Melodías y otros exabruptos

El retorno de la melodía es un hecho en la composición contemporánea desde hace tiempo, y parece consolidarse. Los grandes conjuntos del sector no tienen ningún problema ya en programar obras que en tiempos de la vanguardia más dogmática habrían estado rigurosamente vetadas, y los jóvenes no se ven en la imperiosa necesidad ni de experimentar continuamente ni de amanerarse, escribiendo a la manera de sus maestros.

Así que el eslovaco Adrián Democ puede presentar su diatónico Kvarteto, que parece remitir al minimalismo y la neotonalidad, al lado del Frío de límites del granadino Andreo Gázquez, obra anclada en la vanguardia más tradicional; Horacio Lavandera una de sus indagaciones cuánticas del ciclo ...Cuerdas del espacio... al lado del expresionismo de Aura para violín solo de David Antúnez. De igual forma, se pueden hacer coincidir en una misma velada el Cuento de otoño de Lanchares, de explícitas referencias al universo oriental (persa, en concreto), con los Mil sueños de Fernández Guerra, obra de gran abstracción, magníficamente trabajada en sus detalles texturales y tímbricos, y ambas con la casi descriptiva Arántzazu de Beatriz Arizmendi y las Hidden Dances del cántabro Israel L. Estelche, de un bullente puntillismo que, por supuesto, no se olvida de la melodía.

Entre jóvenes con vocación de encontrar un espacio que de repente se agranda y nombres ya reconocidos de la música española, Plural Ensemble cerró así, con apreciable éxito, la edición sevillana del Festival de Ensembles de este curso.