Podría pensarse que La Principita es un intento de aprovechar la universalidad del libro de Saint Exupéry, buen reclamo sin duda, y la triste actualidad de la migración.

Sin embargo, la pieza para público familiar que estos días ofrece el Teatro Clásico de Sevilla en el Central no es banal en absoluto. Su estupendo equipo ha logrado una factura impecable sin perder la poesía de un cuento que defiende -y dice expresamente- que "lo esencial es invisible a los ojos". Con un telón multifuncional, unas proyecciones y algunos trucos de magia teatral, la escena logra reflejar la atmósfera del mundo dibujado y soñado por el autor francés en sus viajes como aviador por varios continentes. Pero la baza fundamental es el texto y los tres magníficos actores que le dan vida.

Alfonso Zurro ha escrito una historia paralela a la de El Principito: un piloto perdido en el Sahara es quien encuentra a la niña y en ella aparecen valores como la amistad y la solidaridad y personajes como el Rey o el Zorro. Pero La Principita es un viaje sin rumbo de una niña curiosa y pizpireta que llega al planeta Tierra y, con su mirada inocente, nos pone frente a nuestras enormes contradicciones. Al ser de un planeta muy pequeño, ella no conoce el valor de los diamantes, ni para qué sirven los reyes, los bancos o, lo más absurdo, las fronteras...

Las bazas principales de este gran espectáculo son el texto y sus tres magníficos actores

Tal vez para los más pequeños hubiera sido más fácil un relato con un destino más claro -quizá vencer a algún malvado o encontrar, como E.T., el modo de regresar a su hogar- pero Zurro ha enriquecido la historia con numerosas referencias para los adultos y con unas imágenes finales que invitan a todos a la reflexión.Y todo esto nos llega gracias a un magnífico trío de actores: Alicia Moruno, Manuel Rodríguez (El Piloto) y un Javier Centeno con infinitos recursos para interpretar al resto de los personajes.