Se lució decentemente
Kevin Johansen | crítica
Kevin Johansen finalizó su gira 'Tú ve' por España con un gratísimo concierto en la sala Custom en la noche del sábado
Hace muchos años, cuando él era pequeño, allá en los USA, su abuela solía decirle: Keveen, discreto, fino y sencillo son joyas resplandecientes con las que el hombre que es hombre se luce decentemente. Kevin Johansen siempre recordó esas palabras, que forman parte de la canción El Albertío, de Violeta Parra, y ha procurado respetarlas durante toda su vida. Anoche, en la sala Custom, llena en sus tres cuartas partes aproximadamente, también lo hizo: fue discreto, un puro antidivo, despreocupado de cualquier compostura que no fuese cantar; fino, sutil, amoroso, la alegría del alma llevada a un escenario; tan sencillo que se permitió pasar con total naturalidad por canciones propias, a las que restaba la importancia que le ha dado su difusión a través de los años y por canciones ajenas, a las que les rindió un homenaje grandísimo, haciéndolas a su modo, pero manteniendo el respeto debido a ellas y sus autores. Por eso pudo ofrecernos un repertorio lleno de joyas resplandecientes y darme hecho el titular de esta crónica.
Esa canción de Parra fue una de las que compuso dicho repertorio, ya que forma parte de su último disco, Tú ve, que es el que le da nombre a la gira que le ha traído a España a dar varios conciertos, de los que este en nuestra ciudad era el último, y lo interpretó casi en su totalidad, dejando fuera tan solo dos de las once canciones que contiene. Con una de ellas comenzó, sin alharacas, apareciendo en un escenario a oscuras, que se fue iluminando a medida que comenzábamos a escuchar las notas del Perfect Day de Lou Reed, que Kevin interpretó como si nos la estuviese susurrando al oído a cada uno de nosotros, suave, afectuoso. Después le insufló alegría a otra canción, Suzanne, originalmente intimista como la concibió Leonard Cohen, convirtiéndola en un candombe uruguayo que hacía que se te moviesen los pies solos con los arreglos que le había hecho Pablo Bonilla, a la derecha del escenario, con un arsenal de percusiones electrónicas y acústicas y una consola desde la que lanzaba bases contundentes. A la izquierda estaba Paco Leiva con una guitarra eléctrica, que en ocasiones abandonaba para pasear sus dedos por un teclado.
El disco que está paseando por los escenarios está lleno de versiones de otros artistas, por eso este inicio de velada fue así también. La siguiente incluso la tradujo, porque es importante en estos tiempos comprender el mensaje -un manifiesto comunista yanqui, aunque parezca una contradicción, nos dijo- que Merle Travis nos envió en 16 toneladas, la canción que hablaba de las quejas de los mineros americanos. Una contradicción también fue que cuando Kevin dijo que íbamos a entrar en el momento oscuro de la noche lo hiciese con una canción que a todos nos llevó a bailar todavía más y a seguir la música con palmas, como fue Desde que te perdí, que aunque en la letra hable de que su vida era como un túnel sin salida, lo hace con unos alegres aires flamencos en los que le acompañó Silvia Pérez Cruz, que aunque no estaba físicamente en el escenario, ni tenía hologramas de sus invitados, por lo que Kevin pidió perdón jocosamente, su voz pregrabada también sonó desde la consola de Bonilla, como antes lo hiciera la de Jorge Drexler en Suzanne y posteriormente las de Natalia Lafourcade en la canción que da nombre al disco y a la gira, la de Daniel Rada en El Tungue Le, una nana del uruguayo Eduardo Mateo, construida con un ritmo rarísimo, a medias entre baile y traspiés, y la de su hija Wiranda -ella es más cool que yo, tanto que le ha dado la vuelta a la M de su nombre de Miranda- en la suavecita y tántrica traducción de la Oración al tiempo de Caetano Veloso.
Este espíritu lúdico lo mantuvo un rato más con Sur o no Sur, una reflexión sobre dónde vivir, algo de lo que él sabe y ha padecido muchísimo y aún así la canta de forma totalmente opuesta al aire de desplazamiento de un expatriado, porque Kevin se siente en casa en todas partes y anoche decía que aún más en Sevilla, a dónde siempre que vuelvo quiero volver, según nos dijo, y con La gente más linda, que es la gente que no sabe lo linda que es. Cuando cambió su guitarra por otra acústica de doce cuerdas y se quedó solo con Leiva pareció que íbamos a entrar en un momento de relajación, pero nada más lejos de la realidad, porque entre los dos consiguieron sonar en Es como el día como si estuviese completa toda la banda de The Nada que le acompañó en su visita anterior de hace cuatro años. Prácticamente un rock para el que Kevin nos pidió acompañamiento de palmas tipo AC/DC, aunque los acordes que le arrancaba a su guitarra fuesen más tipo The Who. Luego sí; el ambiente se sosegó cuando, todavía con las doce cuerdas, se quedó él solo para recrear el Modern Love de David Bowie, un cover de cuando no hacía covers, nos susurró.
El buen rollo y la sonrisa amplia volvieron con El Palomo. En Baja a la tierra se puso más reflexivo que irónico, meditando sobre el amor, para después girar 180 grados en su ánimo y volver al sarcasmo con Down with me baby, la canción que le convirtió en artista de culto en lugar de artista medio oculto, gracias a que la eligieron en Argentina para formar parte de la banda sonora de una tele serie, Resistiré, muy aclamada. Él mismo se burlaba de cómo la llevó hasta ahí el destino, a pesar de ser una canción que ya cantaba en el CBGB cuando vivía en New York y que, con el éxito posterior van a pensar que solo hago temas cachondos en inglés a lo Barry White. Con ese idioma siguió para la última de las canciones que interpretó del disco nuevo, una versión en clave de balada romántica de A Little Respect, originalmente una bomba de synth pop con la que a finales de la década de los 80 Erasure llenaba las pistas de baile.
Y el set finalizó con una canción para los soñadores; porque para él era un sueño estar en Sevilla, máxime en una noche donde toda la atención local estaba puesta en la gala de los premios Goya. ¿Por qué no están ustedes allí?, nos preguntó antes de despedirse esta primera vez con Anoche soñé contigo, en la que casi todo el público le acompañó cantando qué lindo es soñar, soñar no cuesta nada, frases que te hacen pensar que todavía es posible ese mundo mejor que todos soñamos. Y la vuelta al escenario se produjo de la forma habitual, dejando paso a él a quien quisiese bailar con las cumbias de Guacamole y Cumbiera intelectual, con lo que el escenario se pobló con una docena larga de chicas y solamente un animoso chaval, que es lo que suele ocurrir porque en Sevilla los hombres no bailan, según escuché decir una vez en las primeras filas de otro concierto. Con Fin de fiesta todas fueron bajando de nuevo a la pista, mientras Bonilla y Leiva cantaban el estribillo con Kevin, antes de dejarle solo en el escenario, del que segundos después se fue marchando también, sin dejar de tocar. Cuando escuchamos los últimos acordes de su guitarra ya estaba fuera de nuestra vista. Y nos quedamos con la gratificante sensación de que hoy habíamos disfrutado de otra gran noche de música.
Temas relacionados
No hay comentarios