música clásica de La India, de donde procede este instrumento, la improvisación es una parte imprescindible.

Finalmente, para cerrar el concierto, una composición propia que Gualberto dedicó “a los gitanos centroeuropeos y a todos los gitanos del mundo, especialmente a mi amigo Juan Peña". El tema se combina con una creación de Pedro María Peña, que tantas veces acompañó a su tío Juan Peña sobre los escenarios de todo el mundo y que esta noche hizo lo que mejor sabe, acompañar al cante.

Eso sí, un cante sin palabras, casi a media voz. Porque el concierto prescindió de la megafonía, lo que es una salvaguarda de toda estridencia. Pero supone un verdadero reto para un guitarrista jondo. Porque hoy la mayoría de los tocaores han adaptado su manera de ejecutar, incluso de componer, a la amplificación del sonido. Y Pedro María Peña no es una excepción a esta norma. Con todo, salió airoso del envite.

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