Muere el productor Phil Spector, el genial escultor del sonido pop
Música
El músico tenía 81 años, cumplía condena por un asesinato que cometió en 2003 y, según TMZ, había sufrido una infección de coronavirus
Sevilla/Phil Spector fue capaz –como suele decirse, y en su caso el cliché es trágicamente literal– de lo mejor y de lo peor que contiene el inabarcable espectro del alma humana. El productor estadounidense, uno de los más sublimes escultores del sonido moderno, falleció el sábado a los 81 años en un "hospital externo" a la cárcel de California donde cumplía condena por el asesinato en 2003 de la actriz y camarera Lana Clarkson, según informó el Departamento de Correcciones y Rehabilitación del Estado de California. En el informe difundido este domingo constan como "naturales" las causas de la muerte, aunque el portal digital TMZ, especializado en cotilleos de famosos y habitualmente fiable en estos casos, publicó que el productor sufrió una infección de coronavirus.
Innumerables músicos han glosado, por lo general con espanto, la experiencia de trabajar con Spector, quien siempre tuvo tendencias neuróticas y paranoicas y arranques de violencia que casaban bien, es decir, fatal, con su obsesión por las armas de fuego. La anécdota pesadillesca con Spector apuntando con un revólver en la cabina de su estudio, ya decimos, es prácticamente un subgénero en sí mismo de la vastísima literatura rock. Y tuvo incluso su reflejo en el cine: David Mamet hizo su particular y controvertida –algunos le reprocharon una excesiva simpatía por el diablo– recreación del juicio por asesinato en Phil Spector (2013), con Al Pacino encarnando al diablo. Su espeluznante personalidad, en fin, oscurecerá inevitablemente cualquier posible semblanza de su figura.
Y luego –o antes, o en otro plano de la existencia, si es que pudieran separarse los hechos de una vida de esta forma– está la música a la que él dio forma como nunca antes nadie hizo. Si Spector –el Spector arquitecto de una música que soñaba con la perfección, entendida ésta como una combinación apabullante de belleza, intensidad y dramatismo– es un mito, se debe, cómo no, a su celebérrimo muro de sonido, un estilo de producción que buscaba un sonido grandilocuente, de amplitud inaudita hasta ese momento en el pop, empleando para ello múltiples pistas de arreglos orquestales y sonidos graves que luego, en la mezcla final, se fundían indistinguiblemente, dando una densidad y atmósfera características a las canciones. Pero también lo es –un mito, si bien envuelto en un halo de oscuridad impenetrable– porque fue él uno de los máximos pioneros en la utilización del estudio de grabación como un instrumento en sí mismo, esto es, en la elevación de la labor del productor a incontestable categoría artística.
Procedente de una familia judía del Bronx, el neoyorquino saltó a la fama en 1961 al frente de un trío vocal, los Teddy Bears, con el que llegó al número uno con To know him is to love him, y luego puso en marcha su propio sello, Philles Records, con el que empezaría a moldear el sonido que tenía en la cabeza. A los 23 años ya era un auténtico magnate, en gran medida gracias a una serie de éxitos a comienzos de los años 60 con grupos de chicas de enorme popularidad como las Ronettes, con las que grabó inapelables y radiantes joyas como Be my baby o Baby, I love you.
El canon spectoriano se cinceló en los años 60, con canciones de este tipo, pequeñas y directas sinfonías de bolsillo preñadas de emoción y romanticismo que alcanzaron con las mencionadas Ronettes, con Darlene Love, con Sonny Charles & The Checkmates, The Crystals o The Righteous Brothers una altura, nunca mejor dicho, de época. Innumerables recopilatorios atestiguan la hondísima impronta que dejó Phil Spector en el sonido de los años 60: desde el muy emblemático Back to Mono hasta la serie Phil's Spectre: Another Wall of Soundalikes, pasando por Christmas Gift for You from Phil Spector (1963), una colección de jingles navideños que artistas como Bruce Springsteen han citado en muchas ocasiones –sin ironía alguna– como uno de sus grandes clásicos sentimentales.
En los 70 trabajó con Ike & Tina Turner, John Lennon y la Plastic Ono Band, Leonard Cohen o George Harrison –coproduciendo junto al ex beatle su magnífico disco en solitario All Things Must Pass– y obras muy celebradas hoy por los connoisseurs como Born to Be with You de Dion DiMucci. Suele atribuírsele erróneamente una colaboración los Beach Boys: no sucedió, aunque es pública y notoria la ascendencia que tuvo su sonido en la cima de la banda, Pet Sounds, la obra con la que Brian Wilson se propuso superar a su admiradísimo Spector. Para quienes sí trabajó –aunque de aquella manera, en rigor no como productor– fue con los Beatles, completando y mezclando las cintas inacabadas –los fab four andaban ya tirándose los trastos a la cabeza– de Let it be, el último disco de la banda, que por lo demás quedó tan disgustada con su trabajo, demasiado intervencionista a su juicio, que Paul McCartney acabó editando una mezcla alternativa a la que llamó Let it be... naked. Y para los Ramones, ya en 1980, produjo el álbum más vendido de la banda, End of Century.
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