La reciente llegada a Sevilla de Aldo Mata como catedrático del Conservatorio Superior ha supuesto para el panorama de la ciudad una importante aportación dentro del nutrido grupo de músicos historicistas. No había hasta el momento prácticamente ningún intérprete centrado en la recuperación de las prácticas interpretativas de la música del siglo XIX, así como interesado en la búsqueda de nuevos repertorios. La combinación de ambas líneas da lugar a programas tan interesantes como el que presentó Mata, centrado en la figura de los violonchelistas españoles Agustín Rubio y José de Castro y de músicas compuestas por y para ellos.

Mata utiliza cuerdas de tripa y toca sin pica. Ello se complementa con la utilización de recursos interpretativos propios del Romanticismo que pueden ser bien conocidos merced a los tratados de la época y a que las partituras ya incluyen indicaciones performativas en materia de digitaciones expresivas y portamentos. Sobre un sonido cálido, con un punto punzante propio de la tripa y con unos graves muy redondos, Mata mostró una enorme seguridad en la digitación y en la afinación, sobre todo en las piezas de Agustín Rubio, construidas básicamente sobre la cuerda de La y con ascensos a registros extremos que siempre sonaron ajustados. En este repertorio tan de salón en el mejor de los sentidos, centrado en el melodismo expresivo y evocador, Mata utilizó un amplio legato, con generoso vibrato y utilización de portamentos y hasta de algún glissando, como en la Melodía de Jesús de Monasterio. Evitó, así, el riesgo del amaneramiento y de lo cursi y buena muestra de ello fue una versión animada y rítmica del famoso Adiós a la Alhambra, pasto de versiones ñoñas durante décadas. A señalar su maestría en la realización de los diversos tipos de golpes de arco en  la Gavota de Rubio.

Qui Shen se mantuvo en un discreto pero siempre eficaz y más que correcto plano acompañante.