REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA | CRÍTICA

'Petit point' orquestal

Sophie Koch y Jean-Luc Tiingaud.

Sophie Koch y Jean-Luc Tiingaud. / Guillermo Mendo

Lo que debía haber sido una versión de concierto de la ópera Diálogo de carmelitas dirigida por Michel Plasson se convirtió en un programa sinfónico francés a la medida del maestro y ha acabado siendo asumido, por indisposición de Plasson, por el también director galo Jean-Luc Tingaud. Programa que presentaba una primera parte delicada, como de filigrana sonora, de la mano de Maurice Ravel, y una segunda más densa y musculada merced a la sinfonía de Ernest Chausson.

Tingaud supo encontrale desde el primer momento ese justo punto de miniatura y de encaje de timbres y colores de la suite en homenaje de Couperin, con una dirección muy atenta a dar relevancia sonora a todas y cada una de las pequeñas frases instrumentales que, gracias al espléndido momento por el que pasa la Sinfónica, resultaron una delicia para la escucha, sobre todo las asumidas por unas soberbias maderas. A destacar el tempo vivo y saltarín de la Forlane, así como la manera de graduar el crescendo de las cuerdas con sordina en el Menuet. Con sus indicaciones elaboró la más fina taracea orquestal en el Rigaudon.

Sophie Koch asumió la parte protagonista del ciclo de canciones Schérézade. La voz no es especialmente bella, suena ya un poco ajada y se aprecian claras tiranteces en la franja alta. A cambio, hay que alabar sin ambages la claridad de su articulación y el extremo cuidado en el fraseo, quizá demasiado atento a la palabra y distante del sentido de las mismas. Tingaud la acompañó con auténtico mimo, controlando hasta el extremo las dinámicas y graduando con sensualidad las oleadas sonoras en Asie. Magnífica la flauta de Juan Ronda en La flûte enchantée.

Tingaud pudo estirar los múscuios con la sinfonía de Chausson, a mitad de camino entre el impresionismo y las armonías wagnerianas. La brillante versión se benefició de la sobresaliente interpretación de la sección de los metales (de tanto peso en esta obra), con la espléndida trompeta invitada de Fabio Brum, muy presente sobre todo en el tercer tiempo. Con las cuerdas muy engrasadas después de las magistrales versiones de las sinfonías de Brahms de la semana pasada, el director pudo jugar con las dinámicas y con los colores en los varios pasajes en los que van alternándose las cuerdas con y sin sordinas. En el primer tiempo sobresalió la capacidad para administrar la sucesión de clímax y momentos de distensión, sin por ello perder la unidad. Su sentido puramente hedonista del sonido afloró en el Très lent central, para dar paso a un fraseo más dramático en el Animé final. 

En definitiva, buena despedida de temporada. Hasta septiembre.

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