Clásico rescate, voluntarioso Vivaldi

Orquesta de Cámara de Bormujos | Crítica

OCB
La Orquesta de Cámara de Bormujos durante el concierto en la Anunciación

La ficha

Orquesta de Cámara de Bormujos

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25 Aniversario de la Facultad de Ciencias de la Educación. Solistas: Irene Román, soprano; José Carrión, contratenor. Orquesta de Cámara de Bormujos. Coro Maese Rodrigo. Director: Alberto Álvarez Calero. Programa: Sinfonía nº1 (Libro I) en mi bemol mayor de Adalbert Gyrowetz; Dixit Dominus en re mayor RV 595 de Antonio Vivaldi. Lugar: Iglesia de la Anunciación. Fecha: Sábado, 30 de noviembre. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Aunque Alberto Álvarez Calero insiste en que la Sinfonía en mi bemol mayor del checo Adalbert Gyrowetz (1763-1850) que ha ofrecido con su Orquesta de Cámara de Bormujos en la Anunciación es estreno en tiempos modernos, resulta en realidad imposible afirmar algo así, cuando la partitura está disponible libremente en internet.

La obra es una más entre las aproximadamente quince mil sinfonías que, según algunos cálculos, pudieron componerse en la época del Clasicismo. Gyrowetz la abre con un Allegro en forma sonata de apreciable dramatismo para incluir luego un curioso Adagio cinegético, con un solo llamativo de trompa, un estereotipado minueto y un rondó de cierre de entraña típicamente bailable. Gyrowetz fue un maestro apreciado en su tiempo y su música no deslumbra pero se escucha con agrado. La Orquesta de Bormujos ofreció una interpretación bien equilibrada y articulada, con suficiente claridad en los planos sonoros, tempi algo rígidos y no demasiados contrastes.

Peor fue la interpretación en un Vivaldi desangelado, que empezó sorprendiendo por no incluir ningún instrumento de acordes en el bajo. Matthew Gibbon es un gran contrabajista y las dos jóvenes violonchelistas mostraron buenas maneras, pero la sonoridad global se resintió. No sólo por eso. También por una trompeta en general fuera de estilo. Y por un coro modesto, que mostró demasiadas desigualdades, falta de homogeneidad y de empaste. Con un José Carrión más tembloroso de lo deseable (el trío del Gloria Patri resultó por completo deslucido, aunque no por su culpa), sólo las intervenciones de Irene Román, que mostró flexibilidad y buen gusto y salvó los pasajes de agilidad de Dominus a dextris con solvencia, se salvaron en una interpretación que no pasó de voluntariosa.

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