Cultura

Humor televisivo

EEUU, 2007, Thriller. Dirección: Armando Iannucci. Guión: A. Iannucci, Jesse Armstrong, Simon Blackwell, Tony Roche. Intérpretes: Peter Capaldi, Tom Hollander, Gina McKee, James Gandolfini, Steve Coogan. Música: Adam Ilhan, Elysian Quartet. Fotografía: Jamie Cairney. Cines: Alameda, Avenida, Nervión Plaza.

La condición de toda buena sátira política es que quien la ejerza sea más inteligente que aquel a quien satiriza. Este requisito previo no lo cumple la primera película (al margen de su participación en la película de episodios Tube Tales) de Armando Ianucci. El debutante realizador llega precedido, además de por críticas entusiastas hacia esta película que también ha tenido una gran acogida de público en el Reino Unido, por su fama como agudo, inteligente, hiriente y hasta demoledor crítico radiofónico y televisivo de los poderes establecidos y las insensateces de lo que genéricamente se llamaba el sistema. Supongo que lo será, si así lo dicen; aunque si juzgo el humor televisivo británico (que conozco poco) por el patrón del español (que conozco demasiado) esta fama poco de positivo me aporta.

Lo que sí está claro es que se ha lanzado al cine sin dejar de hacer radio, televisión y monologuismo. La cámara en mano y la frondosidad verbal de esta película son absolutamente televisivas, radiofónicas y monologuísticas. El humor directo y voluntariamente grosero, basado en larguísimos diálogos dichos casi sin dejar pausas para la respiración mientras la cámara sigue a los personajes dando saltos y los planos se combinan con un sentido más de edición televisiva que de montaje cinematográfico, son pura televisión. El público acostumbrado a la televisión que funde los sketchs cómicos con los falsos reportajes y los monólogos está en su salsa. El tono del discurso ideológico explica su éxito entre el público crítico actual, mayoritariamente desencantado de la casta política: los políticos son imbéciles y sus tan grises como agresivos asesores son aún peores. Los asuntos del mundo están, nos cuenta la película, en manos de imbéciles -los políticos y sus asesores- que viven pendientes de lo que otros imbéciles -los medios de comunicación- digan sobre ellos a esa otra multitud de imbéciles que son los ciudadanos convertidos en audiencias, actores a la vez que víctimas de las democracias degeneradas en telecracias. Ello puede conducirnos de error en error y de torpeza en torpeza -la sombra de Iraq planea sobre esta película- hasta la catástrofe final.

El problema no es que el punto de vista de Ianucci esté equivocado del todo, bien lo sabemos en España, sino que la forma en que lo desarrolla a través de personajes y situaciones no resulta satisfactoria. Sobre las devastadoras consecuencias de la torpeza, la crueldad y la ambición humanas todo lo que se pueda decir lo dijo Shakespeare con su famosa descripción del paso del ser humano por el mundo: "Una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa". Sobre el devastador efecto de la arrogante estulticia y la ignorante ambición de los políticos en contextos internacionales inestables ya lo dijo todo Kubrick en ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú. Esto no quiere decir que tras ellos nada pueda escribirse o rodarse sobre estas cuestiones, ni muchísimo menos. Pero sí que debería hacerse con la cautela y el talento suficientes para no incurrir -en versión fílmica, natural y afortunadamente- en los vicios que se satirizan. Y un servidor, disintiendo de casi todos sus colegas, en este caso no ve mucha más finura intelectual en quien satiriza que en quienes son satirizados.

Pese a los destellos de ingenio que brillan de vez en cuando, arrastrados por la catarata verbal, y algunas excelentes interpretaciones con interesantes piruetas de improvisación, creo que se trata de una película sobrevalorada. Por renovador de la comedia y el humor inglés, tienen a Ianucci en Inglaterra. ¿Será que -como temía George Steiner- los jóvenes ingleses de hoy desconocen su pasado o han olvidado a Dickens, Gruikshank, Phiz, Woodehouse, Wilde, Saki, Chesterton, Waugh o las películas de los estudios Ealing? Tal vez.

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