ORLAN: del arte en carne propia
La artista francesa y Pilar Albarracín hablan en el CAAC de feminismo y de los límites de la 'performance'.
"Trato de empujar los límites de la vida hasta el extremo", dijo una vez Mireille Suzanne Francette Porte, más conocida como ORLAN desde finales de los 60. En muchos casos -si no en la mayoría- los creadores se limitan a anunciar su radicalidad o a convertirla en gestos que quiebran la normalidad efímeramente; no es el caso de esta creadora francesa (Saint Etienne, 1947) que ha dotado a la práctica de la performance de una intensidad turbadora. Ayer participó ayer en una mesa redonda sobre Performance, performatividad y género junto a la sevillana Pilar Albarracín, referencia inexcusable de ese mismo campo en el panorama nacional, en la apertura de la séptima edición de los Encuentros de Arte y Género, una iniciativa dirigida por Margarita de Aizpuru y celebrada en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
"Le doy mucha importancia a las conferencias porque en la prensa abundan los rumores [erróneos] sobre mi trabajo", dijo ORLAN por la mañana, en un encuentro con la prensa. De modo que, en su primera visita a Sevilla, la artista -responsable de algunas de las acciones artísticas más debatidas de las últimas décadas- quiso aclarar ciertas cuestiones sobre su obra, que como indicó "siempre tiene que ver con el estatuto del cuerpo y en especial con las presiones políticas y religiosas sobre la carne femenina". Desde los años 90 su nombre está asociado a una serie de operaciones de cirugía estética -muchas menos del centenar que esas informaciones erróneas le atribuyen- que la artista convirtió en performances (están documentadas y editadas en vídeo) y al mismo tiempo en un proceso que ella bautizó como self-hibridations y al fin del cual modificó completamente su propio rostro, en una denuncia impactante de la presión -la violencia, al cabo- que ejerce en las mujeres la noción de belleza impuesta y propagada por la sociedad de consumo. Por eso, explicó, en muchas de sus obras fotográficas, con ella misma como imagen y materia del retrato, "opone" a ese canon -occidental- "otros referentes" que remiten a culturas diferentes, como la precolombina o la africana.
En este ejercicio de body art, que ella prefiere llamar arte carnal, ORLAN convirtió su cara en una máscara que en algunas de sus obras incomoda. Al margen de la reflexión sobre la identidad -sobre la imposibilidad de reducirla a una sola faceta- que lleva implícita, esta actitud persigue "hacer descarriar" el significado de la cirugía estética que ha hecho fortuna, también en el sentido literal de la expresión. En su última operación le pidió a su cirujano que le hiciera "algo que nunca hubiera hecho antes" y que "no estuviera destinado a crear belleza"; el resultado fueron dos protuberancias que atraviesan sus dos sienes, que ayer lucían doradas.
En todo caso, aunque el cuerpo es su principal herramienta de trabajo, ésta es sólo una parte de su extensa obra, que abarca numerosas áreas, desde la escultura al dibujo, y que siempre ha sido impulsada por su feminismo, al principio "más light", porque la artista consideraba que había que "luchar contra todas las discriminaciones", y en los últimos años más contundente porque observa un "retroceso" en los derechos de las mujeres. En este sentido negó que sea un discurso "agresivo, como a veces se dice"; no lo es, añadió, puesto que "en comparación con aquello de lo que trata, como violaciones o crímenes, es de hecho una lucha dulce".
Ahora intenta estrechar la relación entre arte y biotecnología (acaba de terminar una escultura hecha con una resina especial que representa "un vestido sin cuerpo") aunque le interesa también indagar con ironía en "la construcción de lo masculino", como se observa en algunas piezas sobre el fútbol "como nueva religión" y "como enfermedad social" o en su divertida versión de El origen del mundo que tituló El origen de la guerra, y en el que sustituyó el sexo femenino en primer plano del celebérrimo cuadro de Courbet por uno masculino.
No hay comentarios