Orgía teatral, creativa y vampírica

Avance, Entrecajas y Teatro Arriaga Antzokia. Autor: Friedrich Dürrenmatt. Versión: Fernando Sansegundo. Dirección: Blanca Portillo. Intérpretes: José Luis García Pérez, Asier Etxeandia, Daniel Grao, Blanca Portillo, Fernando Soto y José Luis Torrijo. Escenografía: Andrea D'Odorico. Iluminación: Pedro Yagüe. Vestuario: Elisa Sanz. Música: Pablo Salinas. Caraterización: Javier Portillo. Maquillaje y peluquería: Elena Cuevas. Atrezzo: Matías Carbia. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Jueves, 22 de marzo de 2012. Aforo: Lleno.

Me gusta lo ambiciosa que es Blanca Portillo. No contenta con haber demostrado que es una de las mejores actrices de su generación, su sexto trabajo manejando los hilos no deja dudas de que su versatilidad como intérprete está a la altura de su inteligencia como directora.

Dice que llevaba quince años queriendo poner en escena este cuento (luego guión radiofónico) del escritor suizo Friedrich Dürrenmatt. Imagino que ésa será la razón principal para que la versión, acertadísima y llena de matices, de Fernando Sansegundo peque, sin embargo, de excesiva duración, aunque vista la rotunda reacción y los aplausos del público parece que su longitud se queda en pecado venial.

Blanca Portillo plantea una mascarada (literalmente, los personajes llevan unas máscaras de látex que los guiñoliza, salvo el intepretado por José Luis García Pérez) en la que los mensajes del texto: sociedad competitiva, el aparcamiento de los ancianos, la justicia, la legalidad y, sobre todo, la culpabilidad, son desgranados y presentados en clave de comedia gótica arropados por una excelente escenografía, mejor espacio sonoro y musical y genial vestuario.

Confieso que pasados los diez primeros minutos, cuando ya se han presentado todos los personajes, empezó a dejar de interesarme el fondo del asunto, todos esos mensajes arriba señalados y que se iban trufando de un aroma moralizante, y, en cambio, me iba subyugando el trabajo de esos seis actores que se me antojaba estaban participando en una especie de orgía creativa en la que cada uno sacaba lo mejor de sí mismo. Etxeandia embelesa, García-Pérez subyuga, Portillo emboba, Grao enamora, Soto enternece y Torrijo convence. Por todos estos vampiros uno se dejaría chupar la sangre a cada momento.