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Cultura

Llega el buen teatro con una adaptación extrema

De Miguel del Arco y Aitor Tejada. Director: Miguel del Arco. Reparto: Cristóbal Suárez, Miriam Montilla, Israel Elejalde, Raúl Prieto, Manuela Paso. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes 12 de noviembre. Aforo: Completo.

La temporada se anima después de un arranque mediocre y pobre. Afortunadamente el teatro se impone y es difícil errar siempre, así que si siguen con esperanzas de encontrar una buena obra en nuestros teatros, corran al de la Cartuja y allí podrán asistir a un prodigio de fuerza interpretativa, de lucidez en el uso del espacio e inteligencia en la adaptación de un texto. Total, una pequeña gran obra. Y digo pequeña porque este montaje está pensado para ser representado muy cerca del público, en la distancia corta, y por eso la Sala B del teatro es idónea y la disposición circular estrecha nuestras almas con las de los actores. ¿He dicho actores?, perdón, añado personajes porque La función por hacer se cimenta sobre Seis personajes en busca de autor y aquí, claro, están los actores y están los personajes en su lucha particular por entender qué es realidad y qué ficción y entre medias contar un drama espeluznante.

Pero no se asusten, esto es teatro contemporáneo y la obra de Pirandello es sólo una buena y vigente base de trabajo. A partir de ese texto y otros del escritor siciliano, y con la imprescindible colaboración de Miguel del Arco y Aitor Tejada, la obra resultante es una síntesis perfecta entre un texto clásico y una actitud moderna. ¿Cómo se hace esto? Un milagro, sí, pero supongo que parte de la explicación está en que Arco y Tejada le han dado al asunto el anclaje perfecto a nuestros días utilizando humor y gamberrismo -dos códigos que entendemos muy bien-, y han tenido el coraje de ensamblarlo con un texto cargado de ideas y que debe ser expresado con corrección. El resultado es un misil a la inteligencia y la emoción, casi nada.

Y esto sí que no se lo van a creer pero los actores hablan y actúan bien. No declaman ni hacen el ridículo con ese acento que les enseñan en la escuela, no, simplente hablan con la proyección suficiente para que la sala guarde el más conmovedor silencio o estalle en la más feroz carcajada.

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