Siempre han existido, pero solo desde hace unos años, al compás del interés despertado en la sociedad van apareciendo también como protagonistas en las artes escénicas y el cine. Se trata de los transexuales. Baste citar la serie Veneno, o La chica danesa, la película de Tom Hooper sobre la vida de Lili Elber (1882-1931), la historia de un pintor de paisajes danés que fue el primero en someterse a una operación quirúrgica para extirparse los genitales y cambiar de sexo. Una intervención arriesgada que acabaría causándole la muerte.

Esa misma historia fue la elegida por la veterana Marta Carrasco para su último trabajo, Yo mujer, a Lili Elbe, estrenado en noviembre del año pasado en el Festival Temporada Alta y presentado el domingo en el Mitin que se está celebrando en el TNT del Distrito Norte.

Con un planteamiento mucho más teatral que dancístico, la pieza, más que contar las vicisitudes de su vida, describe el proceso de “feminización” de Einar Wegener, aunque en escena aparezcan un montón de referencias a esa historia que solo se entiende si uno la conoce previamente.

De este modo, vemos la primera vez que Einar (luego Lili) posa casualmente vestido de mujer para su esposa Gerda, con la que siempre tuvo una enorme complicidad; su primera petición de ayuda psicológica, sus primeros vestidos, su viaje a París -condensado en un perfume y en las canciones más emblemáticas de Edit Piah- y su trágico final acompañado por la voz personal de Mina.

Con una Marta Carrasco relegada a simple acompañante, lo más interesante de la pieza es sin duda es el retrato físico y psicológico que va componiendo Albert Hurtado, un profesor de fitness que la premiada coreógrafa rescató de su gimnasio para la escena hace pocos años. Utilizando sus muchos recursos, Hurtado compone un retrato humano que logra conectar con el espectador y hacerlo reflexionar.